"Escribe, escribe, escribe", le dijo Susan Peacock a David Salas, el brillante doctor en Lingüística, de 30 años, y profesor en el Trinity College de Dublín, Irlanda. Susan era la directora de estudios y le insistió que viajara de vacaciones a España. También, que visitara a un coleccionista para conseguir un ejemplar del Primus calamus, un extraño libro del Siglo de Oro, de Juan Caramuel.
El boleto de avión no fue lo único que le entregó Susan aquella mañana. Su madre también le había hecho llegar un sobre. "Junto a la tarjeta de embarque encontré una reserva para un hotel de lujo del centro de Madrid y un par de líneas de su puño y letra: 'Así te acordarás de dónde vienes. Buen viaje, hijo'", se lee en El fuego invisible, el inicio de la historia firmada por el autor español Javier Sierra (46), que obtuvo hace un mes el Premio Planeta 2017. Galardón que entrega 600 mil euros ($ 451 millones).
El abuelo de David era escritor y su familia lo incita para que él también lo sea. Al llegar a Madrid se contacta con Victoria Goodman, autora de novelas de misterio. Amiga de su abuelo, está a cargo de una academia privada llamada La Montaña Artificial, donde David vivirá múltiples experiencias cuando profundice en sus investigaciones sobre el Santo Grial.
Periodista de profesión, Javier Sierra dice que hace 30 años lee las novelas ganadoras del Planeta. "Y sé que recibir este premio es una distinción importante dentro de las letras en español, por eso creo que envié mi mejor libro", cuenta al teléfono desde la capital española.
Conocido por sus thrillers conspirativos, comenzó publicando no ficción luego de dedicarse al tema ovni. Cofundador de Año Cero, revista sobre esoterismo y ufología, su debut en las letras fue en 1995 con Roswell: secreto de Estado. Tres años después ingresó al terreno de la ficción con la novela La dama azul (1998), donde un periodista y un fotógrafo investigan una fórmula de viaje en el tiempo, que involucra hasta el Vaticano. Su éxito le ha permitido incluso estar en el ránking de bestseller del diario The New York Times. Ocurrió en 2006 con su obra The Secret Supper.
- ¿Cuál fue el punto de partida de El fuego invisible?
- Está muy conectado con una novela anterior que fue La cena secreta (2004). Una novela que cuenta cómo Leonardo da Vinci pintó La última cena, donde se le olvidó, entre comillas, pintar el Santo Grial. Y desde ahí me quedó dando vueltas cómo contar más sobre la historia de este objeto, tan buscado, tan utilizado en el cine y la literatura. Y así comencé a documentarme, a viajar a lugares donde decían que podía estar escondido y fruto de esa inquietud se fue gestando una novela, que tuvo como trasfondo la búsqueda del Grial. Que a todo esto es una invención literaria: un mito creado en 1180 por el poeta francés Chrétien de Troyes.
- ¿Cree que los escritores son una especie de chamanes, como lo dice en la novela Victoria Goodman?
- Yo creo que sí. Nosotros construimos nuestra realidad con las palabras a partir de un relato y quienes han construido mejor esos relatos históricamente han sido los escritores. Antiguamente los escritores estaban al servicio del poder y ahora en muchas ocasiones están en contra del poder. En la actualidad los escritores han mutado. No solo escriben novelas, sino también guiones de películas...
- En su página web apunta: "La literatura es una sustancia que debe manejarse con extremo cuidado..."
- Es una frase de la novela y tiene que ver con la exploración que realizo en ella sobre el poder de las palabras. Ya he mencionado la palabra Grial, del siglo XII, pero a lo largo de la historia nos hemos inventado continuamente palabras. Algunas de ellas con un tremendo poder, cuyo uso se ha ido alterando, como la palabra libertad, que no es lo mismo usarla en la Revolución Francesa que en los procesos independentistas americanos...
- Da la impresión de que los intereses literarios son cíclicos, a veces vende el thriller histórico o el bestseller erótico. Ahora el interés se concentra en la autoficción, ¿no?
- Yo tengo un libro que podría entrar en esa especie de género, que es El maestro del Prado (2013), en donde utilizo mi biografía adolescente para contar mi fascinación por las obras de arte que se conservan en el Museo del Prado. Pero si creo que es cierto que la literatura se mueve por ciclos ante el público. Ahora cuando me siento a escribir creo que es algo muy atemporal. Piensa que la literatura se inventa para resolver misterios. El primer relato de la historia que conocemos, la Epopeya de Gilgamesh, es de hace 5 mil años, donde el rey trata de resolver el enigma de su mortalidad: por qué el muere y los dioses no mueren. Y ese es un libro de misterio como lo son los míos. De alguna manera, los libros que escribo se conectan con los orígenes de la literatura.
- La última novela de Dan Brown transcurre en España. ¿Es un referente para Ud.?
- No es un autor referente, pero caminamos paralelamente de manera sorprendente. En 2003 él publica El código Da Vinci y yo he terminado de escribir La cena secreta. Y ambos hablamos de Da Vinci en nuestras novelas. Cuando él publica El símbolo perdido (2009), yo publico luego El maestro del Prado, donde también hablo mucho de simbología. Y él cuando publica Origen nombra, como yo, el Grial. Yo tengo la sensación, alguna vez lo he comentado con él, que bebemos del mismo inconsciente colectivo. Y otra cosa que me sorprende de Dan Brown, que tiene el mismo ciclo de producción que yo. Hace poco me mandó su novela Inferno con una dedicatoria: "A Javier Sierra, debemos ser gemelos separados al nacer".
- ¿Ha leído autores chilenos actuales?
- Me interesa mucho el trabajo de Francisco Ortega. Ha efectuado una interesante ficción sobre misterios históricos, sociedades secretas, utilizando elementos de la historia de Chile. También me parece interesante la obra que está haciendo Jorge Baradit con la Historia secreta de Chile. Bueno es un país muy impresionante.
- ¿Qué opina de la demanda de independencia de Barcelona?
- Un tema que me preocupa porque tengo familia y amigos en Cataluña. Yo espero que al final el sentido común se imponga y se restablezca un poco la paz, Cataluña es parte de España desde hace 500 años y mi sueño es que se derriben las fronteras, no que se sumen más.