Licitación del Transantiago



Señor director

Sorpresa y frustración causó el anuncio de las nuevas autoridades de declarar desierto el proceso de licitación de Transantiago. Bajo cualquier perspectiva es una mala decisión, riesgosa para el sistema de licitaciones públicas del Estado, ya que cuestiona la relación público-privada en materia de prestación de servicios.

Más allá de las críticas al proceso -varias hechas oportunamente por organismos como la Mesa Social por un Nuevo Transantiago- lo mejor que podría haber hecho el nuevo gobierno es terminar la labor iniciada; tener en cuenta factores como los cerca de dos billones de pesos que costará prolongar los actuales contratos, y más aún los costos para los usuarios por la mala calidad de servicio de empresas mal evaluadas en forma reiterada. Continuar era conveniente para quienes no se presentaron al llamado, para quienes sí lo hicieron y estaban en suspenso y para quienes se presentarán en el futuro (esta licitación correspondía solo al 50% del sistema).

El Tribunal de Libre Competencia se pronunció y destrabó la instancia; algo tarde, pero el camino estaba despejado. Debió aprovecharse lo avanzado. El sistema de transporte público se juega gran parte de su calidad y eficiencia en la manera en que se ejecutan las licitaciones y contratos de operación y servicios complementarios. La nueva administración tenía en sus manos la oportunidad de demostrar que el sistema de contratos del transporte público representa una mejor opción frente a la estatización. Pero, sobre todo, tenía la oportunidad de incorporar a los usuarios a un modelo que aún no los integra de manera suficiente y con quienes está muy al debe.

Isabel Serra B.

Observatorio de Movilidad Urbana Universidad Diego Portales

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