1988, El ruido secreto (parte 2): vamos, peregrinos

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En Culto seguimos haciendo una panorámica de cómo hace tres décadas la industria discográfica establecida ni se enteraba cómo se armaba un circuito a sus espaldas, lleno de música novedosa y con un público menos escaso del que se suponía. Lo sabrían tres años después y ahí se largarían a contratar casi cualquier grupo con camisas leñadoras y letras poco veraniegas. Antes de aquello, algunos pavimentarían el camino, con mediana fortuna en el intento, como los magníficos Pixies.


"Man on the mirror", de Glen Ballard y Siedah Garret era una página de reflexión personal, con cierto toque de auto crítica, que desentonaba un poco en el disco más bien rabioso y autoafirmativo que la contenía. El álbum se llamaba Bad, el señor frente a su espejo, Michael Jackson, y la canción no sólo sería el cuarto single lanzado, sino que devendría en banda sonora de los epitafios televisivos del cantante 21 años después.

Pero de lo último nadie sospechaba cuando alcanzó el número 1 del Hot 100 de Bilboard a fines de marzo de 1988, manteniéndose un par de semanas en el puesto. Algo muy exitoso para el resto de los mortales, pero insuficiente para las expectativas de un disco que ya apuntaba a ser un "fracaso" frente a la imposible marca de su predecesor Thriller (Sony, 1982). Al final fueron "sólo" 35 millones de discos frente a los más de 60 (y contando) del clásico absoluto de Jackson.

https://open.spotify.com/album/2l7RPWC3E6eStJJLBsUeCI?si=IaULsFMWS32iqvRNCKZ7fg

Frente a esas cifras, hasta da un poco de pudor mencionar que el disco que nos convoca lleva cerca de 1 millón de copias a 30 años de su edición. Pero como la influencia no siempre es amiga de las cifras, bien está recordar que mientras Jackson ejercitaba la resiliencia frente al espejo se editaba el 21 de marzo de 1988 Surfer Rosa, primer disco largo de Pixies bajo el sello inglés 4AD, cambiando paulatinamente la cara de la música independiente.

Los cientos de miles que se enteraron de la noticia (un tiempo después, claro, que esto era sin videoclips ni gastos millonarios de promoción) se encontraron con un disco contundente, de sonido seco y de una simplicidad engañosa. Los millones que no supieron, se informarían poco después de una manera, podríamos decir tangencial, cuando unos fervientes seguidores de Pixies arrebataron el número 1 de venta de discos al mismísimo "Rey del pop" en enero de 1992.

La nueva exhibición de su corona se llamaba Dangerous y ni con Slash ni Macaulay Culkin a bordo, pudo contra Nevermind (Geffen, 1991) de Nirvana. Un disco en el que su primer single, "Smells like teen spirit", algo de préstamo-homenaje tenía. Para clarificar, mejor reproducir las palabras de su compositor Kurt Cobain a la revista Rolling Stone en 1994. "Estaba tratando de escribir la canción pop definitiva. Estaba básicamente tratando de robarle a Pixies. Tengo que admitirlo".

https://www.youtube.com/watch?v=hTWKbfoikeg

Gigante(s)

Esto lo dijo David Bowie, y siendo así, es mejor escuchar atentos. En el documental Gouge (Matt Quinn, 2001) sobre la historia de Pixies, contaba que habían 3 elementos de la banda que lo habían conquistado: la dinámica de las canciones, sus letras y los arreglos de guitarra. Johnny Greenwood (Radiohead), por su parte decía: "ya no usamos tantas guitarras (…), no podemos seguir copiándoles. Es lo que hicimos por mucho tiempo". En el film, era que no, Bono también aportaba lo suyo, junto con otros fans famosos como PJ Harvey, Graham Coxon (Blur) o Thom Yorke (Radiohead), quienes ajustaban las cuentas históricas con un grupo en ese momento disuelto.

https://www.youtube.com/watch?v=itiTmGq7aco

Aprovechemos la claridad del Duque Blanco, atento como siempre a la música nueva (para pedir prestado algo, decían los mal hablados) y expliquemos a qué nos referimos. Canciones que combinaban partes lentas y suaves con erupciones de ruido y velocidad, servían como vehículo para letras con elementos surrealistas, religiosos o derechamente perversos. Todo ello, servido con imaginativos arreglos de guitarra que podían mezclar surf, garage, hardcore y pop, sin complicarse. Simplicidad engañosa, decíamos hace unos párrafos. Además, servida en menos tiempo del que demoraste en leer esto, gracias a Dios.

Pixies se formaron en 1986, en Boston, a partir de la unión del compositor, guitarrista y cantante Black Francis (Charles Thompson III en su muy poco rockero carnet) con su roomie y también guitarrista Joey Santiago. La posterior incorporación de Kim Deal al bajo y David Lovering en batería, generó rápidamente un EP llamado Come on Pilgrim (4AD, 1987) que, en realidad, era la mitad de un demo que habían grabado en condiciones en el límite (bajo) de lo profesional.

https://open.spotify.com/album/0YXEvIGfgX8LKrSSgnciZt?si=-smHlI2fTzy0EJLZvMEWNw

La aparición de su primer álbum, Surfer Rosa, en 1988 ampliaría las maneras del estupendo debut en su mezcla improbable de estilos y sonidos. Así, los gritos destemplados daban paso a armonías casi folk en una misma canción. Aquella que bien podía combinar el pulso hardcore, con interludios pop o rockabilly. Para comprendernos mejor, dirigirse a "Vamos", "Bone Machine", Where is my mind?" o "Gigantic". Por último, a diferencia de la tendencia a la alta fidelidad de la época, el disco presentaba un sonido seco, natural y con una batería que casi estallaba en los parlantes, cortesía de su ingeniero. Lo que nos lleva a…

Steve Albini. Como necesitaríamos un par de artículos para hablar de tamaño personaje, mejor dar su currículum: músico abrasivo (Big Black, Shellac), ingeniero de sonido innovador (jamás llamarlo "productor", que el hombre se enoja), casi abstemio, flamante campeón de póker y reprobado en diplomacia. "Nunca he visto 4 vacas más ansiosas de ser dirigidas. No recuerdo nada del disco", diría a un fanzine en 1991, aunque años más tarde para Fool the world. The oral history of a band called Pixies (Frank & Ganz, 2005), aligeraría sus comentarios planteando que fue una experiencia formativa, pero con un exceso de indulgencia en sus propias formas de trabajar. "No tuve más interacción con ellos después. Probablemente porque me comporté como un idiota".

https://www.youtube.com/watch?time_continue=63&v=Q9_7AKZ90RE

Si bien el disco siguiente Doolitle (4AD, 1989) es el que se anota como el clásico absoluto de la banda, el impacto de Surfer rosa fue central para una banda que se separaría ante la abulia masiva en 1992 y se reuniría, más de una década después, con una expectación mundial. Dos respetables discos en estudio y una importante pieza menos (Kim Deal abocada a su proyecto The Breeders) los tienen en 2018 celebrando en vivo, a tablero vuelto, en noviembre los 30 años Come on Pilgrim y Surfer Rosa. Todo esto fuera de casa, por cierto.

No hay marcha en Nueva York

Inglaterra tiene una fértil cantera de boys band y refritos del refrito anterior que, por suerte, no hemos escuchado (aún) por acá. Pero, entremedio, de todo aquello, han existido artistas independientes que han tenido éxitos masivos. Si no, preguntarle a sellos como Factory (New Order), Mute (Depeche Mode) o Creation (Oasis) que han tenido ventas considerables e, incluso, millonarias.

En ese contexto, no es de extrañar que discográficas inglesas se fijasen en bandas estadounidenses abandonadas a su suerte en su país, como lo que hizo 4AD con Pixies o sus paisanos Throwing Muses, quienes sin ser superventas, giraban y actuaban con éxito en Europa. Un fenómeno que, si bien salvaba las finanzas de algunos grupos cuando lograban cruzar el charco, no repercutía en sus ventas locales.

Frente a esa realidad, si bien estaban las discográficas que preferían mantener un nicho reducido, acorde a sus posibilidades de gestión y a sus imperativos éticos, como Dischord de Ian MacKaye (Minor Threat, Fugazi), SST de Greg Ginn (Black Flag) o K Records de Calvin Johnson (Beat Happening); varias otras optaban por tener relaciones amigables con multinacionales, cuando no eran directamente subdivisiones de ellas como I.R.S (casa de R.E.M).

La otra opción era "entregarse a las fauces corporativas", lo que no estaba nada de mal si primero cimentabas tu prestigio con un disco para un sello pequeño y luego cobrabas y te difundían por uno grande, como fue el caso de Jane's Addiction al publicar el exitoso Nothing's shocking (Warner, 1988). También estaba la respuesta del ya poderoso movimiento hip hop que, desde sus sellos independientes (Ruthless) o en acuerdos con multinacionales (Def Jam), sacaba al mercado un par de clásicos que, a pesar de la molestia corporativa por su contenido, eran difundidos debido a la presión popular. Hablamos de Straight outta Compton de N.W.A e It takes a nation of millions to hold us back de Public Enemy. Poco a poco, el espejo del bueno de Michael se empezaba a empañar.

https://www.youtube.com/watch?v=l_Jeyif7bB4

*Leer: 1988, El ruido secreto (parte 1): una nación a medio despertar.

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