Trump y una nación fracturada




En solo una semana de gobierno, Donald Trump ha dejado un sabor amargo para gran parte de la ciudadanía de Estados Unidos y el mundo. La esperanza de que el presidente fuese diferente al candidato,  un líder más conciliador y reposado, se desvaneció como por arte de magia. En cuestión de horas se enfrascó en duras disputas con la prensa y los medios, a los que acusó de deshonestidad por reportar la baja presencia de público el día de su inauguración; volvió a hacer circular información falsa sobre la supuesta participación de inmigrantes ilegales en las elecciones como antecedente para su primera gran orden ejecutiva: la construcción del muro en la frontera con México. A eso se sumó otra orden incluso más polémica: la prohibición temporal de ingreso de refugiados e inmigrantes de siete países predominantemente musulmanes, acompañada por la detención de inmigrantes con residencia legal en aeropuertos, lo que ha sido considerado inconstitucional por sus opositores. ¡Vaya comienzo!

Gran parte de las polémicas se relacionan con los derechos de inmigrantes, mujeres y  minorías; personas que tienen una sensación de amenaza respecto de lo que han construido, especialmente en los últimos 70 años: una sociedad multicultural con mayores espacios y respeto a la diversidad. Esto no implica la ausencia de asuntos pendientes para afroamericanos, mujeres, minorías sexuales e inmigrantes, pero se puede establecer un claro contraste entre el país de hoy y el anterior a 1945.

En los últimos 70 años, y no solo durante el gobierno de Obama, se ha vivido un intenso proceso cultural que ha ido fortaleciendo a paso firme, aunque con retrocesos acotados, la multiculturalidad de Estados Unidos. La identidad de Estados Unidos como nación de naciones no existía antes de la Segunda Guerra Mundial, pero la nación asumió un liderazgo mundial desafiando los discursos racistas y excluyentes de tres regímenes totalitarios, lo que dio un impulso decisivo a dicha identidad. Ésta se vio complementada con la multiculturalidad reforzada en las décadas siguientes por las luchas por los derechos civiles de afroamericanos; los derechos de las mujeres y minorías sexuales.

Lo que he visto, leído y escuchado en los medios y lo que he podido presenciar directamente en distintas ciudades, universidades y aeropuertos de Estados Unidos durante la primera semana de gobierno de Donald Trump es una especie de blitzkrieg o guerra relámpago contra un largo proceso cultural en el que Trump se apoya de sectores conservadores no convencionales, nostálgicos, que sienten cedieron terreno por muchas décadas contra las fuerzas multiculturales.

 Es interesante ver cómo la gran oposición  a Trump se manifiesta contra su blitzkrieg, pero estamos ante el comienzo de un proceso histórico de impredecibles consecuencias que puede llevar a una verdadera "guerra civil",  que aunque no convencional y militarizada como la del siglo XIX, sino cultural y política, puede fracturar profundamente al país, lo que abre grandes interrogantes sobre el futuro de Estados Unidos.  

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