Estatismo sexual en la derecha




Uno de los principales intelectuales orgánicos de la derecha chilena, Hugo Herrera, ha manifestado sus críticas —o, al menos, sus dudas— de que este sector político asuma  posturas más abiertas en las denominadas cuestiones valóricas, como el matrimonio igualitario.

Sostiene Herrera que dichas cuestiones dividen a la derecha y generan un clima de hostilidad en su interior, que sería mejor evitar. Pero, además de esta razón pragmática, existe, según él, otra: dichos temas, "con toda la importancia que poseen, son asuntos más bien acotados", que distraerían al sector "de la tarea más amplia y urgente de comprender los problemas más extendidos y acuciantes del país".

Creo que Herrera no ha comprendido los términos del debate. Tiene razón cuando dice que estos temas pueden provocar fricciones, pero nadie ha dicho que Chile Vamos se pronuncie institucionalmente, como una totalidad, a favor de las cuestiones anteriormente enunciadas. Lo que se ha producido, en cambio —y legítimamente, me parece— es una suerte de cuestionamiento al excesivo conservadurismo moral que caracteriza (y que, de hecho, ha caracterizado) a la derecha chilena. No deja llamar la atención que, salvo contadas excepciones, como es el caso de Evópoli (todavía un partido pequeño), la inmensa mayoría del sector se presenta al país como extremadamente atávica, sin aportar razones de peso en favor de sus posturas valóricas conservadoras.

Si bien concuerdo con Herrera, en cuanto a que los temas valóricos no son, a diferencia de los económicos-sociales, los que principalmente dividen las aguas en la acción política (por ejemplo, no determinan de manera fatal el voto a favor o en contra de un candidato presidencial), en términos sustantivos sí son importantes. Y aunque no sean de vida muerte para la mayoría de la población, dan cuenta de si el relato ideológico de un determinado sector político resulta o no coherente con algunos principios políticos fundamentales.

Por mi parte, y pensando en la necesidad de una derecha que sustente su discurso sobre la base del liberalismo clásico, me pregunto si acaso la noción hayekiana de individualismo está hoy pasada de moda. Hayek sostenía en Camino de Servidumbre (1944) que, en términos morales, dicha noción supone que el individuo es el "juez supremo de sus fines" y que la idea según la cual las acciones de las personas deben estar gobernadas por sus fines propios (y no por los de otros) "constituye la esencia de la posición individualista". Esta noción está a la base del principio de libertad personal que el liberalismo clásico defiende y que la derecha en Chile ha invocado históricamente.

Aunque Herrera no se pronuncie claramente en contra de las demandas de las personas LGBTI, su planteamiento a favor de sacarlas de la agenda política de la derecha da cuenta de un rechazo más bien que de una adhesión. "Quien calla otorga", reza el dicho popular, y no resulta difícil inferir que las razones "estratégicas" que pone sobre la mesa esconden un rechazo sustantivo a dichas demandas. Esta postura la debiera transparentar de manera clara.

¿Por qué la derecha de nuestro país debería adherir a una visión estatista (y coactiva) en materia de moral sexual? ¿Por qué los individuos (gays, lesbianas y trans) tendrían que someter sus fines propios a un supuesto fin colectivo, impulsado desde el Estado? ¿Desde qué principios de derecha podría justificarse un sometimiento de este carácter? Invito a Hugo Herrera a responder a estas preguntas y entrar, así, al debate sustantivo en torno a estos problemas.

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