Por Víctor Muñoz, historiador y director CISJU, Universidad Católica Silva Henríquez UCSH

Pablo Longueira renunció a la UDI y comunicó que no irá como candidato a la Convención. La escena nos confirma el declive de una cultura militante con base en liderazgos fundadores controladores de la máquina partidaria.

Longueira llegó a los gremialistas en 1981, cuando Guzmán dirigía una red política que buscaba influir y participar en el gobierno, controlar alcaldías y tener presencia en organizaciones sociales intervenidas por la dictadura. Entonces, le pidieron presidir la federación estudiantil semidesignada que buscó reemplazar a la FECH: la FECECH. En su libro ¨Mi testimonio de fe¨, cuenta que Jaime Guzmán le escribió el discurso con que asumió la presidencia del organismo estudiantil.

A partir de ese momento, Guzmán se fijó en el joven líder y le fue asignando tareas. Su perfil era interesante, porque si bien estaba lejos de provenir de sectores populares, su formación en el colegio jesuita San Ignacio lo había conectado con cierto interés por conocer de cerca las condiciones de vida de los grupos sociales más postergados. Por esas y otras razones, Guzmán le encargó la construcción del Departamento Poblacional de la UDI. Como ex estudiante de la U. de Chile, tenía experiencia dirigencial en espacios en que sus ideas eran rechazadas, y su voluntarismo cristiano le permitía otorgar un carácter de misión a la difícil tarea de disputar las zonas populares a la izquierda. Esos fueron años en que Longueira se relacionaba con pobladores, los conectaba con beneficios municipales o con propuestas de solución habitacional gestionadas al más alto nivel. Cuando el senador norteamericano Ted Kennedy fue recibido con palos y tomatazos por grupos de pobladores pinochetistas, fue el joven líder Pablo Longueira el que encabezó las manifestaciones. Cuando fracasó el experimento de partido unitario RN en 1988, también fue ¨Pablo¨ el que llegó a la sede partidaria con micros de pobladores UDI, en lo que Allamand llamaría despectivamente ¨acarreo de lumpen¨.

En esos días fue construyendo su leyenda, su imagen de dirigente que ¨metía los pies al barro¨. Se contaban historias, como que había llegado a comer asado de perro con los pobladores del campamento Raúl Silva Henríquez. Se proyectaba como ejemplo virtuoso y cristiano de un cuadro de elite que superaba distancias de clase y compartía codo a codo con los pobres.

Años después, durante los pocos días que duró su candidatura presidencial, habló del ¨centro social¨, categoría que pocos entendieron, pero que daba cuenta de esa interpretación muy UDI que dice que lo social no debe inundarse de debates políticos, pues a los pobres hay que llegar con soluciones técnicas enfocadas en satisfacer sus intereses particulares.

Después de eso vendría un retiro, las acusaciones judiciales de cohecho y un intento de volver. Quiso un retorno acorde a su leyenda, portando los pergaminos de haber sido formado personalmente por Jaime Guzmán y ser un símbolo de la ¨UDI popular¨. Quería que se le reconociera como uno de los nombres propios de la conducción histórica UDI: Andrés, Jovino, Juan Antonio y él, Pablo, el círculo más cercano al que fuera el más importante de los nombres propios: Jaime. La historia de la UDI que conoció había sido, justamente, la de un partido con un líder fuerte, que, tras el asesinato de este último, se convirtió en un partido con cuatro líderes fuertes.

Quiso volver y ser presidente de la UDI. No pudo. Debió resignarse con apoyar a otro que terminó perdiendo ante el candidato de la renovación generacional. Pidió el apoyo para ser constituyente como independiente, solicitó a la directiva un trámite que la directiva simplemente no hizo. En su carta les dice que quería volver porque pensaba que podía aportar, pero “tengo claro que ustedes no piensan lo mismo”.  Hace 10 años hubiese sido un terremoto político. Hoy no. Longueira renuncia a la UDI y el mundo sigue andando.