Jueces justos

Corte Suprema


Hace algunos años leí, más bien disfruté la novela de Emmanuel Carrére De vidas ajenas. Uno de los personajes principales es un juez, y en ese contexto el autor recuerda una arenga con que el profesor Baudot de la Escuela Nacional de la Magistratura de Francia, recibía a sus alumnos futuros magistrados. "Sed parciales. Para mantener la balanza entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, que no pesen lo mismo, inclinadla hacia un lado. Tened un prejuicio favorable con el deudor contra el acreedor, con el obrero contra el patrono, con el atropellado contra la compañía de seguros del atropellador, con el ladrón contra la policía, con el acusado contra la Justicia. La ley se interpreta, dirá lo que quieran ustedes que diga".

Luego de este discurso el profesor fue sancionado. Sin dudas el profesor se excedió y daba una señal compleja a sus jóvenes alumnos, pero convengamos que proteger el más débil sin fallar contra ley, parece una justa causa.

Lo anterior lo traigo a colación a propósito de la declaración del ministro Hernán Larraín en el sentido de que la mayoría de los jueces son de izquierda y de la respuesta del ministro Milton Juica, que juzgó amenazantes tales palabras. Existe el riesgo de que se distorsione la discusión que necesitamos hacer sobre el funcionamiento del sistema de administración de justicia, que ciertamente necesita mejoras sustanciales.

Que un juez sea de izquierda o de derecha no nos dice nada sobre su calidad. Habrá que juzgar sus actos, su manera de actuar, su rectitud. Por supuesto que, como cualquier ciudadano, ellos pueden adherir a una determinada filosofía o credo y tener preferencias ideológicas o políticas, pero eso no debería perturbar la delicada tarea que la sociedad les encomendó. Que un ministro de la Corte Suprema haya votado por tal o cual candidato no es algo que aporte nada esencial acerca de lo que la sociedad espera de él: honradez, competencia, rigor a toda prueba en el cumplimiento de sus deberes.

Lo decisivo es que los jueces sean personas íntegras, que conozcan bien los códigos y los apliquen con buen criterio, que resistan las presiones políticas, económicas o de cualquier clase, y desde luego que no sientan que forman parte de una casta cuya primera preocupación sea reproducir su propio poder. Que un juez sea conservador o progresista, según las etiquetas que hoy se reparten con facilidad, no es garantía de nada. Lo que la sociedad espera es que ellos sean capaces de "dar a cada cual lo suyo", con equilibrio, con sentido de justicia, con apego al derecho y esa es una labor muy compleja.

Lo que decimos para los jueces se debe aplicar también a los fiscales, que en ciertos momentos parecen encarnar la discutible noción del juicio antes del juicio. Algunos fiscales están casi todos los días en las noticias, y precisamente porque están expuestos a la presión mediática tienen más posibilidades de trastabillar y caer. Tienen una función específica dentro del proceso de hacer justicia, y es mejor que sean prudentes a la hora de emitir juicios sobre las materias que investigan o sobre la pauta que imponen los medios. Los fiscales simplemente no pueden condenar a nadie antes de tiempo.

En este contexto, se justifica analizar críticamente el sistema de nombramiento de jueces y fiscales, en particular los criterios de promoción, para garantizar que lleguen a los niveles superiores las personas más idóneas y más respetables. En eso el ministro, solo en eso, tiene razón.

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