Industria y premios parásitos

Parásitos es para nada la mejor cinta de Bong Joon-ho, pero por cierto es su cinta más popular, exitosa y premiada.


En un mundo que cambia por hora, donde reinan la incertidumbre y la duda, donde lo único cierto es que nada está claro, donde el terror no solo es un género sino el sentimiento de la mayoría, es curioso que el Oscar siga teniendo tanta importancia. O quizás más que antes gracias a las redes sociales y a una supuesta globalización que, a la larga, en la mayoría de sus casos, ha llevado a las culturas dominantes a más rincones y de forma más inmediata más que potenciar lo contrario. A pesar de todo, digo, a pesar de esos premios a cintas patéticas (Green Book parece una cinta de los 80 olvidada), a esas omisiones vergonzosas que irritan y sacan de quicio, lo cierto es que el Oscar sigue teniendo más importancia que casi todos los festivales o imitaciones locales. Que Almodóvar y su Dolor y gloria hayan arrasado en los Goya no altera nada. No afecta el peso de la cinta a nivel internacional. El Oscar es la cancha donde todo cambia. Perder un Oscar es más importante que ganar un festival remoto. Sigo con los Goya que, mal que mal, son de España, que no es una provincia remota. Araña perdió y la argentina La odisea de los giles triunfó, pero esto no tiene mucha importancia. Ni en repercusión ni en respeto crítico y, por sobre todo, en distribución internacional (no pasará nada con la comedia porteña fuera del ámbito hispano). Y Hollywood (con sus diarios, con sus revistas, con todo el contenido paralelo que emite) sigue siendo clave y de ahí la importancia del Oscar. Porque por Oscar no me refiero necesariamente a la ceremonia que ahora será a comienzos de febrero (el próximo domingo 9 y no al final de mes o a comienzos de marzo, como antes), sino a lo que simboliza la estatuilla: el enorme poder de la industria de la entretención. Estados Unidos sigue dominando el inconsciente pop. A pesar de todo. Con o sin Trump, da lo mismo. O la cultura pop surge directamente de sus entrañas o es el mayor duty free del mundo, puesto que es desde ahí donde los artistas y las obras seleccionadas son expulsados al mundo luego de ser, digamos, bendecidos (y apoyados económicamente) por una cultura o una industria (en Estados Unidos tienden a confundirse). Está claro: que veamos Parásitos por estos lados es gracias a Hollywood, no gracias a Seúl. De todas las cintas nominadas al Goya, la que llega a nuestros cines es la de Almodóvar. Uno podría decir: no es tan así. Hemos visto otras cintas coreanas, se han estrenado en salas pequeñas. Cierto. Pero a lo que voy: antes bastaba ganar Berlín o San Sebastián o que te fuera bien en Venecia para que tu filme pudiera tener acceso a un público mayor internacional. Hoy es más complicado, casi imposible. Cannes, se sabe, solo funciona como trampolín cuando sirve para saltar hacia Hollywood.

Todo eso es bien asqueroso y agotador y lamentable, pero así están las cosas. Parásitos, que capaz que gane un par de Oscar, sin duda va a derrotar a Dolor y gloria en la categoría de Mejor película extranjera o en idioma extranjero, que ya no se llamará así, sino Mejor Cinta Internacional. Parásito sería, insólitamente, la primera película surcoreana en ganar, lo que es medio ridículo e impresentable, puesto que desde al menos unos 25 años que el cine que va más allá, el que arrasa y sorprende y polariza y fanatiza es el coreano. Pero es cierto: no tenía a su haber un Parásito, es decir, un portaavión que, sin dejar de ser local, funciona de maravillas en el exterior y termina dándole visibilidad a todo el cine que representa, mientras, de paso, seduce a unos nuevos consumidores (iba a decir cinéfilo, pero un cinéfilo que no conoce ni ama el cine coreano quizás merece internarse y pedir ayuda). Esto es lo que se podría llamar masificación y Bong Joon-ho lo dejó claro en los Globos de Oro con su discurso: "Una vez superen esa gran barrera de unos cuantos centímetros que son los subtítulos, podrán disfrutar de grandes películas extranjeras", dijo. ¿Pero a quién se lo dijo? ¿Acaso casi todo el mundo no ve cintas subtituladas o, lo que es peor, dobladas? ¿Acaso en Corea no dan las cintas americanas subtituladas? Su repelente discurso es a la vez cándido, ensayado y marqueteado: queremos conquistar el mercado americano y lo vamos a lograr. Basta de arrasar en festivales que nadie conoce, nos cansamos de estar en salas chicas. Queremos oro, queremos fama, queremos ser como era Hollywood antes y necesitamos su ayuda: no les teman a los subtítulos.

Parásitos, además, es de género y toca un tema candente: la lucha de clases. Ambas clases son, por cierto, caricaturas, lo que ayuda a su éxito. Es una suerte de Tom y Jerry con matiz de arte. Al lado de Burning, que está en Netflix, Parásito queda pálida, pero de que es eficaz y sorprendente, lo es. También es fría y es poco creíble. Se pasa bien, pero no te pega. O no me pegó. Bong Joon-ho hace años sí que remeció la tierra indie con su cinta de monstruo tóxico El huésped, que quizás no fue considerada lo suficientemente de arte para ser tomada en serio. Lo que Bon Joon-ho desea es totalmente legítimo, pero huele un poco a desesperación: lo que yo quiero es que el cine coreano y, de paso, supongo, el asiático (vaya que hay buen cine en la región) sea aplaudido, pasteurizado, masificado. Esto, insisto, puede estar bien (¿por qué temerle al éxito o a lo masivo?), pero a mí, al menos, me altera. Quizás ando irritable. Esta fascinación de la prensa y la industria de los premios hacia un cine "nuevo" me da un poco de vergüenza ajena. ¿Qué tiene de nuevo el cine coreano? Quizás entendería si hubiese una locura y un frenesí por el cine norcoreano, que de seguro tendrá una estética medio Wes Anderson.

El Oscar ha premiado otras cinematografías curiosas o periféricas, incluso ha tenido un cierto sesgo a países declaradamente "enemigos", como Irán, pero ha patinado con Asia. Ahora desea recuperar el tiempo perdido. Puede estar bien, pero da un poco de vergüenza ajena. Ninguna cinta coreana ha sido nominada y eso que el año pasado pudo nominar y premiar a Burning, de Lee Chang-dong, que es una cinta que comparte mucho con Parásito, pero que es mucho más elegante, fina, misteriosa y sensual. Para el Oscar (y de paso, la industria) todo ese cine, creo, fue considerado demasiado raro. Francia puede abrazar el cine íntimo de Hong Sang-Soo y hasta Isabelle Huppert puede ir a filmar dos cintas con el maestro, pero Hollywood quiso esperar. ¿Esperar qué? Old Boy, la violenta obra maestra de Park Chan-wook, fue ninguneada, pero, a la vez, se optó por hacer un pésimo e inconducente remake vía Spike Lee. Entonces es raro (¿lo es?) que ahora Parásito sea el inicio de esta nueva ola que no es que haya pasado (al parecer: es lo contrario), pero que de nuevo tiene poco. Es como si recién el mundo de la música consagrara Hotspot, el nuevo álbum de los Pet Shop Boys, como el secreto escondido inglés. No, ustedes llegaron tarde, no confundamos las cosas. Décadas después que artistas de Taiwán, Malasia, Hong Kong, Tailandia y Corea han renovado y repensado el cine, haciendo algo que pocas cinematografías han podido hacer, que es fusionar el éxito popular local con el respeto exterior (justamente el caso de Corea), parece un poco impresentable estar descubriendo algo que ya ha sido descubierto. Quizás de lo que se está hablando es de otra cosa: cooptar, aprovechar, estrujar, abrir nuevos mercados (quizás por ahí va: basta ver el éxito del K-pop o las series coreanas y asiáticas en Netflix para ver que hay un público inmenso que no le tiene miedo a esa estética, a esos actores, a esas historias).

Parásitos es para nada la mejor cinta de Bong Joon-ho, pero por cierto es su cinta más popular, exitosa y premiada. Viene con tal brío que perfectamente puede ganar, además del Oscar internacional, el de Mejor Director (sin duda, es uno de los grandes y eficaces directores circulando) y, aunque es poco probable que suceda, lo cierto es que es posible que este thriller urbano y doméstico (una de las grandes cintas acerca de una casa de toda la historia, eso es innegable) también gane el premio a la Mejor Película y punto. Esto es poco probable, pero no es menor que compita de igual a igual con algunos desastres y bodrios e imposturas de la industria. El mensaje es claro: Parásito podría ser nuestra, es más que una fruta curiosa y exótica importada, casi parece "nuestra" (si no fuera por los subtítulos, claro).

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.