SEÑOR DIRECTOR

El WhatsApp, el Facebook y el Twitter toman protagonismo como excusas perfectas cada vez que se conocen los pésimos resultados de los Simce de lectura o de escritura. Venimos escuchando a las autoridades decir lo mismo cada año. Nos advierten con optimismo que los niños y los jóvenes leen y escriben más que nunca porque las redes sociales los movilizan a hacerlo. La verdad es que los resultados, aunque no nos guste el Simce mismo como instrumento, son negativos. Y Twitter para esos efectos es el cementerio de la escritura; es la anti-escritura, la des-escritura. A veces incluso, lo digo con respeto, es menos que un cementerio, es un basural. Un millón de tuits jamás van a reemplazar lo que los buenos profesores de lenguaje y sus buenos estudiantes logran hacer con un simple lápiz y papel: ambiente colaborativo de aprendizaje, retroalimentación específica en las tareas, desafíos académicos interesantes y mucho trabajo. Ahí están algunas claves pedagógicas que hoy conocemos. Pero también es clave un currículo más amigable con el sentido profundo de las humanidades. Menos tecnocrático con los resultados estandarizados.

Recuerdo el sueño de Skinner y sus tecnologías de la enseñanza. La idea de reemplazar a los profesores por un gadget tecnológico conductista. Se parece mucho a la tontería de pensar que WhatsApp, Facebook o Twitter pueden reemplazar el humanismo de la más clásica y tradicional pedagogía: el cara a cara que da sentido a la tradición literaria que nos precede. Así se aprende a escribir y a pensar ideas.

Jaime Retamal Salazar

Doctor en Ciencias de la Educación