A casi un año de haber sido promulgado el proyecto de ley que despenalizó el aborto en tres causales, el país se apresta a enfrentar un debate sobre el aborto libre. No deja de resultar sorprendente que a tan poco andar, y cuando ni siquiera está aprobado el reglamento definitivo que regulará la forma de aplicar las tres causales como asimismo la objeción de conciencia, se pretenda iniciar esta nueva discusión. Conviene recordar a estos efectos que varios de los promotores de las tres causales aseguraron que con dicha legislación solo se buscaba corregir situaciones excepcionales, pero en ningún caso avanzar hacia un aborto libre, por lo que un actuar en sentido contrario defraudaría la fe pública.

Es un hecho que esta nueva ofensiva en favor del aborto coincide con debates que se han dado en otros países en favor del aborto libre, tal como ocurre en Argentina. También se ha aprovechado de utilizar interesadamente el movimiento feminista para promover el derecho a abortar, pretendiendo confundir la necesidad de corregir situaciones abusivas o discriminatorias hacia la mujer con supuestos derechos reproductivos.

Si bien nuestro país se ha abierto rápidamente a acoger una mucha mayor diversidad cultural, el aborto libre no encuentra aún respaldo mayoritario. Estudios de opinión muestran un amplio apoyo a las tres causales, pero en cambio menos de un tercio de la población respalda el aborto libre. En el mundo, menos de 60 países contemplan esta modalidad. El debate, en todo caso, siempre es bienvenido en cualquier sociedad democrática. Es la oportunidad para revisar las propias convicciones, y también para el intercambio de puntos de vista sobre temas tan centrales como el derecho a la vida, en donde cabría esperar una actitud respetuosa de las distintas posturas, algo que en el clima de crispación actual no siempre es posible.

La indiferencia de la sociedad chilena con el aborto libre debería ser suficiente motivo para desestimar un proyecto como éste, pues se trata de una iniciativa extemporánea, y que poco y nada tiene que ver con los temas que más preocupan al país. Sin embargo, tratándose de una materia que involucra aspectos tan de fondo, se hace indispensable reiterar las convicciones más de fondo que llevan a resistir el aborto, por tratarse de una práctica que priva del derecho a la vida -el derecho humano más fundamental de todos- a un ser humano inocente y en total indefensión, principios que se sobreponen a cualquier consideración "reproductiva" o derecho a decidir sobre el propio cuerpo. Que un ser humano esté en gestación, y dependa íntegramente del soporte que le brinde la madre en el útero, no puede conllevar a la pérdida de sus derechos fundamentales.

Cuando la sociedad deja de tomar en cuenta estas consideraciones sobre un ser inocente, inevitablemente se incurre en una inhumanidad. Por ello es valioso que a una parte importante del país le hagan sentido estos principios y rechace el aborto. En este contexto, es una señal acertada que el gobierno haya manifestado que no patrocinará un proyecto de esta naturaleza -contrastando con la ambigüedad que se ha exhibido en otros temas valóricos-, y que algunos sectores de la Democracia Cristiana también rechacen legislar en favor del aborto.