Señor director:

La reciente toma depuesta en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile debiera ser motivo de profunda reflexión para nuestra comunidad académica pero también para nuestra sociedad.

En dicho proceso reflexivo es importante distinguir entre la toma misma, la vía de hecho a la cual las alumnas recurrieron para plantear sus reivindicaciones, y la reivindicación propiamente tal.

Se ha tornado lamentablemente en un fenómeno habitual que los conflictos en la Facultad de Derecho se resuelvan apelando a la fuerza, esto es, a un mecanismo que socava la convivencia en las aulas universitarias, deteriorando el proceso de formación de sus alumnos y alumnas, y erosionando el prestigio de nuestra Facultad. Ello sólo se explica en la progresiva erosión de la autoridad de quienes han asumido el desafío de dirigir sus destinos, lo que es un síntoma revelador de cómo se ha deteriorado la convivencia en los distintos estamentos que conforman la comunidad universitaria, permitiendo a quienes ejercen las vías de fuerza hegemonizar el necesario debate que la universidad reclama.

La pluralidad de opiniones define la política en todo ámbito, y nuestra Facultad no es la excepción. Por lo mismo, de cara a la próxima elección de un nuevo decano confío por el bien de ella que las futuras autoridades asuman con claridad y fortaleza la tarea de recuperar el espacio público para el intercambio de opiniones en el marco del debate respetuoso y con apego al derecho que precisamente nos debiera caracterizar.

Con cuanta razón afirmaba Hannah Arendt que "en la plaza pública, el destino de la conciencia no es muy diferente al destino de la verdad del filósofo: se convierte en una opinión, indistinguible de otras opiniones. Y la fuerza de la opinión no depende de la conciencia, sino del número de aquellos con los que está asociada".

Gabriel Zaliasnik

Profesor Facultad de Derecho

Universidad de Chile