El libro y la nostalgia son la introducción perfecta a la era digital, pero no es tiempo de revitalizar rivalidades estériles. Incluso si Instagram es más popular que Facebook, la fuerza de la imagen antecede la otrora capacidad explicativa de la letra, sin embargo, ambas redes sociales citan a la escritura en sus nombres. Los libros, book de Facebook, y la instantánea del gram de Instagram. Ambas instancias tienen a la letra "como palabra escrita" en sus nombres, como fuente de la radical importancia que significa el libro y la lectura en el mundo contemporáneo. El libro es la experiencia de la conexión en la soledad. El artefacto del libro y la técnica de la escritura moldean una experiencia material inseparable de la vida en las sociedades modernas.

El libro y la experiencia de la lectura sitúan a una persona leyendo a la luz de una vela, en un tranvía, en el metro o en la micro en la misma circunstancia: una soledad compartida, por un lado; pero por el otro, el libro nos destina a entender que el mundo es una escritura y una lectura. La vida se puede leer como si fuera un libro abierto. Una página de un libro y una ventana de la web son dos formas de la lectura.

Sin embargo, los nostálgicos, los que trabajan con los libros, tratan de hacer la diferencia entre lo material y lo virtual. Una diferencia oportuna y efectiva. Lo material de un libro está en el mundo, tiene peso, olor, tiempo, años; lecturas y lectores. Eso, muchas veces no se puede tranzar. Por ejemplo, en oposición a lo digital, un documento en un archivo o una biblioteca se debería preservar mejor en libros y en papeles puesto que la virtualidad depende de la competitividad de la tecnología: disquete, CD, DVD, JPG, TIFF, un pendrive o la nube, etc. Estas últimas son formas que en menos de veinte años han cambiado la manera de acumular la información. Por el contrario, el libro impreso, digamos desde Egipto hasta hoy ha sido la forma de intercambiar y registrar la experiencia. Por ende, el libro aun es un artefacto moderno y, más allá, prefigura los sentidos de la forma de percibir nuestro tiempo.

Es innegable que la experiencia moderna del libro nos destina a la lectura. La lectura es una forma de relacionarse con el mundo. Nuestra vida diaria es un texto escrito lleno de información que no podemos leer simultáneamente: la ciudad, los paraderos de micro, los carteles, incluso las personas. Por eso, la lectura es una forma de analizar, es una forma de vivir, de entender y comprender. Podríamos decir: la lectura es una forma de relacionarse con el mundo y el mundo es un libro escrito que espera una lectura posible.