"Puedo ser un descriteriado, barsa, jote, un imbécil, pero no un abusador", dice Nicolás López en un video subido a YouTube, donde intenta responder a las acusaciones en su contra. No debe haber sido una frase fácil para un hombre que, según nos cuentan, luchó toda su vida para salir del estado de barsa, jote o imbécil. Pero claro, el nivel de denuncias en su contra fue demasiado. Era preferible renunciar a todo lo conseguido, para evitar el mal mayor.

No deja de ser curioso que los casos de abuso o acoso sexual que se han conocido en Chile y en el mundo, una vez destapados siguen una suerte de patrón común, un verdadero guion que comanda la forma cómo se van desenvolviendo las cosas. Y con matices más o menos, el resultado siempre es el mismo. No es bueno para el acusado.

El primer elemento del guion es la rapidez. Desde el momento en que se conoce la denuncia comienza una vorágine de hechos. En este sentido, el caso de López parece sacado de un texto. Comienza con un pequeño intento de ganar tiempo, ese que se escuda en el no voy a hablar por el momento. Aquello dura muy poco rato. Luego, viene una suerte de declaración o autoentrevista, donde se trata de aislar las acusaciones del entorno, ya sean personas o empresas. Todo esto acompañado de recursos de la llamada área gris, donde se apela a la confusión entre la buena onda, cercanía o chiste, con el abuso o acoso. Finalmente, el acusado aclara su derecho a defenderse y entablar todas las acciones legales que le corresponden.

El segundo elemento común es el desenlace. Siempre es malo. En cosa de días, la certeza de la denuncia cunde, los cercanos al denunciado se contaminan, y el acusado termina fuera del libreto mucho antes de lo que se imaginó. El caso de Nicolás López, nuevamente, cumple el guion a la perfección. Se retira de todos sus proyectos. Su productora, Sobras, responsable de muchos éxitos, cierra sus puertas. Sus cercanos, como Paz Bascuñán, son metidos en el baile de manera inmediata. Todo en cinco días.

Ejemplos de este guion están por todas partes. Basta mirar el primer caso conocido, el de Harvey Weinstein, el ex superproductor de Hollywood. De nada sirvieron sus excusas iniciales, porque al poco tiempo su empresa, uno de los gigantes de la industria y responsable de varios premios Oscar, se declaró en quiebra. Sus más cercanos, más temprano que tarde, sufrieron también la furia, como es el caso de Meryl Streep, quien fue duramente criticada por su silencio inicial. "Actrices como tú, que trabajó felizmente para ese cerdo, hoy no dice nada. Desprecio tu hipocresía", publicó en Twitter una de las acusadoras del productor.

Esto ha llevado a un cierto aprendizaje del entorno. Por ejemplo, Nexflix no dudó en sacar a Kevin Space del elenco de House of Cards, apenas se conocieron las denuncias en su contra. La todopoderosa editora de Vogue, Anna Wintour, se demoró menos de 24 horas en anunciar que Mario Testino y Bruce Weber, dos de sus fotógrafos más célebres, dejarían de colaborar con la revista hasta que aclararan las acusaciones de comportamiento inapropiado.

Nadie sabe quién inventó este guion, pero tres cosas parecen claras. Primero, si alguien acusado es o se siente inocente, debiera tratar de hacer algo distinto. Porque con esta música parece que no se salva nadie. Segundo, a estas alturas parece de dudosa utilidad contratar los servicios de una empresa de comunicación o imagen. Los resultados están a la vista. Tercero, no dude en contratar un buen abogado.