Una opinión impopular

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No tengo ninguna relación con el director Nicolás López y de hecho ni siquiera lo conozco. Confieso además que nunca me ha parecido un personaje interesante, menos simpático, y me agota su producción plagada de personajes afectados e histéricos. Pero no estamos aquí para analizarlo a él o a su obra.

Las décadas y siglos de impunidad por las agresiones, abusos y menoscabos hacia las mujeres parecen estar llegando a su fin. En Chile, y al igual que en otros países, no sólo se han multiplicado las denuncias, sino también se han rápidamente transformado los estándares de aquello que consideramos tolerable, reprochable y sancionable. Sin embargo, y como suele suceder siempre con estos explosivos cambios, creo es importante reconocer que -así como cuando un péndulo se traslada bruscamente de un lado al otro- también tomará un tiempo para equilibrar o ecualizar nuestros juicios, percepciones y sentidos de la justicia.

La menor importancia que han adquirido la presunción de inocencia o el debido proceso en general o, en este caso en particular, las duras críticas hacia la abogada Paula Vial por haber asumido la defensa del presunto agresor, son la consecuencia de una peligrosa línea que se ha querido trazar en el debate público; mediante la cual todo aquel que no condena de manera inmediata a los denunciados o se atreve siquiera a plantear cautela frente al linchamiento público que continuamente se sucede, los transforma en una suerte de cómplices o encubridores, cuando no también en maltratadores.

Hace años, cuando critiqué a quienes majaderamente demandaban por el aumento de penas para nuestro sistema judicial, sostuve que detrás de ese clamor subyacía una pulsión clasista, al suponer que la sociedad se dividía entre "la gente decente" y los delincuentes. De esa manera, es fácil para algunos pedir el infierno para otros, cuando jamás visualizan que esa mayor represión también los podría afectar a ellos. Pues bien, y a propósito de las múltiples denuncias sobre acoso o agresión sexual hacia mujeres -ciertamente valorables, necesarias y legítimas- me parece que en la reacción de una parte de la opinión pública también se esconde una pulsión moralista, la que deviene en la estigmatización y el reproche ético para todos aquellos que no se pliegan a la anticipada condena del denunciado o, para qué decir, si previenen sobre los derechos y garantías que también poseen los acusados.

Pero apegarse a las reglas y procedimientos, o respetar la opinión de quien asume una perspectiva diferente, en nada amilanan la fuerte condena hacia el abuso, el anhelo de justicia y menos descalifica a las mujeres que denuncian estos graves hechos.

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