Hace unos días procesaron al Comandante (R) en Jefe del Ejército, Juan Miguel Fuente- Alba por malversación de los fondos destinados a los gastos reservados y muy pronto sería formalizado por lavado de activos. Se trata de una suma importante: $3.500 millones que, según la información que ha aparecido, fueron destinados a financiar un mundo de fantasía donde abundaba el lujo, todo pagado con dineros fiscales. Un caso que vuelve a decepcionarnos dado el alto nivel de corrupción que se ha visto últimamente en las Fuerzas Armadas de Orden y Seguridad, pero que a su vez no deja de sorprendernos.

Por los antecedentes que se conocieron entorno al mal uso de viáticos y pasajes, que vienen desde hace un tiempo considerable, evidentemente podemos inferir que este tipo de prácticas no eran aisladas en el Ejército.

Todos estos hechos que estamos viviendo, es lo más parecido a una gran tormenta de corrupción, que nos abruma, que nos hace reflexionar en todos esos años en que creíamos que Carabineros o el mismo Ejército eran instituciones intachables. Nos equivocamos, y continuamos mojándonos con ese balde de agua fría que nos dejaron todas las investigaciones y pruebas irrefutables. De golpe nos topamos con conductas vergonzosas que por ningún motivo debemos normalizar independiente que sigamos acumulando casos.

No dejo de preguntarme cómo es que este tipo de fraudes pasó tan inadvertido, al igual como pasó con Carabineros. Los culpables deben pagar por el daño que hicieron, mientras que la autoridad civil del período en que se efectuó la malversación, debe rendir cuentas al país y como mínimo admitir el exceso de confianza que le dieron al Ejército. Definitivamente hubo quienes no hicieron bien su trabajo.

Ahora solo queda trabajar cuanto antes en mecanismos de control adecuados que garanticen que no nos volvamos a enfrentar a este tipo de corrupción, sin dejar cuidar las estrategias del país a nivel de defensa, quizás evitando que los fondos reservados estén a "tan libre disposición". No nos queda más que confiar en la labor de nuestras autoridades y en la Agenda de Probidad del Gobierno.

Debemos privilegiar la transparencia así como la medición constante de los procesos. Admitir que la forma sí importa: el cómo conseguimos nuestros resultados. Porque por más herméticos que deban ser algunos gastos, debe confiarse su fiscalización a un organismo externo ya que el Ejército demostró que le queda grande cuidar y usar de buena forma los recursos.