Desde abril de 2000 que el Mercado Común del Sur y la Unión Europea se encuentran negociando un acuerdo de libre comercio con el fin de disminuir aranceles y otras barreras comerciales entre ambos bloques. Finalmente, el pasado viernes 26 de junio, el acuerdo, que involucra más de 780 millones de habitantes en 32 países, llegó a buen puerto, con la rúbrica entre ambas partes tras cerca de 20 años de difíciles tratativas.

Lo anterior, es un fuerte espaldarazo a los procesos de integración, especialmente ante cuestionamientos de los escépticos a acuerdos de este tipo, y resulta importante ya que se suscribe en medio de tensiones comerciales globales gatillada por la guerra comercial que enfrenta a Estados Unidos y China, y débiles expectativas de crecimiento mundial.

En esa misma línea, representa oportunidades tanto para la UE y para el Mercosur, considerando que para el bloque sudamericano los países del viejo continente son el segundo destino comercial -con exportaciones de USD 42.600 millones el año 2018- mientras que para el bloque europeo es el mayor acuerdo comercial suscrito en su historia, en términos de habitantes.

En ese sentido, podría significar, a largo plazo, un respiro para las alicaídas economías de Brasil y Argentina, y una oportunidad para la UE de alcanzar un nada despreciable ahorro en aranceles -ya cifrado en USD 4.500 millones anuales- en importantes industrias como la automotriz, así como para acceder a un mercado de más de 260 millones de consumidores.

Sumado a los beneficios comerciales, el acuerdo -de implementación gradual- implica suscribir compromisos en materias de derechos laborales, de protección medioambiental -lo cual implica que Brasil se mantiene dentro del Acuerdo de París-, así como de cooperación birregional y diálogo político.

Ahora bien, a pesar de haber firmado el acuerdo, lo que constituye un significativo avance, éste se encuentra lejos de entrar en vigor, ya que aún debe sortear numerosos escollos: el primero, y más relevante, es la ratificación en cada uno de los países. No se espera que sea una etapa fácil, dada las posiciones encontradas en sectores particulares de la industria a nivel nacional en los propios países implicados. El gobierno francés, por ejemplo, ya anunció a través de la portavoz que aún no se encuentra preparado para ratificar el acuerdo, dada la resistencia del sector agrícola, altamente influyente y que se podría ver afectado por la entrada de productos sudamericanos.

Hay múltiples antecedentes de postergaciones y estancamientos en procesos de este tipo, dada la necesidad de ratificación de cada país miembro, siendo el más reciente la dilatación de la ratificación al acuerdo comercial entre la propia Unión Europea y Canadá. Y por el lado local, especialmente, este tipo de procesos se suele ver truncado por cambios en los propios gobiernos, lo que podría acontecer debido que se avecinan reñidas elecciones tanto en Argentina como en Uruguay. En la UE, en tanto, se acercan elecciones parlamentarias en Austria, Grecia, Polonia y Portugal, en las cuales resulta inminente que partidos nacionalistas y escépticos a la integración, declaren su rechazo al acuerdo en línea con el proteccionismo al que suelen apelar en sus respectivas estrategias de campaña.

Sin lugar a duda que sería beneficioso para ambas partes, cuyo comercio ya supera los USD 85.000 millones, que el acuerdo alcanzado no tardara otras dos décadas en su ratificación, que no se viera estancado dentro de los respectivos entramados burocráticos nacionales ni truncado por resultados electorales y que pudiese, al menos, con una mirada a largo plazo, ser tramitado eficientemente.