Esta semana una profesora en España escribió una columna en un sitio web llamado El Ventano contando que fue tanta la hostilidad con que criticaron al profesor de su hija los padres del curso, que se salió del grupo de WhatsApp de apoderados. La noticia fue compartida 14 mil veces y llegó hasta Chile, donde junto con el comienzo de marzo y las clases escolares, se reactivaron y empezaron a sonar con insistencia las alertas de estos grupos, que pueden ser tan útiles como problemáticos y de los que es difícil escapar sin parecer descortés o  perderse alguna noticia importante.

Desde hace dos o tres años los grupos de WhatsApp de papás y mamás del colegio se han ido extendiendo. Muchos están de acuerdo que ayudan a coordinar, pero hay críticas que ya son lugares comunes: que se usan para pasar información que no tiene nada que ver con el colegio, como datos de nana, venta de cremas, quesos y un largo etcétera. Que hay apoderados que contestan cada mensaje, tengan o no algo que decir, o peor, que mandan chistes y videos que el resto no necesita ni quiere recibir. Otra queja recurrente tiene que ver con los horarios, porque hay mensajes que llegan a cualquier hora, y no todos ponen sus teléfonos en silencio al dormir. Una mamá de un colegio en Las Condes dice, por ejemplo, que una vez un apoderado de su chat pidió que usaran el grupo para cosas fundamentales porque él trabajaba con el teléfono y le escribían además a horas inapropiadas. “No tuvo buena respuesta”, dice y agrega que algunas mamás se enojaron y se salieron. Más complicado todavía es si ponen en el grupo temas extracurriculares que producen peleas, tal como explica una apoderada que ocurrió el año pasado cuando a la semana de creado el grupo del kínder de su hija hubo que poner límites. “Se nos fue de las manos. Tuvimos que decir que no se puede hablar de temas que dividieran como política, religión o aborto”.

Dicen qué

Hay colegios que están empezando a mirar la existencia de grupos de WhasApp con cierta preocupación y a dar pautas para usarlos. Pero como en la mayoría es una comunicación extraoficial, no pueden intervenir ni impedirles a los padres tenerlos. El Pumahue en Huechuraba, por ejemplo, hace dos años empezó a dar información a los padres sobre el uso correcto de esta aplicación porque tal como explica Andrea Correa, rectora del colegio, “hay que resguardar ciertos criterios para tener una convivencia sana”.

Muchos establecimientos, justamente para mantener su carácter extraoficial, les piden a sus profesores que no formen parte de los grupos y que si los apoderados los incluyen, se salgan. Lo que les preocupa es el que el grupo de WhatsApp afecte o pase por encima de los conductos regulares. Que en el chat circule información que no es cierta o precisa, o sencillamente rumores que se expanden de grupo en grupo. En eso, la responsabilidad de los colegios es tan importante como el criterio de los padres, y los establecimientos tienen que saber que en tiempos de redes sociales, los vacíos de información se llenan rápidamente, lo que significa que deben ser claros sobre cuáles son sus canales de comunicación y proactivos para mantener a su comunidad al día, sobre todo cuando hay situaciones que se salen de lo habitual, emergencias o crisis.

Otro desafío aún mayor es contener la bola de nieve que puede generarse cuando se comentan ahí problemas entre alumnos o con profesores. En los cursos mayores, a veces se exacerban los pelambres contra quienes hacen clases o son autoridades en el colegio, que siempre terminan por llegar a  oídos de los afectados. “Llegan mamás que dicen que en el grupo comentaron que el profesor hizo tal cosa, entonces nosotros como colegio tenemos que empezar a ver qué ocurrió”, comenta Javiera, que hace clases en el segundo ciclo.

Eso, sin contar a quienes  contactan a los profesores directamente a través de la aplicación: “Había una mamá que me hablaba sábado y domingo o tarde en la noche. Me preguntaba por qué retaba a su hijo y yo le decía que no era la vía de comunicación”, comenta Camila, profesora de primer ciclo, quien finalmente la bloqueó.

A veces los padres se enteran primero que los profesores o encargados de situaciones que se han dado en el colegio. “El problema se agranda. Es un espacio que da para la impulsividad”, dice Javiera. “Comunicar rápidamente no significa comunicar correctamente u objetivamente”, agrega Tulio Barrios, rector del Instituto Inglés de Rancagua.

Otro tipo de situaciones que termina rápidamente en problema es cuando hay peleas o tensiones entre niños y los padres las comentan en el chat de grupo. Una profesora cuenta el caso de una niña que hacía bullying. Ella trabajó todo un año un año con el curso para que la niña cambiara y el curso la reintegrara. “Sé que los papás la demonizaron un poco y que el canal fue WhatsApp. No le dieron la oportunidad de cambiar o no querían que se juntaran con sus hijos por ser mala influencia. Al final los niños no la perdonaron y la niña se fue”, cuenta. Profesores de distintos colegios comentan que han tenido que intervenir como mediadores cuando el tono se puso más hostil o se creó prejuicio contra algunos alumnos.

Para evitar esto, una de las aristas que intentan inculcar en el colegio Pumahue es que los padres no hablen de problemas de sus niños por este medio. “Eso no contribuye a una buena convivencia y traspasa la red social”, dice Andrea Correa.

La agenda

No todo es malo, por algo la mayoría, aunque de vez en cuando se queje, se queda en el chat. La herramienta sirve para conocerse más y enterarse de noticias como nacimientos o si alguien necesita ayuda de la comunidad. “Eso nos ha hecho un grupo más cercano y unido”, comenta una mamá que administra el grupo de su curso en primero básico. Ahí también aparece la mamá buena voluntad que se ofrece a comprar el disfraz para el resto, o a quedarse acompañando al niño de la que avisó que viene atrasado a buscarlo, o que les recuerda a los demás que al día siguiente hay que llevar materiales o que es el día del profesor.

Pero otro riesgo que preocupa al menos en los colegios que enfatizan la autonomía de los estudiantes es que ese aspecto se exacerbe y los niños empiecen a descansar en el WhatsApp de los adultos. Porque ahí hay padres que recopilan las tareas para el día siguiente, se mandan fotos si a uno se le quedó el material, o hacen circular los ejercicios y los pasos para llegar a ellos, de tal modo que terminan convertidos en los secretarios de sus escolares.

Valquiria Gomes no quiso que eso le pasara. El año pasado, luego de que su hija de primero básico le pidiera que preguntara en el grupo hasta qué página del libro tenía que leer para la prueba, decidió salirse. “No quiero una hija irresponsable o floja que piensa que la mamá puede preguntar por ella. No es mi responsabilidad hacerlo”, agrega.

Hay colegios que son muy enfáticos para decir que ser tan asistencialista afecta el desarrollo de la independencia y el hábito de organizarse de los niños y han diseñado charlas o programas para prevenirlo. “La idea es que la ayuda virtual contribuya al desarrollo de la autonomía de su hija, no que la sustituya”, dice María Eugenia Ziliani, subdirectora de formación del colegio SC Monjas Inglesas.

Pese a eso, hay padres que reconocen que eso es un imán que los tiene atados al grupo: “No me gusta, pero no he salido porque mis hijos tienen déficit atencional y si no estoy, no sé lo que les piden”, dice una mamá que tiene sus hijos en el segundo ciclo. Un mal necesario, dirán algunos.

La mirada de un experto

Óscar González (@OscarG_1978 en Twitter) es un profesor español de educación primaria, escritor y asesor educativo.  Da conferencias sobre convivencia escolar y educación y es director general de la Escuela de Padres con Talento, un proyecto pedagógico que apoya a los apoderados. Uno de los temas que trata es el uso del Whatsapp.

¿Es conveniente que profesores y padres tengan contacto por WhatsApp? 

Todo lo que sirva de ayuda para mejorar la comunicación entre las familias y la escuela debe ser bienvenido. Hay que entender que la herramienta no es el problema, sino el uso que hacemos de la misma. Existen otras aplicaciones alternativas para establecer este tipo de comunicación mucho menos “invasivas”.

¿Cómo cuáles?

Hay varias, pero personalmente me quedaría con “Remind”. Se trata de una aplicación gratuita que permite a los profesores enviar SMS a alumnos y familias en un entorno seguro. Bautizada como “el WhatsApp de los profesores”, la herramienta también actúa como agenda escolar. En Estados Unidos ya tiene más de 23 millones de usuarios. Este éxito ha hecho que en 2015 se haya lanzado su versión en castellano.

¿Qué opina de que los padres resuelvan peleas de los hijos en el chat grupal? 

Primero, cualquier diferencia se debe resolver cara a cara a través de un diálogo respetuoso. Segundo, nuestro enfrentamiento puede provocar un efecto negativo en el grupo, ya que de una manera u otra muchos padres se posicionarán con uno o con el otro. No debemos perder de vista que la gran mayoría de los problemas entre niños no dejan de ser eso: peleas entre niños a los que se les olvida lo que ha pasado en cinco minutos. Siempre doy el mismo consejo a los padres: no publiques lo que no serías capaz de decir a la cara. Nos evitaríamos muchísimos problemas.

¿Qué sugiere usted para mantener una comunicación fluida a través de estos mecanismos? 

Considero que el límite lo encontramos en nuestro sentido común y todos deberíamos ser conscientes de cuándo estamos rebasando ese límite, pero aun así hay madres y padres que lo continúan haciendo. Por eso es tan importante que alguien actúe como “moderador”, recordando las normas de uso que hemos establecido. Si la escuela les apoya en este proceso será más difícil que se encuentren con que tienen que intervenir en problemas posteriores. Como se suele decir, más vale prevenir que curar.