Una nueva elección




Si me atengo a los hechos, la segunda vuelta va a ser una nueva elección entre dos perdedores, donde lo más importante no son sus nombres. Ni Piñera ni Guillier obtuvieron los votos que los datos hacían esperar. Pero eso no los iguala. Sebastián Piñera tiene menos espacio teórico para crecer, en cambio el "no piñerismo" suma más. Por eso son explicables las complicaciones del comando de Piñera que gozaba de ese cálido sentimiento de certeza en el triunfo, la euforia del Frente Amplio, y que el comando de Guillier, hasta ayer con síndrome de derrota, hoy se vea retonificado.

El Poder Legislativo ha experimentado además una reorganización significativa. El Frente Amplio tuvo más votos y parlamentarios electos de los que ellos mismos esperaron y se transformó en una nueva fuerza orgánica en la realidad nacional. Otra izquierda interpela por primera vez en decenios a esa izquierda que tradicionalmente era frontera final en el arco político. La derecha más dura y nostálgica demostró también en la votación de José Antonio Kast, tener un número respetable de adherentes. Sorpresivamente superó a Goic y ME-O. Sin embargo, parece ser algo distinto a la UDI, cuyos resultados senatoriales fueron malos; anuncia algo que también nace, aunque por ahora tenga más candidato que organización. Aunque apoyen a Piñera, están naciendo dos nuevas derechas, la de Kast por su flanco conservador y Evopoli por su flanco liberal.

La segunda vuelta será otra elección, absolutamente distinta y quien gane tendrá una difícil tarea. Más aun cuando salen fortalecidas opciones radicales de derecha e izquierda. Piñera debe ganar los votos de Kast y de un centro político desamparado, Guillier debe ganar los votos de Beatriz Sánchez. La DC tiene poco que negociar. Será un mes de miedo. La segunda vuelta se ha convertido en una elección de resultado incierto.

Pero más allá, el próximo gobierno será difícil sea quién sea el que gane. Nadie tendrá mayoría en el Parlamento. Entre senadores y diputados elegidos hay además nombres inesperados cuya conducta, perfiles y disciplinas partidarias son una incógnita. Pero, por sobre todo, esta elección parece anunciar el inicio de un nuevo cuadro político en el país. Nuevos liderazgos se aprontan en el Parlamento y el país. Quizás esto no esté aún presente con sus novedades en los nombres de la segunda vuelta, pero ya son capaces de determinarla.

Hay sin embargo una inquietud que me obsesiona en medio del aquelarre. Está todo dado para que la segunda vuelta se transforme en una negociación entre burocracias partidarias aspirantes a llegar o permanecer en el aparato público, transformadas en propietarias privadas de esos votos ciudadanos que las sentaron en la mesa de negociaciones. Eso puede resolver la segunda vuelta, pero no así la gobernabilidad posterior de Chile que se anuncia compleja.

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