La experiencia de países como Irlanda, España y Corea del Sur evidencia la relación entre la construcción de una base científica sólida y el desarrollo sostenible de sus economías. Chile, que ha tenido un avance significativo en formar a un grupo de investigadores de alto nivel en los últimos años, podría estancarse a medio camino por la falta de recursos. El quehacer científico nacional no ha logrado establecer aún la masa crítica necesaria para dar el salto cualitativo a una ciencia básica de primer nivel.

De hecho, el crecimiento y ampliación de esta base científica está hoy en riesgo de desaparecer. Y lo está porque la inversión en ciencia está disminuyendo y se está focalizando en pocos grupos de investigación, que, sin restar el tremendo mérito que tienen, concentran estos escasos recursos y, por lo tanto, enfocan la investigación en pocos problemas. El modelo actual de actividad científica en el país promueve el individualismo por sobre la construcción colectiva de conocimiento.

Se percibe que las políticas del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología tienden a incentivar la concentración de recursos en los denominados grupos de excelencia. Y aunque la generación de grandes centros de investigadores es vista como positiva, debe existir cautela para no concentrar en pocos grupos o pocos investigadores grandes cantidades de recursos en desmedro de la gran masa de científicos en los que se ha hecho una enorme inversión durante su proceso formativo. Esta opinión es compartida por la comunidad de investigadores e investigadoras del ICBM.

Las repercusiones de esta brecha pueden tener como consecuencia la disminución de la base de investigadores y/o la precarización de las condiciones laborales de muchos. Por ejemplo: pese al aumento de cantidad de investigadores e investigadoras jóvenes y sénior –formados con fondos públicos en Chile y en el extranjero–, la disminución de recursos para hacer ciencia de alto nivel trunca su proyección.

Como resultado de ello, nuestro modelo de desarrollo sigue dependiendo cada vez más de la tecnología del denominado primer mundo. No ha ha habido un esfuerzo decidido, coordinado y transversal para fortalecer efectivamente el desarrollo tecnológico, hacia donde no es posible avanzar sin ciencia básica y construcción de conocimiento. Aun cuando se conocen experiencias locales que pudieron iluminar el camino, su limitado número hacen de ello no mucho más que una anécdota. El desarrollo de la vacuna Fuenzalida-Palacios, estancada por una política cortoplacista, es una prueba de ello.

Hasta hoy, el sistema económico instalado en Chile a fines de los años 70, basado en la extracción de recursos naturales sin valor agregado, no solo conspira contra el desarrollo del país, sino también de la ciencia y la tecnología. El nuevo Ministerio debe fomentar la ampliación y consolidación de la base de investigadoras e investigadores, para garantizar el estudio de los problemas del país, y también otros temas potencialmente prioritarios, profundizando la investigación básica para construir una plataforma de tecnología aplicada e innovadora.

Debe ser un esfuerzo del Estado promover las colaboraciones y asociaciones, entre diversas disciplinas y sectores, para reactivar la formación de nuestra base científica para una investigación de primer nivel. De lo contrario, el modelo de desarrollo científico que impulsa no hará más que replicar algunas de las causas que están en la base del estallido social de octubre: individualismo, concentración de recursos y falta de oportunidades, entre otros.