Oscurantismo

UdeChileWEB


Alberto Manguel, un intelectual que sabe de libros, vibra con ellos, acaba de renunciar a la dirección de la Biblioteca Nacional de Argentina, y no pocos piensan lo peor. Ni siquiera convencen las razones alegadas (médicas). Tiempo atrás se quejó de que no había "ni un mango para comprar un grano de café", y antes de su llegada al puesto dos años atrás se despidió a un 25% de los funcionarios. Quizá gente como él -reputado ensayista, autor de antologías sobre lugares imaginarios, literatura fantástica, e historias de la lectura y de bibliotecas- ya no puede hacerse cargo de instituciones de este tipo. Se choreó. Puede ser también que no sean tiempos, estos, para libros.

Al mundo académico hace rato le son indiferentes o generan desconfianza. En las universidades valen casi nada; se prefiere lo que burócratas de las indexaciones llaman "investigación formalizada", artículos en jerga ininteligible sobre temas insignificantes, pelos de la cola, que, al circular en formato digital, su divulgación resulta fácil de monitorear. Libros quemados en protestas tampoco son novedad.

Y, es más, ahora, a causa del feminismo desbocado, se pretende hacer en la U. de Chile una revisión total de las mallas curriculares y dirigir a profesores cómo han de impartir sus cursos. Se exigirá en los ramos un igual número de lecturas de autoras que de autores en la bibliografía, de lo contrario se tendrá que justificar la falta de paridad. Y de llegar a leer a un autor con "antecedentes sexistas" (Platón, Nietzsche) el profesor estará obligado a advertir sobre su machismo o misoginia. Quien no cumpla con estas reglas, se las tendrá que ver con equipos dedicados a vigilar y disciplinar, reeducar y concientizar, además de arriesgar expulsión.

Si alguien quisiera ofrecer un curso sobre la historia del siglo XIX chileno a partir de la lectura de la obra de Alberto Blest Gana, no podría. Se trataría de un autor hombre que escribió sus libros en Europa, miembro del oficialismo y la elite. Condenable por encarnar el patriarcado y "desligado de la realidad del país". Que haya escrito Martín Rivas, El Loco Estero o Durante la Reconquista daría lo mismo.

La pura idea de que no se puede hacer leer sin advertencias es increíble, como si a los estudiantes se les tuviera por incapaces sin juicio propio. El que los profesores sin excepción no sean confiables (¿todos sospechosos?), es delirante. Y el que se deba forzar la lectura de autoras mujeres por el mero hecho de ser mujeres (valgan o no la pena), es tonto. Insólito hostigamiento. Se pretende pasar a llevar todo lo que se entiende por libertad de cátedra, universidad, bibliotecas y libros, y ¿nadie chilla?

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.