La restauración




Armar gabinetes es un arte, es fina coreografía. Supone saber elegir las parejas, marcar los compases del baile desde el inicio, y sorprender; es decir, prever efectos sin perder el control de la situación. Conocida es la anécdota de Talleyrand y los dos salmones. Quiso el gran ministro, en una ocasión en que el pescado era escaso, impresionar a sus invitados a una cena ofreciéndoles dos enormes salmones; asegurándose además de la calidad, comprándolos en distintas pescaderías. Su cocinero (Boucher, según algunos testimonios, o el no menos famoso Carême, según Alfonso Reyes) se opuso terminantemente; era contra todas las reglas, un exceso al que un profesional de su reputación no se iba a prestar. El anfitrión se lo concedió pero le instruyó que cuando la bandeja hiciera su gran entrada, el sirviente se tropezara. Ante lo cual el dueño de casa no se inmutaría. "C´est dommage". Llamó al chef, y le preguntó si había otra cosa que comer, para después de un rato hacer su entrada aún más espectacular el segundo salmón. Calza la anécdota con las dotes principescas de Talleyrand, maestro de las circunstancias y el coreógrafo por excelencia de la Restauración que siguiera a la retroexcavadora de Napoleón.

¿Tendrá Piñera previsto su segundo y tercer plato por si fallan? Es inevitable que fallen (en su primer gobierno tuvo cuatro ministros de Educación). Si es más, el presidente electo no maneja muchos menús, empezando por repetirse él mismo en atender a los comensales. Tampoco es seguro que no tenga que hacer concesiones; la gente en Chile está acostumbrada a la política y comida chatarras (según la OMS, punteamos en los índices de obesidad en América Latina), y es dudoso que esta nueva y ni tan nueva administración mejore la calidad dietética y gastronómica: lo que la gente pide. Si algo ha aprendido la izquierda todos estos años, en cambio, es a "marcar la cancha". ¿Cómo decía Jaime Guzmán? "Si llegan a gobernar los adversarios" es preciso que "se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno anhelaría". Quien fija el menú político (la agenda, el legado), dispone la mesa.

A ello apostó Bachelet al final. Antes, hizo suya la demanda del 2011 por empoderar y hacer cambios radicales como fuera, aun a costa propia; su gobierno no pudo ser más incompetente, se desfondó, liquidó a la Nueva Mayoría, y va a entregarle la cocina de nuevo a Piñera. Está por verse si a este no le pasará algo parecido. Empieza con un primer gabinete duro, de choque (¿cuándo o si no, si quiere enfrentar el chantaje popular?). Vale, pero si después afloja e improvisa, ¿qué impedirá que Bachelet y su gente, o alguien similar, reaparezcan (el "voy y vuelvo" de Nicanor Parra, y vamos de nuevo con la cueca)? El sagaz de Talleyrand contaba con, al menos, un segundo salmón mejor que el primero.

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