Si algo hemos aprendido con esta crisis, es que nuestro éxito estaba cimentado en la arena. En seis semanas, el país modelo de América Latina, está en el suelo. Y pareciera que estamos intentando ponerlo de pie reforzando sus cimientos con más arena, en vez de roca.

No voy a referirme esta vez a todo lo que tendrá que mejorar la operación del sector privado.

Pero estimo que nuestro sector público -el político y el de gobierno- carga la mayor cuota de responsabilidad en los problemas que han conducido a este estallido social. Miremos: primero, la incapacidad para mantener el orden público por las policías y el sistema judicial. Viene de años atrás: no lo hizo con la droga y los narcos en las poblaciones; ni en La Araucanía y ni en las ciudades, con las barras bravas y el vandalismo asociado a manifestaciones desde los estudiantes. ¿Y de quién depende Carabineros, PDI, judicatura, sino del Estado? Ahora, a su incompetencia para detener a encapuchados, aparece Carabineros sumado a graves atropellos a los derechos humanos e incapaz de distinguir (y no violentar) a manifestantes pacíficos.

Las bajísimas pensiones, el otro gran detonante de esta crisis, provienen de la incapacidad del sector gubernamental y político para reformar a tiempo el sistema previsional. Es una vergüenza: todos sabíamos desde hace mucho que había que aumentar las pensiones mínimas y las tasas de cotización, elevar la edad de jubilación y regular las AFP. Pero no se hizo a tiempo, mientras parlamentarios pierden tiempo en acusaciones constitucionales y peleas políticas. ¿Y en la salud? Los sindicatos de la salud pública, permanentemente en huelga, aliados con políticos retrógrados y los burócratas del Ministerio de Salud, impidieron la construcción de hospitales públicos concesionados, flexibilizar horarios y otras medidas para mejorar la atención.

Mi mayor preocupación ahora es que queramos resolver todos estos problemas con más Estado y empleados públicos, que ha demostrado ser mal gestor y peor proveedor. O sea, reforzar los cimientos del país con más arena.

Ya perdí la fe en la modernización del Estado.

Entonces, si el sector privado no asume directamente mediante un rol sustantivo y directo un rol en mejorar las condiciones de vida de nuestros conciudadanos postergados -realizando una filantropía estructural y masiva- más vale que nos olvidemos del Chile que teníamos; y más aún, del que soñábamos construir.