Las cerca de cinco millones de personas que actualmente están cuarentena en la Región Metropolitana, además de constituir un hecho inédito, es el signo más elocuente de lo veleidoso que resulta el Covid-19. Si hace apenas un par de semanas el virus aparecía relativamente contenido, súbitamente el número de casos positivos comenzó a aumentar en forma explosiva, con más de mil casos positivos cada día. Solo el día de ayer se reportaron 1.247 nuevos casos, con un total que ya sobrepasa los 27 mil, y solo en lo que va de mayo se han sumado más de diez mil nuevos contagios.

Ya no parece haber dudas de que el país ha entrado en una nueva fase de la epidemia, una donde no hay margen para pasos en falso por parte de la autoridad y donde será fundamental que la ciudadanía acate escrupulosamente las instrucciones sanitarias. Con los actuales casos ya se observan evidentes señales de que las instalaciones de salud comienzan a sentir la presión por mayor demanda de camas UCI -en la Región Metropolitana, por ejemplo, la demanda por este tipo de instalaciones aumentó en 50% durante las últimas dos semanas- así como por ventiladores. Hay hospitales cuyas capacidades UCI y de urgencia ya han sido sobrepasadas y han debido derivar pacientes, algo que si bien está establecido en los protocolos, es prueba del rápido avance del virus.

La situación aún no está fuera de control. A nivel nacional el 75% de las camas críticas ya está en uso, ayer llegaron al país 87 nuevos ventiladores mecánicos, y en los próximos días arribarán más embarques. Han entrado en funcionamiento nuevos hospitales -añadiendo un importante número de camas a la red-, y la rapidez con que esta vez se han decretado masivas cuarentenas sugieren una respuesta veloz. Pero el gran desafío que enfrenta el país es impedir que las holguras con que hoy cuenta se vean sobrepasadas -un escenario que conforme el avance que muestra el virus no se podría descartar-, para lo cual resulta crítico no solo estabilizar sino reducir el número de nuevos contagios. El delicado equilibrio entre pacientes que entran a unidades críticas y aquellos que abandonan dichas instalaciones podría fácilmente romperse en los días venideros si es que hoy no se actúa con decisión. El que el 82% de las camas críticas estén ocupadas en la Región Metropolitana es un recordatorio de ello.

En tal sentido, parece claro que ya no hay margen ni para una “nueva normalidad” ni para un “retorno seguro”, mucho menos para pensar en un pronto retorno a clases. Esas señales transmitidas por la autoridad, aun cuando su propósito haya sido muy distinto, terminaron por crear una falsa sensación de seguridad en la población y dieron la señal de que lo peor en materia de contagios ya había quedado atrás. Ello se vio reforzado porque hasta hace muy poco la autoridad de Salud hablaba de que se había alcanzado una “meseta” en cuanto a nuevos casos. Las irresponsables conductas en que aún incurren muchos ciudadanos -sin guardar la distancia social, quebranto de cuarentenas o la predilección por las aglomeraciones- no solo hacen necesario un refuerzo de los controles, sino evitar mensajes comunicacionales que puedan alentar la laxitud.

En la fase que enfrenta el país, donde el virus ahora se expande con más fuerza en comunas populosas y con núcleos de hacinamiento, es fundamental contar con ayudas del Estado para procurar que las familias se queden en sus hogares haciendo cuarentena. Lamentablemente el Ingreso Familiar de Emergencia sigue entrampado en el Congreso por presiones de la oposición que cuestionan el insuficiente monto asignado. Se está perdiendo un valioso tiempo, que en el actual contexto puede ser crítico.