Rubén Cousillas se encontró con Manuel Pellegrini muchos años antes de que se conocieran. Fue en el primer partido que jugó por el último club profesional de su carrera. El 12 de agosto de 1995, el plantel de Huachipato descansaba en el hotel antes de enfrentar a la poderosa Universidad Católica. Después de jugar a gran nivel ante Concepción en la fecha previa, el arquero Gustavo Gatti asumía ser titular. Hasta que su amigo Cousillas, argentino como él, entró en su habitación. El DT Andrija Percic le había dicho que atajaría él.

-Perdoname, Gustavo. Estoy aquí gracias a vos y te vengo a quitar el puesto.

-Flaco, si no eras vos, iba a ser otro. Prefiero que seas vos.

La UC de Pellegrini ganó el partido 3-0. El arquero transandino y su futuro jefe no cruzaron palabra en aquel partido.Casi seis años después, el martes 13 de febrero de 2001, Cousillas recordó ese cotejo cuando le estrechó la mano al "Ingeniero" por primera vez, en el campo de entrenamiento de San Lorenzo de Almagro. Pellegrini le advirtió que lo tendría a prueba como ayudantepor tres meses. No se han separado desde entonces.

El hombre de Roque Pérez

Las tensiones entre Argentina y Chile por la soberanía del canal de Beagle estaban al alza en 1977. Como el Servicio Militar era obligatorio, el llamado terminó con las ambiciones futbolísticas de Pedro Zucotti; su gran amigo de infancia, Rubén Cousillas, se salvó. Ambos jugaban juntos en las inferiores de San Lorenzo desde que tenían 15 años, vivían en la pensión del club en Buenos Aires y asistían al mismo liceo, el Malvinas Argentinas de Boedo. "Yo jugaba de '10' y tan mal no anduve, pero el fútbol es de momentos. Quizás no tuve su constancia", recuerda Zucotti.

La relación venía de muchos años atrás. Se conocían de las canchas de Roque Pérez, una pequeña localidad rural a 135 kilómetros de la capital, lugar destacado por la crianza de pollos y cerdos. El papá de Cousillas era mecánico. Aunque nunca fue fanático del fútbol, su hijo se pasaba todas las tardes chuteando en los descampados. A los 10 años, fue reclutado por el Club Atlético Sarmiento, la gran pasión de su vida. La sede se mantenía a pulso: el mate se pasaba de mano en mano y las esposas de los socios llevaban comida para todos.

Con 13 años, Cousillas ya destacaba como arquero; luego, con 16, fue tentado junto con Zucotti por un ojeador de San Lorenzo. Sus padres no querían dejarlo ir, pero él tenía claro su deseo de ser arquero de Primera. "Era una familia muy humilde. Nunca les faltó nada, pero tampoco sobraba", cuenta Agustín Cousillas, hijo menor de Rubén.

Mientras Zucotti marchaba al Ejército, el "Flaco" tuvo su debut con el primer equipo en febrero de 1977, en Brasil, frente a Santos. Tenía 19 años. Sin embargo, sólo en 1982, luego del descenso del "Ciclón", logró quedarse con el puesto y con la jineta de capitán. "Fue muy importante en el campeonato de la B que ganamos ese año, porque me solucionaba problemas -dice su DT de la época, José Yudica-. Hablaba mucho con el grupo y los convencía, era un técnico dentro de la cancha". En una de sus pocas entrevistas, Cousillas confiesa que ese título fue el momento más emocionante de su carrera.

Los problemas económicos que llevaron a San Lorenzo a la B se siguieron agravando. Juan Carlos Carotti, entrenador en 1986, estuvo casi seis meses sin cobrar sueldo, igual que el plantel: "La situación era tan dura que cuando hacía un informe me llegaba a mí mismo. Nos cortaron el agua y nos duchábamos con agua mineral". Justo antes de que asumiera Carotti, en una situación insólita, Cousillas tuvo que dirigir un partido contra Independiente, pues el estratega anterior, Nito Veiga, había renunciado. El uruguayo Luis Málvarez jugó ese partido.

"Nosotros lo elegimos porque tenía carisma y veía muy bien el fútbol. Me acuerdo que cada vez que pasaba Ricardo Bochini por mi banda, me gritaba: '¡Tíralo contra los carteles!'", asegura.

San Lorenzo ganó 1-0 y el apodo de "Camboyanos" (por la crítica situación del club)  acuñado por Málvarez ganó popularidad. A esas alturas, ya estaba José Luis Chilavert en el equipo, quien terminó quitándole el puesto a Cousillas, una situación que se reiteraría por el resto de su carrera. "Fui testigo de lo mucho que le ayudó", acota el uruguayo.

Por esa época, el célebre relator Víctor Hugo Morales supo sus orígenes y lo apodó en sus transmisiones como "el hombre de Roque Pérez", quien luego emigró  a Millonarios de Colombia, donde vivió grandes momentos en lo deportivo, con dos títulos, pero sufrió con la muerte de su único hermano, Alberto, víctima de una leucemia.

De vuelta en su país, jugó por Argentinos Juniors, Mandiyú de Corrientes, Vélez Sarsfield,  Morón y Huachipato. A Talcahuano llegó con 36 años. Aunque trabó amistad con Gatti, se sintió particularmente solo. Su familia visitó su departamento del edificio Amanecer, en Concepción, muy pocas veces ese semestre. "Sufría mucho, se le caían las lágrimas cuando sus hijos le mandaban dibujos", revela Gatti. Con los acereros jugó 19 partidos, luchando por salvar al equipo del descenso. El equipo mantuvo la categoría en una promoción contra Cobresal, pero sufrió hasta la última fecha. "A Rubén lo recuerdo arrodillando y orando de espaldas cuando pateé un penal contra Coquimbo en la última fecha. Al final convertí y ganamos. El aportó mucho al equipo con su experiencia", indica Jorge Torres.

Entre 1996 y 2003, Cousillas repartió su tiempo como ayudante técnico profesional en Argentinos Juniors, Talleres de Córdoba, San Lorenzo y River Plate y como jugador-DT-dirigente en Sarmiento, su club. Después de las prácticas, viajaba a Roque Pérez para trabajar con los jóvenes. Sólo cuando decidió seguir a Pellegrini en su aventura europea, dejó el club. "Aunque todos los fines de semana me pregunta a mí o mi hermana Yanina", dice su hijo Agustín, quien siguió sus pasos y es cuarto arquero de Tigre.

Nostalgia 

Un cercano a Pellegrini da la clave para entender los 13 años de  férrea relación con Cousillas: "Tienen miradas parecidas de la vida". El chileno ha estado comiendo asado en Roque Pérez y las esposas de ambos se conocen, por lo que que el vínculo entre ambos va más allá de la cancha. Pese a que tienen orígenes distintos, ambos comparten un carácter similar y mantienen un perfil bajo. "Se complementan perfectamente", dice José Manuel Llaneza, dirigente del Villarreal.

El éxito conseguido al alero del "Ingeniero" ha tenido su precio. Lidia Ertini, esposa de Cousillas, se ha mantenido en Roque Pérez, mientras que sus tres hijos viven en Buenos Aires. "Se ha perdido muchas cosas, como la titulación de mis hermanos o mi debut, que lo vio por Internet. Estamos concientes de su sacrificio, pero ama el fútbol y está cumpliendo un sueño", comenta Agustín, quien habla o chatea todos los días con su padre.

La familia espera que Cousillas, hoy de 56 años, regrese en un par de años a casa para trabajar en Sarmiento o en San Lorenzo, el club que el roqueperense sueña sacar campeón de Copa Libertadores, no como ayudante, sino como entrenador. Por mientras, su esposa administra la tienda de deportes que tienen en la ciudad y planea viajes por Europa para visitarlo donde esté. Son los beneficios que le ha dado la vida a la sombra de un chileno.

En Roque Pérez lo reconocen con un dicho de Cousillas que la familia hizo suyo: "Gracias a Dios y a Pellegrini".