La puesta en escena en La Moneda fue arriesgada. El efecto que iba a producir al centrar el acto por el aniversario del plebiscito que marcó el inicio del regreso a la democracia solo en figuras políticas del oficialismo, era esperable. Para muchos de ellos, aparecer en una foto celebrando cuando votaron por ocho años más de dictadura era demasiada incomodidad, y los respectivos zooms en la foto final muestran desagrado. Pero Piñera hizo un acto pensando en otro público objetivo: el sector más duro de la derecha, y en especial la UDI. Para ese partido, en pleno proceso eleccionario, que se les recordara su pasado desde La Moneda habría sido demasiado incongruente con la lealtad que han mostrado.

El acto de homenaje a la transición en La Moneda tuvo de contrapunto la charla en la Universidad de Chile donde al expresidente Lagos se le llenó de insultos, sin que ninguna figura de la oposición saliera a defenderlo. El contraste de ambas imágenes deja la sensación de que durante la transición, quienes más colaboraron a que se pacificaran los espíritus fueron los partidos de derecha. La instalación comunicacional de ese día deja entonces doble ganancia para el oficialismo unido ante una oposición culpable con su historia.

La verdad es que, durante la transición, la UDI actuó como guardia pretoriana de los tiempos de las sombras y como resistencia ante los intentos para desarmar todo el tinglado autoritario. Así, defendieron a brazo partido a Colonia Dignidad cuando el gobierno intentó quitarle la personería jurídica, actuaron en boicots contra las embajadas de España y el Reino Unido; en el momento que Pinochet enfrentaba la justicia internacional por crímenes contra la humanidad, se opusieron a quitar los enclaves autoritarios, como los senadores designados y el Consejo de Seguridad Nacional, y se mantuvieron en silencio cómplice cuando el dictador puso en la Alameda a boinas negras armados hasta los dientes para amenazar el poder civil que empezaba a investigar un millonario desfalco al Fisco por parte de su familia. Si se revisan archivos de prensa de los años 90, se podrán encontrar declaraciones en este sentido de varios personeros de derecha, incluyendo algunos que salen en la foto actual. Pero, hoy, eso a nadie le interesa.

Ni siquiera es tema para la izquierda, mucho más centrada en construir una especie de pecado de la transición, según la cual se le permitió demasiado al dictador. Parte de ello tiene que ver con las peleas internas de los partidos, donde los desplazados de entonces se apropiaron de las bases, en especial en el PS y el PPD, y con el objetivo de sacar a los prohombres del poder construyeron el relato inconformista, denominado autoflagelante, al cual adhirió la propia expresidenta Bachelet, en su intento de diferenciarse de su antecesor. Para el Frente Amplio, tal acusación a la izquierda de los 90 es un regalo del cielo, pues los coloca en el lado que siempre les gusta estar: el de los puros.

Son, entonces, plausibles las acusaciones a Lagos por los supuestos pecados de la izquierda en los años posteriores al No. Incluso, dentro del propio círculo del expresidente se ha instalado esta leyenda, pues hay que recordar que durante su última campaña, su propia vocera planteó que le iba mal en las encuestas porque estaba "cargando con las culpas de la transición".