El silencio de los inocentes

MARCHA

¿Cuáles son las causas de "La pacífica primavera de octubre"?


El 18 de octubre de 2019 será recordado como un momento significativo de nuestra historia. Recordando un título de una novela de Tom Clancy, lo podríamos bautizar como "Octubre rojo" (por los incendios, no por una bandera partidista); o, en una visión más idealista, como "La pacífica primavera de octubre". Yo me quedo con esta última, porque "pacífica" ha sido la palabra más repetida en la radio y la TV, por narradores que suelen marcar el contrapunto con imágenes de violencia que ellos mismos difunden. "Primavera", porque es una estación que provoca alteraciones en el ánimo, aunque la conducta de algunos desadaptados ha traspasado lo imaginable. Lo que le han hecho al Metro, a la cadena de suministros y a las ciudades, dañando la calidad de vida de los más necesitados es desquiciado.

¿Cuáles son las causas de "La pacífica primavera de octubre"? Claramente se trata de un problema multifactorial. Por un lado, hemos tenido seis años de crecimiento acumulado significativamente menor al del mundo y al de nuestra historia post 1990. René Cortázar lo destaca en un ensayo publicado por Cieplan antes de los desmanes. Afirma: "En el gobierno de la Nueva Mayoría se bajó otro escalón y crecimos a poco más de la mitad que la economía mundial". Ese menor crecimiento está implícito en la desesperanza actual, porque el bienestar conseguido con tanto esfuerzo por la clase media se ve amenazado y crispa los ánimos de los más postergados.

Se suma un alza en el tipo de cambio producto, entre otros factores, de la caída del precio del cobre. Aumentos del precio de algunos servicios públicos, como las autopistas o el transporte, cuyos polinomios están indexados principalmente a costos de producción y no consideran suficientemente los ingresos de las personas. Todo ello ha golpeado el presupuesto familiar.

La lista continúa con una población descontenta con el funcionamiento de una serie de industrias, normalmente mal reguladas. La salud, con su carencia de seguros catastróficos de largo plazo, las farmacias con restricciones a la entrada de más competidores, las bajas pensiones y muchos otros ejemplos se agregan al listado. Todo ello, en un contexto histórico de desconfianza generalizada en las instituciones: Ejecutivo, Congreso, Poder Judicial, Iglesia, empresa…

Pero, observar lo que no funciona, no debe silenciar lo que sí funciona, y lo que funciona de modo regular. Hasta hace seis años teníamos la mejor economía de Latinoamérica. La reducción de la pobreza cayó gracias a ello del 40% a menos del 10%, la desigualdad se redujo y el crecimiento del PIB per cápita nos llevó a ser el país con ingresos más altos del continente al sur del Río Grande. En el intertanto, el tamaño del Estado se expandió a un ritmo muy superior al de la población: en los últimos 10 años el gasto público per cápita casi se duplicó, siendo el Estado, hasta ahora, más parte del problema que de la solución. Coincidentemente, buena parte de los reclamos de este "despertar" se dirige contra servicios mayoritariamente estatales, como la salud y la seguridad.

Es difícil encontrar la receta mágica para salir de esta crisis, pero lo que está claro es cómo no salir de ella. No saldremos nunca si no ofrecemos las mínimas condiciones para seguir trabajando, mandando los niños al colegio y recuperando los espacios públicos para la vida en sociedad. Y saldremos muy mal si se legisla contra las cuerdas, se negocia bajo alta presión y se cae en propuestas circunstancialmente populares, porque el remedio puede terminar siendo peor que la enfermedad. Volver a la lógica de la reforma tributaria del 2014, por ejemplo, terminará por empeorar lo que se pretende corregir, porque un país con menos crecimiento se vuelve un país más desigual.

También se sale cuando se escuchan todas las voces, no sólo las que suenan más fuerte. Recordando una gran película basada en un libro de Tom Harris, "El silencio de los inocentes": ¿Clarice, cuando te despiertas en la oscuridad escuchas los gritos de los corderos?, preguntaba Hannibal Lecter. Hasta ahora, el silencio de la mayoría que quiere volver pronto a la normalidad y que, de manifestarse, lo ha hecho pacíficamente demandando cambios necesarios, parece ahogado por los actos violentos de quienes aspiran a transformarse en los carniceros del "modelo". Es hora de escuchar el silencio de los inocentes.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.