Columna de sismología: Los desastres no son naturales

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El terremoto que más muertes ha causado en los últimos 10 años ocurrió el año 2010. No ocurrió en Chile, sino que en Haití. Las cifras hablan de un desastre mayúsculo: más de 300 mil muertos, 1.5 millones de personas sin casa, y un daño tremendo a la infraestructura público y privada que hoy, más de 7 años después del trágico evento, aún tienen a Haití tratando de recuperarse. Esto, en medio de un panorama mundial donde constantemente nos enfrentamos a los llamados "desastres naturales"  en todo el mundo, tienen hoy sumido a este país un tanto en el olvido. El problema es que 7 años es muy poco tiempo para recuperarse, no sólo desde un punto de vista más ingenieril, sino que también desde uno más social: la vida de las personas cambió radicalmente en los menos de 30 segundos que duró todo el movimiento. Muchos cargarán con las heridas emocionales producidas por ese terremoto durante el resto de sus vidas. Familias enteras fueron borradas del planeta en menos de lo que toma hacerse un café. Todo el proceso que nació con el terremoto es uno que llama a que la reflexión sobre la fragilidad de la vida, pero por sobre todo nos llama a hacernos cargo de varias preguntas, entre ellas: ¿se podría haber hecho algo antes del terremoto? ¿estaba la sociedad preparada para enfrentarlo? ¿cómo se recupera un país de un shock de ese nivel?

Hablando en términos un poco más científicos, el terremoto del 12 de Enero del 2010 fue muy grande para el entorno geológico en el cual se produjo. Tuvo una magnitud 7, que para nuestros estándares chilenos es "muy pequeño", y sólo consiguen asustar a turistas y al rey de España. Sin embargo, su profundidad fue baja (alrededor de 10 kilómetros), lo cual produjo que se sintiera catastróficamente fuerte en Puerto Príncipe, que está ubicado justo encima de la zona de ruptura de este sismo. Tan así que la intensidad del terremoto en esta ciudad (no confundir con magnitud, que es una sola y depende del tamaño del terremoto) fue IX en la escala de Mercalli. Pero la verdad es que el desastre en Haití provino de estructuras que actuaron como armas de destrucción masiva: las construcciones. La forma en que estas estaban construidas representa una pesadilla para los ingenieros, y fue lo que convirtió a un terremoto importante en un desastre natural. Lo peor de todo es que los científicos ya venían conversando hacía un tiempo acerca de la posibilidad de tener un terremoto grande en la región en el futuro. Esto muestra que los desastres jamás son naturales: son sociales. El terremoto iba a ocurrir de todas formas, ¿por qué no se pudo preparar adecuadamente Haití? Las razones son muchas, involucran a muchas áreas del conocimiento, y todas tienen que ver con las decisiones que toma una sociedad.

¿Qué pasa en Chile? Por el lado positivo, somos uno de los países más resilientes del mundo. Esto significa que nos podemos levantar rápido, y de manera bastante respetable. Hemos tenido 4 terremotos de magnitud mayor a 8 desde el 2000, más de 10 volcanes han entrado en erupción en esa misma ventana de tiempo, e imagino que nadie olvida los aluviones en el norte, y los gigantescos incendios forestales que hemos tenido en la zona centro-sur del país estos últimos años. Las personas que más han sufrido han sido los que menos tienen: si bien los terremotos y las erupciones volcánicas no distinguen entre clases sociales al momento de ocurrir y ocasionar daños, la capacidad para levantarse de los más privilegiados es muchísimo más grande que la de los que menos tienen (esto, por supuesto, es algo que ocurre a nivel mundial: basta ver quienes han sido los más damnificados por los huracanes en Estados Unidos). ¿Qué debe hacer un Estado responsable, entonces? la respuesta es simple: hacerse cargo.

Para hacernos cargo necesitamos la ayuda de todos. Por un lado, los científicos deben aportar su conocimiento y ayudar a identificar cuáles son las zonas más propensas a sufrir graves consecuencias producto de algún fenómeno natural violento. En ese sentido, vamos bien: nuestros científicos están identificando estas regiones, y siguen haciéndolo todos los días. Sin ir más lejos, ya sabemos cuáles son los 10 volcanes que poseen un mayor riesgo volcánico, y también están identificadas las zonas más propensas a sufrir un gran terremoto: el norte de Chile, la región que se extiende desde Illapel hasta Pichilemu, y la evidencia también apunta a que la zona sur del país ya está en condiciones de albergar terremotos con magnitud 7.5 - 8. En la parte ingenieril, tampoco estamos mal: nuestra norma de construcción es una de las mejores del mundo en términos sísmicos. Uno de los lugares donde fallamos es en la planificación urbana. Mucha gente vive en zonas donde el riesgo de sufrir por la crecida de un río, un aluvión, una erupción volcánica, o un terremoto es muy grande. Por desgracia, la voz de los organismos técnicos y de los expertos no llega a las grandes masas, ni menos a las personas que toman decisiones. Esto es algo que debemos cambiar. Sólo así podremos cambiar nuestra sociedad y comenzar a prepararnos de buena manera frente a los eventos que van a ocurrir, pese a que no sepamos cuando.

Hace unas pocas horas ocurrió un terremoto de magnitud 7.1 en el centro de México. Por desgracia, varios edificios han caído en Ciudad de México, y muchos se han visto profundamente afectados. Y si bien aún hay que esperar a ver qué pasará en las próximas horas para poder apreciar el estado completo de la emergencia, resulta trágico que aún ocurran grandes daños en una ciudad que hace 32 años sufrió uno de sus terremotos más devastadores, sobre todo considerando que ese fue 32 veces más grande que el ocurrido hoy. Nuestra respuesta como humanidad frente a los fenómenos naturales es un trabajo que siempre está en progreso, y hoy por hoy debería ser una de nuestras prioridades.

Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.

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