Fotografía post mortem: la moda que se impuso en el siglo XIX

Vestir a los cadáveres y hacerlos participar de una foto grupal, no era morboso en esa época, incluso la tendencia llegó hasta Latinoamérica.




En 1839 nació en Paris, Francia, una tendencia que ahora puede parecer espantosa y morbosa, pero en esa época la muerte era considerada un privilegio, por lo que las fotografías post mortem nutrían de nostalgia.

Sin embargo, estas fotografías tomaron su fuerza en la Inglaterra victoriana, donde la  edad promedio de muerte de un hombre de clase media o alta era de 44 años. Además, 57 de cada 100 niños nacidos dentro de la clase trabajadora fallecían antes cumplir cinco años. 

De esta forma, los funerales a realizarse en esa época tomaron otro sentido, todo lo que rodeaba la muerte de una persona era parte de la vida diaria.

Con el daguerrotipo en 1839, la fotografía se extendió por el mundo, volviéndose más barata que mandar a hacer un retrato pintado.

Así, las familias vestían a sus difuntos con las mejores ropas y peinados, haciéndolos ver vivos o simplemente, dormidos. También muchas veces se intervenían las fotografías, para modificarles la mirada.

Para el montaje también se usaban estrategias, como mantos para cubrir a las personas que sostenían los cuerpos, telas para tapar fierros, etc.

EN LATINOAMERICA
En 1848, Tomas Helsby ofrecía este tipo de retratos al igual que Bartola Luigi con su socio Aldanondo Antonio, que en 1856 instalaron su estudio especializándose en retratos post mortem en Argentina.

Daviette, de nacionalidad francesa, en conjunto con el profesor Furnier ofrecían en Perú entre los años 1844-46, los servicios de fotografías de difuntos en la cual recalcaban con avisos en el diario local la posibilidad de inmortalizar al ser querido.

En el caso de México, hubo varios fotógrafos que obtuvieron importantes colecciones fotográficas de “difuntos”, uno de ellos fue Juan de Dios Machain, fotógrafo jalisciense de quien se conocen más de 100 fotografías de este tipo.

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