Vladimir Werning: “La etiqueta del populista de derecha es ser conservador, fascista y antidemocrático, y Milei no encaja en esa definición”

Vladimir Werning

El exdirector de Estrategia y Política Económica para América Latina de JP Morgan y uno de los cerebros económicos del gobierno de Mauricio Macri, destaca la agenda económica de Javier Milei, aunque alerta por los riesgos de dolarizar. Werning cree que Milei y Bullrich pasarán a segunda vuelta. “Las propuestas de Milei de reforma laboral, privatizaciones, apertura comercial y simplificación tributaria y regulatoria son todas acertadas. La propuesta más controvertida es la de eliminar del BC”, afirma.


Hace cuatro años que el exdirector de Estrategia y Política Económica de JP Morgan no concede una entrevista. Luego de su renuncia en 2018 como uno de los asesores económicos claves del gobierno de Mauricio Macri en Argentina, el economista Vladimir Werning, que logró completar 20 años de carrera en Nueva York en uno de los bancos de inversión más grandes del mundo, moderó su perfil público y encontró su lugar en el sector financiero bonaerense.

Sin embargo, hoy Werning entra de lleno al análisis del “fenómeno” político que remece a Argentina tras las primarias de principios de agosto. No sólo confiesa estar expectante sobre cómo avanzará la campaña del candidato libertario Javier Milei, sino también por el efecto que tendrán sus propuestas económicas si llega al poder. “La etiqueta del populista de derecha es ser conservador, fascista y antidemocrático, y Milei no encaja en esa definición”, afirma a Pulso el hoy director ejecutivo de Crédito y Renta Fija de la gestora financiera Latin Securities.

¿Cómo explica el fenómeno electoral que ha surgido con la candidatura de Milei?

-El voto a Milei es amplio y hoy cruza el electorado. Es resultado de la sensación de empobrecimiento de los argentinos, aunque con matices distintos. Los votantes opositores sufren la decadencia como un fenómeno estructural, resultado de muchos años de populismo de izquierda; un sector de Juntos por el Cambio considera a Milei como la oportunidad de expresar un “voto hartazgo”. Sienten que su gobierno (de Mauricio Macri entre 2015-2019) falló al apostar a medidas gradualistas, a sobreactuar la corrección política, y a trabarse en el “toma-y-dame” de la vieja política en el Congreso. Se vuelcan a Milei porque temen que Juntos por el Cambio (de Patricia Bullrich) sufra de tibieza para impulsar reformas y ejercer el poder.

Del otro lado, los votantes del gobierno han sufrido cuarentena salvaje y sequía histórica mediante, un castigo coyuntural en términos de inflación y desempleo que no perdonan. El Estado está quebrado y no les ofrece amortiguadores y el Banco Central (BC) también ha sido vaciado por malas políticas. Para ellos Milei es el “voto castigo” o “voto bronca”. Hay que recordar que, en medio del ajuste económico de 2019, la campaña del kirchnerismo hacía alarde de que le devolvería el asado a la mesa de los argentinos, pero cuatro años más tarde a estos votantes apenas les alcanza para comprar polenta.

Entonces, la base de apoyo de Milei es extremadamente heterogénea...

-Sí, pero solo desde la perspectiva convencional. Captura votos por derecha e izquierda de la “grieta política”. Construyó ese puente político proponiendo trasladar el ajuste económico, ese empobrecimiento que hoy sufre la mayoría de la sociedad, a la “casta política”. Aprovechando su condición de outsider, apunta sus dardos no sólo al gobierno kirchnerista, sino también a parte de la oposición. Los acusa de vivir mejor sin trabajar merced a los privilegios y el gasto que les otorga el poder estatal.

Con ese discurso está convenciendo a muchos trabajadores del sector privado que los partidos que los representaban en el pasado hoy los han abandonado y sólo representan sectores ociosos clientelares del Estado.

¿Cuál sería el denominador común de su electorado?

-De ambos lados de esta “grieta”, Milei se ha alzado con un voto generacional. Entusiasma a la juventud argentina. Es un cóctel de energía, épica y coraje. Es políticamente incorrecto y desborda de rebeldía rockera en cada aparición. Su promesa para la juventud es que él está dispuesto a patear el avispero, caiga quien caiga. La cortina musical que usa en la apertura de sus actos es nada menos que el tema “Se viene el estallido”, del grupo argentino Bersuit Vergarabat.

Coincidencia o no, ese grupo icónico fue un constructor de puentes entre audiencias musicales enfrentadas; fusionó el rock, la cumbia y la milonga. Irónicamente, la irreverencia que supo representar en la escena musical de los 90 también fue dirigida a un gobierno peronista que, en ese momento, se vestía de ropas liberales.

¿Calificaría a Milei como un populista de derecha?

-La connotación de populista de derecha es superficial y no me convence del todo. Estoy de acuerdo que resulta fácil colocarle el rotulo de “derecha”. Milei denuncia abiertamente el fracaso de la izquierda, en todas sus variantes. Rechaza al progresismo como expresión del socialismo y al socialismo como expresión de comunismo. Y al comunismo lo denuncia como opresor de la libertad comercial y de la libertad civil. La agenda promercado y anti-Estado que plantea como alternativa lo coloca a la derecha en materia económica.

También hay razones por las cuales muchos lo catalogan como populista. Los populistas priorizan la relación directa con la gente y alimentan un culto a la personalidad. La centralidad de Milei tiene un componente inevitable. A fin de cuentas, es el fundador de un partido nuevo con solo dos bancas en el Congreso. Pero entre excentricidades discursivas y la idolatría de sus seguidores ha adquirido un aire mesiánico. Además, algunas de sus propuestas emblemáticas, como la dolarización, son criticadas por sonar como promesas simplistas o mágicas. Por último, ha planteado que podría avanzar con las demandas del electorado por medio de plebiscitos populares si el Congreso se opone.

Pero el uso de ambas etiquetas juntas, “populista de derecha”, simplifica demasiado porque acarrea la intencionalidad de descalificar. Esta simplificación nace del temor que genera en sectores del establishment político, mediático y empresarial su ascenso repentino y, por ahora, independiente. La etiqueta del populista de derecha es ser conservador, fascista y antidemocrático, y Milei no encaja en esa definición.

¿Lo ve como un Trump argentino?

-Milei comparte con Trump su incorrección política y le agrega estética rockera. Ambos se presentan como independientes y acusan a los políticos de carrera de no querer hacer los cambios que necesita el ciudadano común. Milei critica la casta política como Trump criticaba el “pantano de Washington”. Pero Milei no es Trump en un aspecto clave de la política. Trump usó la plataforma del Partido Republicano para llegar a la Presidencia y sobre esa red orgánica de la política estableció rápidamente su gobernabilidad. Milei fundó su propio partido y su mayor desafío es erradicar las dudas que genera su imagen de “one man show” y así dar confianza que puede implementar y articular ideas. En temas de economía Milei también se distingue de Trump. Es aperturista en lo comercial mientras que Trump promovía mayor nacionalismo y protección bajo su lema “America First”.

Pero es un liberal con algunos tintes conservadores...

-Sí, esa etiqueta es más adecuada que la de populista de derecha. Ser políticamente incorrecto, como Milei, puede interpretarse como un rasgo de autoritarismo. Pero Milei enfoca su intolerancia a la extensión de la pobreza, no a un sector de la sociedad. El eslogan de Milei “Viva la libertad, carajo!” tampoco se aplica al estereotipo de derecha autoritaria. Entonces, representa una postura antisistema en términos de criticar al resultado del sistema político definido por las dos coaliciones que han gobernado, pero no lo hace en términos de antidemocracia.

Además, su núcleo electoral es la juventud, a quienes no se puede etiquetar de conservadores. Parte importante de la juventud argentina se está convenciendo que la política basada en conceptos progresistas está impidiendo su progreso personal: la izquierda está en el poder y, por lo tanto, es parte de la “casta parasitaria”, y el Estado presente y protector en la realidad se ha convertido en un Estado de privilegiados y clientes.

Lo más alejado de la acusación de populismo es el contenido de la agenda política y económica de Milei. Su campaña se basa en recetas de austeridad económica. Propone equilibrar las cuentas fiscales, bajar el gasto estatal improductivo, pagar la deuda contraída, y apagar la máquina de imprimir billetes del BC. Es decir, propone empezar a hacer esfuerzos inmediatamente para revertir la decadencia en vez de patearle la pelota a la próxima generación. Quizás el elemento más populista de su programa es la ambición de reducir la carga impositiva, dada la fragilidad fiscal y financiera del gobierno.

¿Cuál es la viabilidad del plan económico de Milei teniendo en cuenta que no tendrá un Congreso a su favor ni el apoyo de los sindicatos si llega a la Casa Rosada?

-Será el desafío principal que enfrente. El mercado en general se entusiasma con las reformas de promueve Milei, con la excepción del riesgo que puede implicar dolarizar. Pero el mercado también recuerda las consecuencias de haber subestimado el riesgo de ejecución cuando Macri intentó llevar a cabo reformas promercado.

Para un partido nuevo como La Libertad Avanza de Milei, el número de bancas que puede lograr en el Congreso será un éxito, en torno a 40 sobre 257. Pero para gobernar esos números son un problema mayor. Macri tuvo mucha resistencia para ejecutar sus reformas en los primeros años, a pesar de más que duplicar ese número de bancas. Milei tendrá que hacer un curso acelerado en construir consensos. Hay dos desafíos adicionales que persistirán aún si logra el apoyo de Juntos por el Cambio en el Congreso: la presión de la protesta callejera, organizada por el kirchnerismo opositor, y la cooperación de los gobiernos provinciales con el ajuste fiscal, ya que Argentina es un país federal. La gobernabilidad para Milei se jugará en el Congreso y también en la calle.

¿Deberá moderar su plan económico y discurso disruptivo para ampliar su base electoral?

-Hoy es razonable que modere su estilo de comunicar. Le serviría para acotar la imagen de imprevisibilidad que acompaña a un candidato que no tiene un armado político de envergadura. Pero en cuanto al contenido de su discurso, Milei no tiene incentivo a hacer cambios. Su denuncia de la destrucción del poder de compra y capacidad de ahorro del salario se vuelve más filoso cuanto más acelera la inflación. Y como ha logrado que la gente relacione la inflación con el déficit fiscal y el exceso de gasto público, eso le da plataforma adecuada para aprovechar la bronca contra la “casta política”, su verdadero activo electoral.

¿Qué medidas que propone Milei son las que más le gustan y las que le parecen más inconvenientes para el momento actual

-El mayor logro de Milei es instalar en el debate un diagnóstico adecuado de los problemas que mantienen a Argentina en un estancamiento interrumpido sólo por un loop de crisis recurrentes. ¿Cuál es su diagnóstico más central y urgente? Que Argentina tiene un problema de déficit fiscal imposible de financiar y un tamaño de Estado que ahoga la productividad privada. Pero ahora la carga tributaria ya no deja lugar para subir más los impuestos. Los defaults y reestructuraciones de deuda pública han secado el crédito externo. La impresión de pesos y las devaluaciones permanentes han licuado al ahorrista y agotado el crédito interno. Pisar el tipo de cambio o tarifas para reprimir inflación sólo ha incentivado la fuga de capitales y ha agotado las reservas del BC, que hoy son negativas.

Las propuestas de Milei de reforma laboral, privatizaciones, apertura comercial y simplificación tributaria y regulatoria son todas acertadas. La propuesta más controvertida es la de eliminar del BC. Si Milei es serio en dar vuelta el desequilibrio fiscal y sincerar el tipo de cambio, no debería ser necesario. En línea con esta idea de reforma monetaria drástica, Milei siempre menciona la dolarización como su norte. En este rubro es donde, por el momento, su propuesta genera más preguntas que entusiasmo. Hay muchas razones teóricas, pero la principal es la experiencia propia: el trauma económico que implicó la salida de la dolarización de los 90. Es importante notar que luego de las primarias Milei ha sugerido que puede ser más pragmático de lo que dio a entender: mencionó que está evaluando distintas variantes de dolarización.

¿Cuál es su pronóstico para las elecciones de octubre y el balotaje de noviembre?

-Es difícil pronosticar porque en Argentina los encuestadores no han podido medir las tendencias y anticipar el resultado de las primarias este año, como tampoco lo hicieron en las de 2019. Además, no se sabe cómo votará la gran cantidad de ciudadanos que por apatía no participaron en las PASO (primarias). Lo más seguro, debido a la aceleración inflacionaria y al colapso de la actividad económica, es que al gobierno kirchnerista le vaya mal. Eso plantea un escenario de contienda entre opciones de oposición, Milei y Bullrich, en segunda vuelta o, quizás, en primera vuelta. La apuesta de Bullrich, quien comparte con Milei parte del electorado, será mostrarse igual de corajuda que Milei para impulsar los cambios, pero mejor organizada y previsible para ejecutarlos. Pero si la contienda se define en una segunda vuelta, hay que tener presente que un cuarto o un tercio del electorado identificado con una coalición política tradicional no tendrá un representante en la elección. Eso le da una oportunidad histórica a Milei de ganar.

En su discurso ha nombrado a Chile como modelo en algunas materias. ¿Cree que está mirando de cerca el modelo chileno?

-El éxito de Chile, como de cualquier país, depende del diseño de un esquema de equilibrio general. En Argentina tenemos el defecto de citar el éxito chileno como justificativo para impulsar algunas medidas puntuales. Bajo la presidencia de Menem se copió el sistema previsional de capitalización de las AFP y en la era de Macri, el BC se entusiasmó con su sistema de indexación en UF para el crédito bancario. Ambos esquemas terminaron fracasando en Argentina por razones obvias. Lo que nunca copió Argentina de Chile fue una mayor racionalidad fiscal estructural. En este sentido, la admiración que puede demostrar Milei por el modelo chileno parece más consistente y, por ende, más realista. Ahora bien, por más que se copien todas las ideas de Chile, la aprobación e implementación de las ideas es propia de cada país y su coyuntura; no se van a poder copiar. Esto es lo que deja a todos expectantes.

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