A veces, en asuntos históricos, más significativo que lo que se dice resulta ser el por qué se dice, el cuándo se dice, y, si además se tiende a repetir, vale preguntarse por qué tanta vehemencia en volver a lo mismo. Los hinchas se destacan por su fervor, no por su elocuencia. ¿Será por ello que las celebraciones del 5 de octubre han tenido mucho de impostación?

En efecto, uno se detiene a oír lo que se ha estado diciendo y retumban las disonancias. Por de pronto, la falta de "concertación" entre quienes uno supondría más armónicos. Demasiado "el costillar es mío/ mío es el costillar/ qué cuentas tiene naide/ con mi costillar", lo que se ha traducido en exceso de testimonios, y eso que la prueba de testigos es siempre débil y recusable. Testimonios, estos, que pretenden corregir a paracaidistas que habrían querido hacerse de la fiesta.

Pues, el triunfo del No, no lo produjo la pobla en armas, "la sociedad organizada y movilizada". No, dos veces No. Sin la "élite" de publicistas de la Campaña del No seguiríamos en dictadura. Ellos entendieron el país, e hicieron que el No fuera de Chile sin distingos. "Sin miedo, sin odio y sin violencia", Chile categóricamente habría dicho No con "la fuerza del lápiz". Tras semejante intercambio lírico-bailable, ya no elocuente, está visto que en los próximos 30 años el asunto lo revivirán en versión holograma.

Rarísimo. Nadie sensato exige pruebas de blancura 30 años después. ¿Importó en la década de 1950 cómo se votó en 1920 (por Alessandri o Barros Borgoño); o en qué partido se militó para lo del cabildo abierto y la destitución de García Carrasco en los años 1840; ídem, 30 años después de 1891, habiéndose sacado mutuamente la madre ambos bandos en Concón, Placilla, y en los saqueos con guardias blancas en Santiago? Por supuesto que no, pero vea usted en qué estamos. "Es hora de recuperar el sentido de ese día (5 de octubre 1988) para así restaurar totalmente la experiencia", propone Carlos Peña. ¿En 3D? ¿El volvamos a identificar quién es/era quién y, según eso, procedamos? El revanchismo, fuera de que es odioso, jamás hace sentido.

En fin, aun admitiendo que son, de repente, demasiados los partidarios del No sin aval, el afán protagónico de quienes se proponen guardianes de una supuesta razón de ser de toda una generación política tampoco convence. Como me dijera un amigo, "la imagen de esos artistas ya revenidos que buscan a como dé lugar un último aplauso, así sea por lástima" tendría una explicación. "Como ya no hay presente, hay que inventarse una epopeya, y qué mejor volver a las épocas pasadas. Por eso, este 'último bis' que el público, dicho sea de paso, no ha pedido".