La trastienda de una hazaña: cómo se hizo el segundo ciclo de la serie 62, Historia de un mundial

La producción, dirigida por Rodrigo Sepúlveda, estrenó su nueva temporada por TVN. De cuatro capítulos, igual que la primera, tiene dos ejes centrales en esta ocasión: el mundo popular y el de la prensa de la época. Su director habló con Culto sobre cómo se hizo esta ficción que relata una de las gestas deportivas más importantes para el país.


En la sede del club Rajadiablos se vive la noticia del año. Del siglo, quizás. La llegada de un nuevo aparato llamado televisor por el cual la familia Eyzaguirre espera ver los partidos de la selección chilena que entrena Fernando Riera, donde el hijo, Luis (Nicolás Zárate), es el lateral derecho. El retoño jugará nada menos que en la séptima edición de la Copa Jules Rimet, la copa del mundo. Es 1962 y Chile vive un mundial de fútbol.

La escena es reflejo de uno de los hitos que trae la segunda temporada de 62, Historia de un mundial, que el pasado sábado 6 de marzo estrenó su segunda temporada por las pantallas de TVN, y que al igual que la primera, tendrá solo cuatro episodios.

“La temporada anterior estuvo muy puesta en la épica de los dirigentes -cuenta a Culto el cineasta Rodrigo Sepúlveda, quien dirigió la serie-. En esta segunda pusimos el foco en dos mundos. Uno, en lo social, que es el club Rajadiablos, donde armamos esta familia donde mostramos el nacimiento de la televisión; lo otro es el mundo de los periodistas y la bohemia”.

La sede del club Rajadiablos, en rigor, pertenece a un club deportivo real, el Club Deportivo Fermín Vivaceta, y queda en pleno Santiago Centro, en calle Porvenir, en el corazón del tradicional barrio Matta. Sepúlveda cuenta que hubo buena disposición de los dueños de casa para ocupar el recinto. “Son muy buena onda, es un club con cancha de Baby fútbol desde 1920 aproximadamente”.

Ahí, los padres (Daniel Alcaíno y Berta Lasala) y una pléyade de amigos, vecinos y miembros del club deportivo siguen los partidos de la selección con un televisor comprado a cuotas, que para pagarlas, recurren a la cooperación entre los vecinos.

La sede del Club Deportivo Fermín Vivaceta.
La sede del Club Deportivo Fermín Vivaceta.

Con las licencias de la ficción, la producción inventó otro personaje, Miguel, un hermano del futbolista. Acá hay una particular historia.

“Cuando estábamos haciendo el casting, me dicen que hay un cabro estudiante de teatro de la Chile que es igual al Nico Zárate, que de hecho le dicen el Zárate Chico. Así que lo llamé”, cuenta Sepúlveda. El actor se llama Vicente Muñoz, y, cual proveniente de las cadetes de la actuación, es su debut absoluto en primera división.

Para quienes vieron el primer episodio, seguro no pasa desapercibido el hecho de que Miguel ocupa un parche en el ojo izquierdo. Eso no es azaroso. Muñoz es uno de los jóvenes que resultaron con un trauma ocular durante el estallido social.

Vicente Muñoz hace de Miguel en 62, Historia de un mundial.

La primera temporada de la serie se transmitió por las pantallas del canal público durante 2017. La segunda no se rodó de una vez junto a la primera, sino que se tuvo que volver a reunir al elenco durante enero del 2020, con los ecos del estallido social resonando en el aire.

Sepúlveda tenía claro a los dos principales que quería asegurar desde el comienzo: Daniel Muñoz, quien hace del estricto Fernando Riera; y Roberto Farías, quien tiene el rol del dirigente Ernesto Alvear.

“Ambos podían, aunque tuvieron que cambiar fechas de otros compromisos personales, pero teniendo a ellos dos, seguimos armando”, cuenta Sepúlveda.

Caminando lento

Las grabaciones se realizaron en ese caluroso mes veraniego, entre el estallido y el coronavirus. Para su fortuna, se alcanzó a rodar todo. “Por esos días ya se estaba empezando a hablar de la pandemia, se decía que podía llegar a Chile”, señala el director. Sin embargo, lo complejo vino después, hacer la postproducción en modo cuarentena

“Tuvimos que trabajar mucho por Zoom. Yo nunca había montado una película o una serie por Zoom. Entonces empezar a trabajar online los capítulos, entre que te llegan, y se demoran tres horas en bajar, hacer las correcciones, devolverlos”; cuenta Sepúlveda.

No fue lo único, Sepúlveda cuenta que el tema del sonido también se complicó. “No pudimos juntarnos con el sonido para hacer las voces en off. Tuvimos que empezar a usar las mascarillas, hacer las locuciones de los actores. La pandemia nos hizo caminar mucho más lento en lo que fue la postproducción”.

Otra dificultad, fue no contar con exteriores, por una razón obvia, la ciudad de Santiago no es la misma que en 1962. “Barrio al que íbamos, al encuadrar ves edificios, ves grúas, construcciones. Encontrar lugares era muy difícil”. Para resolverlo, optaron por dos caminos. El primero; la composición digital en la postproducción, donde, por ejemplo, se colocó público en las tribunas del coloso de Ñuñoa. “Pusimos público vestido de época, no se trata de llevar mil extras, hubo fuerte postproducción de imagen”.

Lo segundo fue llevar la serie en escenas de interiores. Como las mismas del Club Rajadiablos, el bar del Estadio Nacional, la casa de la familia Dittborn, entre otras. A Sepúlveda no le incomodaba. “Hace trabajar mucho más firmemente la dirección de actores”.

Archivo y ficción

El mundial del ’62 dejó escenas inolvidables para el inconsciente colectivo nacional. El golazo de Leonel Sánchez a Lev Yashin en Arica, el gol de Eladio Rojas contra Yugoslavia que marcó el tercer lugar, y acaso la postal clásica: el “cornete” de Leonel al italiano Mario David.

Para mostrar estas escenas tan icónicas, en la serie se optó por las imágenes de archivo en vez de filmarlas con actores. Sepúlveda cuenta que eso se decidió desde un principio, ya en la temporada 1. “No hay nada más potente que el material de archivo de época real. La mezcla entre el real y el archivo produce un efecto que es súper bonito en términos de narrar una ficción”.

De todos modos, se tuvieron ciertas consideraciones. En el primer partido, se cuidó de que el árbitro fuera similar al que aparece en las imágenes. “Tuvimos que buscar tipos parecidos”, cuenta el también director de Tengo miedo torero.

Eso sí, Sepúlveda señala que todo lo que se cuenta es acorde a lo que ocurrió. Así, cuenta que lo ocurrido en el capítulo 1, donde un compungido Ernesto Alvear debe pedirles prestados balones a los suizos para poder empezar el partido porque al utilero se le quedaron, pasó efectivamente. “Eso habla del país provinciano que era en la época, un Chile inocente, súper ingenuo. Hoy día eso es impensable en un mundial del fútbol. Eso es muy Chile”.

De todos modos, hay decisiones que en la temporada 1 levantaron cierta polvareda en los fanáticos del deporte, como que Chile jugó con camiseta blanca contra Suiza, y en la serie aparece de rojo, o que el mismo Eyzaguirre no usaba bigotes. Sepúlveda defiende esas decisiones.

“Son licencias que yo creo que uno se las puede permitir, lo importante es la esencia de lo que estás contando sea real, por ejemplo lo del combo de Leonel, o del artículo del periodista italiano [Corrado Pizzinelli, quien redactó el polémico artículo que encendió los ánimos antes del partido con Italia], esas cosas no son inventos”, dice el cineasta.

¿Y las críticas de la prensa especializada? “A mí me encantan los comentarios de los periodistas deportivos, que se abanderen de esa manera. Dicen que fue el peor mundial del mundo, que cómo se hace una serie sobre ese mundial, pero se sigue hablando de ese hecho que pasó hace 60 años. Chile cambió para siempre después de ese mundial de fútbol”.

Parecido a JM

Como decíamos más arriba, otro de los focos de esta segunda temporada está puesto en el periodismo y la bohemia de la época. En la época habían nombres que hoy son clásicos para el mundo de las comunicaciones, como Raúl Hernán Lepe, Hernán Solís, Raúl Prado y por supuesto Julio Martínez, JM, y su inolvidable “Justicia divina” ante el gol de Leonel Sánchez a la Unión Soviética, en Arica.

Sin embargo, en esta segunda temporada se quiso que esos rostros añosos tuvieran algo reconocible para la gente.

“Hicimos varias mezclas, hay un homenaje a Julio Martínez, a Sergio Silva -quien tenía un humor más cáustico-, un poco de Carcuro, un poco de Guarello, un poco de Schiappacasse”, señala Sepúlveda.

De hecho, Schiappacasse tiene un cameo en el primer capítulo, leyendo un diario en el bar del Estadio Nacional, aunque su inclusión no es algo nuevo para Sepúlveda. “Yo tengo una historia con Aldo. Cuando hicimos Los simuladores lo hice actuar, fue jurado en un concurso de obesos mórbidos; actuó en Tengo miedo torero, hace del cliente que entra con La loca del frente al cine porno. Es súper cooperativo”.

Pero también hay un homenaje a las mujeres. El personaje de Mireya, la locutora de noticias que entrega las novedades del mundial no se llama así por mera casualidad. “Le pusimos así por Mirella Latorre -dice Sepúlveda-. No es específicamente ella, pero quisimos hacerle un homenaje”.

Latorre, fue una destacada locutora de radio y televisión, pionera del radio teatro. De hecho, fue la primera mujer que leyó noticias a la hora del almuerzo.

Consultado por algún momento anecdótico del rodaje, Sepúlveda se va a los días en que rodaron en la sede del Club Deportivo Fermín Vivaceta.

“Cuando hacíamos la escena en el Rajadiablos en que la gente gritaba el ceacheí, terminaba todo el equipo gritando, se producía una cosa súper bonita, súper futbolera y súper emocionante. Todo el mundo gritaba, incluso se transformaban en manifestaciones políticas, estábamos justo post estallido, entonces al final se mezclaba con los gritos de ahora”.

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