La economía en un mundo paralizado

El miércoles, el panorama cambió. El fuerte brote de coronavirus dejó de ser considerado una epidemia para transformarse en pandemia. Y el mundo se paralizó. Ciudades completas fueron bloqueadas, las clases se suspendieron y el tráfico de pasajeros se congeló.


Eliminatorias en Sudamérica y Asia, suspendidas; la UEFA, suspendida; la NBA, suspendida; la Fórmula 1, suspendida; los torneos de tenis, suspendidos; el rugby, suspendido; Lollapalooza en Chile y Argentina, suspendido; los estrenos de cine, suspendido; todas las conferencias y seminarios económicos, suspendidos… y la lista suma y sigue. El miércoles el panorama cambió. En la tarde de ese día, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó lo que se ya se esperaba. Con más de 135.000 contagiados a nivel mundial y cerca de 5.000 fallecidos, la propagación del coronavirus o Covid-19 dejaba de ser una epidemia, para catalogarse como pandemia. Y el mundo se remeció. Las medidas se extremaron: clases suspendidas, cuarentenas generalizadas, bloqueos de ciudades y tráfico internacional cortado. De una globalización absoluta, se retomaba una suerte de aislamiento de antaño. Y el orbe entraba en pausa… se paralizó.

Desde mediados del siglo XX que el mundo solo ha sabido de interconexión. Hace exactos 25 años se creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) y la escalada en la globalización fue en aumento. En 2018, el comercio mundial movió US$19,4 billones y las primeras estimaciones hablan de que en 2019 cayó un 0,4%, un dato superior a los US$12,1 billones que trasladaba 10 años antes. Hoy vivir sin un movimiento permanente de bienes y servicios entre un país y otro es desconocido para muchos. Solo en Chile, el 70% de lo que una familia gasta al mes viene de afuera. Para qué hablar de ítems específicos: el 100% de la tecnología, el 100% de los autos, más del 80% de la ropa, el 50% de la carne es importada y la lista no termina ahí. El costo de habitar un mundo congelado es incierto, pero ya se estima que no hay industria donde el efecto no sea millonario. Y en un país tan pequeño como Chile, los coletazos serán de proporciones.

Tráfico congelado

El domingo en la noche, luego que se desatara el conflicto petrolero entre Rusia yArabia Saudita las alarmas se encendieron en los mercados. Al otro día las bolsas tuvieron su peor jornada desde 2008: el Dow Jones se hundió 7,79%, y el Ipsa, 4,58%. Y si bien hubo un pequeño respiro durante un par de días, el jueves, luego que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suspendiera por 30 días todos los vuelos provenientes de Europa, con excepción de Reino Unido, la debacle fue peor: el Dow Jones anotó su mayor baja diaria desde 1987. Solo en Chile el Ipsa decayó 6,33%, y el derrumbe hizo que 21 empresas locales valgan menos que hace una década. Solo la declaración de emergencia nacional del viernes en EEUU logró calmar los ánimos.

Ya durante la semana, varias compañías habían comenzado a sincerar el escenario. Ya no existe aerolínea que no haya restringido sus vuelos. Delta anunció una baja de un 40% en sus servicios; American Airlines hizo lo propio en un 10%; recortes similares anunció United Airlines, y la realidad nacional no estuvo ajena a eso. Latam Airlines, de hecho, redujo su capacidad en 30% para vuelos internacionales. Es que la industria aeronáutica parece ser, por lejos, una de las más golpeadas con el Covid-19.

A comienzos de marzo la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), estimó una pérdida de ingresos globales en 2020 para el negocio de pasajeros de entre US$ 63.000 millones y US$ 113.000 millones, dependiendo de la intensidad de propagación del virus. Hoy todo apunta a que la realidad estará más cerca de la parte alta de esa proyección. Incluso no se descarta que la demanda pueda llegar a niveles similares a los de tras el ataque de las Torres Gemelas en 2001.

Y lo anterior le pega de frente al turismo. Según datos de Tourism Economics, el sector en EE.UU. podría perder al menos US$24.000 millones en gastos extranjeros este año, siete veces más de lo que la industria perdió durante el brote de SARS en 2003.

Las cifras hablan de 8,2 millones de visitantes menos en un año, lo que sería incluso más que los 7,7 millones de viajeros internacionales perdidos en 2001 y 2002, después de los ataques del 11 de septiembre. Es que, según Tourism Economics, podría haber 25 millones menos de viajes de turistas chinos al extranjero, eliminando US$73.000 millones en eventuales gastos.

De hecho, a nivel mundial varias de las principales atracciones se han ido cerrando. Es que ya hay gobiernos que han prohibido reuniones de más 50 o 100 personas. A nivel local, ya prácticamente todos los eventos se han suspendido, y los que quedan en pie están en evaluación. Para muchos, la máxima parece ser permanecer en los hogares al menos hasta que los contagios se detengan. Ello, mientras el comercio mundial se ve en problemas, las importaciones y exportaciones comienzan a frenarse y el intercambio se paraliza. Ya incluso no se descarta empezar a mirar otro tipo de proveedores para abastecerse (ver páginas 10-11).

Recesión global

“Dada la rápida evolución de la situación, con algunos países que entran en un bloqueo total o parcial, es probable que el impacto en el crecimiento de la zona euro sea más significativo de lo que pensábamos anteriormente”, explica el economista jefe de ING Bélgica, Vanden Houte. “El shock de oferta también se ha traducido en uno de demanda y un shock financiero. Con la recreación, los hoteles y restaurantes, y el transporte, sufriendo un gran golpe, será difícil evitar una contracción del consumo en el primer trimestre”, puntualiza.

Si bien enero y febrero fueron buenos meses para la zona euro, ahora el panorama se revirtió. Si antes el foco estaba en China, hoy el virus está en 126 naciones. El viernes, de hecho, la OMS denominó a Europa como el nuevo epicentro del coronavirus, al reportarse diariamente más casos nuevos que en China. La palabra recesión suena con fuerza. No solo en Europa, sino que en varias partes más. Y ya no hay economista que vea las cifras en terreno positivo. “Existe una posibilidad real de recesión en algunas partes del mundo. Este es claramente el caso en Europa, por ejemplo, dado el bloqueo en Italia”, subraya el vicepresidente sénior y economista jefe de Scotiabank en Canadá, Jean-François Perrault. ING Bélgica, por ejemplo, prevé una contracción intertrimestral anualizada de la zona euro de 2,5% en el primer trimestre. Y si bien anticipan que la epidemia debiera alcanzar su punto máximo la primera quincena de abril, el repunte no será automático. “El primer semestre muy negativo mantendrá la cifra de crecimiento para todo el año en territorio negativo. Ahora anticipamos un crecimiento del PIB de -0,3% en 2020, aunque con mucha incertidumbre en torno a este escenario”, explica Vanden Houte. “Con Italia bloqueada y la propagación acelerada del virus en Europa, tendremos un declive económico significativo este año. Mientras que algunos países tienen el espacio para aumentar los déficits para estimular la economía, otros no”, agrega. “La economía italiana se enfrenta ahora a un escenario de caída del PIB en la región del 5%-10%”, complementa el director del European Centre for International Political Economy (ECIPE), Fredrik Erixon.

La realidad es bastante similar a lo que se espera para Estados Unidos. “Estamos muy cerca de una recesión global”, decía el jueves a la BBC, el profesor de la Escuela Harvard Kennedy, de la Universidad de Harvard, Jeffrey Frankel.

Según explica el economista senior para EE.UU. en Capital Economics, Andrew Hunter, a Pulso Domingo, las medidas derivadas del coronavirus generarían una baja anualizada del PIB de EE.UU. del 4% en el segundo trimestre, con un crecimiento de 0,6% para 2020, bastante inferior que el 1,8% que proyectaban previamente. “Si tales medidas ayudaran a frenar la propagación del virus, podrían reducir el riesgo de un peor escenario, en el que un tercio de la población se infecte y provoque una recesión prolongada”, enfatiza Hunter.

Dentro de este escenario, los coletazos hacia Chile serían directos. La menor actividad mundial tiene un impacto en el cobre. El viernes se cotizó por debajo de los US$2,5 la libra, lo que afecta los ingresos del país. Así, los pronósticos de crecimiento económico para Chile en 2020 se han ajustado a la baja y se acercan al 0%. El expresidente del Banco Central, Vittorio Corbo, lo pronosticó esta semana, visión a la que también se han sumado otros economistas y bancos de inversión internacionales.

La economista de EuroAmerica, Martina Ogaz, comparte esos pronósticos: “Este año podría estar bordeando el 0%, y esa cifra no es peor solo porque ya está comprometido desde antes un alto gasto fiscal”.

Pero un número negativo no está descartado. Sergio Lehmann, economista jefe de Bci, cree que el cálculo está asociado a la capacidad de respuesta de la economía a nivel interno, la que a su juicio “hoy está más debilitada”. Así, para una primera aproximación se remonta a 2009. “El mundo crece ligeramente negativo y la economía chilena cae 1,5% más o menos. Esa cifra hoy podría ser algo más negativa, es decir, caer más allá de 1,5%”, explica Lehmann.

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