La colorida imagen de dos granjeros -una mujer y un hombre- tomados de la mano y sentados bajo un cartel que tiene escrita la frase 'Bienvenidos',  anuncia que el año escolar ya comenzó.
Son las 8 de la mañana del martes 5 de marzo de 2019 y el salón de clases que alberga a los alumnos del kínder A del Liceo José Victorino Lastarria está repleto de niñas, niños, apoderados, autoridades y periodistas. La escena es inusual. Dentro del aula hace calor. Todos elevan la voz para intentar escucharse, y cada cierto rato se oye el llanto desconsolado de alguno de los niños que se termina perdiendo entre el ruido de la multitud.
Emma Ampuero Lagos (5) parece ajena a todo este caos. Sentada en la mesa que se encuentra al rincón derecho de la sala, logra mantener una concentración envidiable mientras juega en silencio. Esta ha sido una mañana extenuante para ella. En las cuatro horas que Emma lleva levantada ya ha experimentado varias emociones. Despertó ansiosa a las 5 de la mañana y rápidamente comenzó a chuparse los dedos hasta que salió de su casa. Luego, cuando llegó al establecimiento, se quedó dormida en los brazos de su madre, Pilar Lagos, que la ha acompañado en todo momento, y ahora, unos minutos más tarde después de esa siesta improvisada, se le ve feliz y animada armando una hilera de bloques de colores.
Ni Emma ni su madre, ni tampoco los otros apoderados, pueden imaginar cómo lucía hace dos meses atrás la sala de clases donde hoy están todos instalados. En vez de sillas, mesas y juguetes el lugar estaba repleto de herramientas porque se estaban realizando una serie de transformaciones -como la ampliación del baño- para recibir al grupo de 30 estudiantes mujeres que se incorporan al emblemático colegio para cursar kínder.
En ese entonces tampoco existía la imagen de la pareja de granjeros pegada en la pared. Antes, las figuras y dibujos que adornaban el aula eran casi todos de cuerpos masculinos. Con la incorporación de alumnas, eso y muchas otras cosas han cambiado.

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Pilar Lagos (37), la madre de Emma, siente que el verano se le pasó volando. En especial las últimas dos semanas de febrero, que resultaron caóticas porque tuvo que recorrer varios locales de Providencia buscando el uniforme de su hija.
Pese a estos contratiempos, Pilar se esfuerza porque el primer día de clases sea perfecto. Como familia están cumpliendo un sueño, porque Emma empezará su vida escolar en un colegio de excelencia donde esperan se mantenga hasta cuarto medio. Además, se trata del mismo establecimiento en el que estudia su hermano Mateo (9). "No solo me gusta el Lastarria porque es un liceo que académicamente va adelantado, sino también porque quiero que a mi hija le enseñen a pensar y a debatir sobre distintos temas. La Emma es una líder innata y quiero que desarrolle esa cualidad", cuenta Pilar, una tarde de enero, sentada en el living de su casa ubicada en la Villa Olímpica, en la comuna de Ñuñoa.

Apenas se anunció que el liceo sería mixto, el jardín infantil al que asistía Emma, que también pertenece a la Corporación Municipal de Providencia, postuló a la niña por petición de sus padres. Durante el segundo semestre, la familia fue notificada de que Emma había sido seleccionada para integrar el nuevo kínder mixto. A Pilar se le abren los ojos cuando recuerda ese momento, mientras que Emma interrumpe la conversación para hacer el gesto "dab", que consiste levantar un brazo y el codo y dejar caer la cabeza. "Así celebramos con mis compañeros que yo había quedado en el Lastarria", cuenta la niña.

En octubre del año pasado, la dirección del colegio citó a los apoderados para explicarles las normas internas. Pese a que Pilar las conocía perfectamente porque otro de sus hijos también estudia ahí, memorizó al pie de la letra lo que le dijeron en esa reunión. "Lo más importante es la responsabilidad y respetar los horarios de entrada. Nos hablaron del uso correcto del uniforme y de los nuevos protocolos para prevenir el bullying", relata.
La madre de Emma cuenta que los padres con los que ha podido conversar le han compartido que sienten presión por las expectativas que hay sobre sus hijas. "En algunos cursos andan dando vueltas comentarios como que con la llegada de las niñas el colegio se va a 'chacrear'. Al principio, yo tenía miedo de postularla por esto, dudé un poco. Pero lo único que ella quería era ser una lastarrina", dice. "Este es un colegio muy exigente y hay niños que no logran aguantar la presión. Emma está bien preparada".

Sobre este tema, el director del establecimiento, Pablo Gallegos, reconoce que respecto a la incorporación de mujeres "hay opiniones encontradas entre los alumnos". Todo esto, pese a que paradójicamente fueron ellos los que durante una de las tomas del año pasado exigieron "terminar con la educación sexista". "Algunos me han manifestado que el que el colegio fuera mixto implicaba que tendrían que hacer carne el discurso de una sociedad diversa. Y hay quienes no están de acuerdo, porque para ellos el Lastarria es de hombres y debería seguir siendo de hombres. Pero esa es la magia de este liceo. Aquí conviven diversas opiniones", explica la autoridad sin mayor dramatismo.

Los apoderados no son los únicos que se sienten preocupados por la llegada de las niñas. El director cuenta que los auxiliares de aseo ya han expresado sus temores. "Imagínate que hace 30 años nunca nos cuestionamos temas como estos", explica Gallegos.

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Pablo Gallegos, director del Liceo Lastarria[/caption]

Para enfrentar todas estas inquietudes, se implementó la comisión "Lastarria Mixto", que tiene por objetivo ir monitoreando el desarrollo e integración de las nuevas estudiantes y acompañar a toda la comunidad escolar. En especial a las educadoras de párvulos, quienes deberán adaptar las estrategias y los procesos de evaluación. "Nuestros instrumentos de evaluación estaban focalizados en el género con frases como 'el niño es capaz de …' que son cosas que ahora estamos revisando", asegura el director. "Existe evidencia empírica de que los profesores dan mayores oportunidades de participación a las mujeres en la asignaturas de Lenguaje y en la de Matemáticas a los hombres". Lo mismo ocurre con el comportamiento de los alumnos. "También está el tema de cómo enfrentaremos un comportamiento disruptivo entre un niño y una niña. Porque aquí los muchachos se hacían 'cariño a golpes'. Todos vamos a tener que dejar de ver como normal que se anduviera jugado a patadas", relata.
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Son las 6.00 de la mañana del 5 de marzo y en la casa de los Ampuero Lagos ya están todos levantados. Durante varios minutos, Emma se chupa los dedos y se tapa la cara con un "tuto", que es lo que generalmente hace cuando tiene sueño, explica su madre Pilar. Unos minutos más tarde, comienza a hacer ruedas e invertidas por el pasillo de la casa.
-¡Emma! ¡Cuidado! ¡Se te ven los calzones!- grita Pilar mientras termina de preparar el desayuno y colaciones de sus hijos. Pero la niña no le hace caso, y comienza a subirse a los sillones con una energía envidiable.
Mateo, el hermano de Emma, que también asiste al Lastarria y que se entretiene jugando con su celular, está usando pantalón. En este liceo, alumnas y alumnos no se vestirán iguales. Las niñas deben usar una falda gris -con líneas azules y rojas- y una blusa blanca con la corbata institucional. El pantalón está solo contemplado para el invierno.
El director Pablo Gallegos defiende esta decisión y explica que se tomó para respetar las diferencias propias entre hombres y mujeres. "Creemos que nuestras alumnas tienen que tener un grado de diferenciación con el resto de los estudiantes". Desde el liceo explican que harán todos los esfuerzos para adaptarse a los desafíos que implica el ingreso de mujeres a un colegio tradicional que durante sus cien años de historia solo ha educado a hombres. Estos solo podrán constatarse a medida que avance el año. "Mi meta es que para el próximo año postulen más niñas y que dentro de la comunidad educativa exista la percepción de que incorporar a mujeres fue una decisión positiva", dice su director.
Como Emma quedó despeinada, su madre vuelve a hacerle el moño y le pide que se quede quieta. No quiere que durante su primer día de clases luzca desarreglada, porque asistirán autoridades como la alcaldesa Evelyn Matthei.
A las 7.20 la niña, junto a sus dos hermanos y sus padres, salen rumbo al colegio. Apenas alcanzan a llegar a la hora. Mientras se acercan a la entrada, son abordados por decenas de periodistas que se avalanchan sobre las nuevas alumnas y sus apoderados para hacerles preguntas. Emma no deja de sonreírle a las cámaras. Le pide a su madre que la tome en brazos para no perderse ningún detalle de lo que está ocurriendo. Pareciera que entiende perfectamente que está siendo protagonista de un momento histórico.