La inminente salida del ministro de Hacienda del gabinete suma uno más al sobrepoblamiento de candidaturas en la centroderecha. A primera vista, pareciera que el país tuvo un raro giro hacia la derecha y por ello se volvió muy atractiva la contienda presidencial. Como suele pasar cuando ocurren estas explosiones cámbricas, estamos viendo y veremos todo tipo de operaciones mediáticas para imponer un nombre o debilitar a otros. Conociendo el nivel de sangre que suele correr en la derecha cuando hay competencia de este tipo, varios se han tomado unos cafés inoficiosos para firmar la paz y hacerse daño hasta cierto nivel. Algo así como un torneo de caballería.

Más allá de la evidente soledad que sufre el gobierno con la salida de cuatro ministros en un mes y la valiosa salida del titular de Hacienda, vale la pena preguntarse si hay tanta agua en la piscina para los nadadores. Los números no indican ello. El gobierno tiene una baja aprobación y en elecciones anteriores esta ha sido determinante para el oficialismo de turno. La candidatura de Guillier empezó a corcovear en serio cuando entró el Segundo Piso de La Moneda de entonces, que incluso realizó encuestas para convencerse de que había competitividad. Ese síndrome del pensamiento grupal afecta ahora también a la derecha.

Parte de la ilusión se produce por la división opositora en las listas para las elecciones de abril. También genera mucho fervor el hecho de que el candidato opositor con mejores chances es el alcalde Jadue. En un país moderado, enfrentarse a un comunista que, además, suele enojarse con facilidad y verse más rabioso aún es camino de rosas, dicen en Chile Vamos. Eso hace que se instale la falsa sensación de que el nominado en la derecha tiene el camino listo, y en el gobierno genera una sensación de calma otoñal después de un verano tan largo, al saber que la banda quedará en el sector.

Pero todo son quimeras. En primer lugar, si bien la oposición va disgregada, la derecha cometió el error garrafal de aliarse con los republicanos. El olor a Rechazo se impregnará en toda la lista y sus candidaturas. Como hace ver la socióloga Stéphanie Alenda en una entrevista a este medio, José Antonio Kast instala una presión hacia la derecha, que desvía completamente el camino hacia el centro que había elegido la coalición de gobierno. Claramente, el país va en un sentido completamente distinto.

Incluso si el cálculo electoral de juntar las listas le resulta al oficialismo, quedará en una posición incómoda en la futura constituyente. La presión de JAK para instalar la fortaleza conservadora favorecerá a las candidaturas que estuvieron siempre por cambiar la Constitución, que le será más fácil alinearse con la abrumadora mayoría del Apruebo y sacar al pizarrón a la derecha.

Por otro lado, en una segunda vuelta cualquier candidato opositor al gobierno actual, si este no repunta, es perfectamente competitivo. Si Jadue logra salir del pantano de la corrupción de las luminarias, es un candidato formidable. El alcalde puede tener un registro más moderado, una legitimidad salida de primarias consecutivas y apelar a su rol de realizador en su comuna. El fantasma del anticomunismo, propio de la Guerra Fría, no funciona en las nuevas generaciones. Lo mismo ocurre para otras candidaturas de la oposición que, aunque se arrastren en el error estadístico, una vez nominados se dispararán. Tanto entusiasmo, entonces, resulta sólo explicable por una inocencia muy extraña en la centroderecha.