De La Madrastra a La Fiera: 40 teleseries chilenas se convierten en piezas de arte

Jael Unger en La Madrastra (1981), el fenómeno de audiencia que sentó las bases y consolidó al género en Chile.

Desde la próxima semana, una exposición fotográfica en sala de artes visuales del GAM y un libro de entrevistas con varias revelaciones recorrerán la historia de las telenovelas nacionales más emblemáticas de las últimas cuatro décadas, buscando, de paso, reivindicar la memoria y el impacto cultural del melodrama criollo.


La directora de cine y fotógrafa Claudia Gacitúa tiene amplia experiencia trabajando tanto con galerías de arte como en la industria audiovisual. Además de haber exhibido su propia obra en diversos recintos y de los premios cosechados por su trabajo fotográfico, ha dirigido mediometrajes, ha oficiado de asistente de dirección en otros proyectos y también ha estado a cargo de muestras sobre la historia del cine chileno. Pero cuando a comienzos de 2020 le propusieron hacerse cargo de una exposición sobre teleseries nacionales, supo de inmediato que se trataba de un desafío especial.

”Estamos intentando armar una memoria de una época, porque las teleseries siempre han ocupado un espacio más popular. Pero mucha gente las ha visto, han marcado etapas en la vida de muchas personas, apelan a la nostalgia, a un olor, al momento de tu vida en el que estabas cuando se emitió”, dice Gacitúa, curadora de una inédita muestra producida por la Fundación Gestionarte de Chileactores, que además de recorrer los grandes hitos de las telenovelas nacionales de las últimas cuatro décadas -a partir de imágenes de archivo de los títulos más emblemáticos-, busca transformar el melodrama criollo en pieza de arte y, de paso, reivindicar la importancia de un género dramático que históricamente ha ocupado un lugar algo más secundario -o derechamente el de hermano menor- del cine, el teatro o incluso las series.

Más allá de los prejuicios, el primer reto fue material: dar con el archivo idóneo para una exposición que desde un comienzo se planteó utilizar imágenes fijas de escenas de cada telenovela seleccionada, por sobre las fotos y afiches promocionales. Ante la escasez de ese tipo de registro, el equipo debió investigar a fondo y desarrollar una mecánica especial de trabajo, contactando a distintos profesionales de la industria para indagar en su archivo personal y también a los canales para revisar cientos de horas de viejas cintas.

Sonia Viveros y Bastián Bodenhöfer en La represa, de 1984.

“En el caso del cine tienes una hora y media de película, pero las teleseries tienen 101 o 110 capítulos. Eso fue todo un desafío, una vez que se definieron los nombres: ver cómo empezábamos a seleccionar el material. Los canales nos abrieron las puertas de su archivo para ir a revisar cada teleserie y pudimos hacer algunas capturas (de la pantalla). Y empezamos a hacer una sistematización, llevamos meses organizando material, seleccionando”, detalla.

El resultado de esa búsqueda, selección y montaje se podrá ver de forma gratuita a partir del próximo martes 24 de agosto en el GAM, con una muestra fotográfica titulada “Pantalla Viva”, que a través de 650 imágenes reconstruirá el clima, la narración, la época y los personajes de 40 teleseries chilenas emitidas desde 1981 a la fecha, con el fin de poner de relieve el impacto que estas producciones han tenido en la industria y en el imaginario popular del país. Desde títulos pioneros del formato en Chile, como las históricas La madrastra y La torre 10, hasta producciones más recientes como Pacto de sangre y Juegos de poder.

“Las fuentes fueron variadas y fue una labor muy ardua, porque en general no hay material de foto fija de teleseries. En el cine se usa más, pero en las teleseries muy poco, más allá de algunos fotógrafos que hacían la foto de marketing y aprovechaban de hacer algo de making of”, cuenta Gacitúa, quien durante el último año ha debido redoblar esfuerzos y, junto al equipo de trabajo, ha rastreado entre actores, directores, guionistas y los propios canales de televisión la mayor cantidad posible de material gráfico de diversas telenovelas nacionales.

La protagonista de La Fiera (1999), Claudia di Girolamo, una de las entrevistadas del libro Pantalla Viva.

La exposición, que se monta por estos días en la sala de artes visuales del recinto de Alameda -donde cada producción tendrá su propio espacio en el que se reconstruirá su visualidad y narrativa-, se completa con un libro del mismo nombre, a cargo de las periodistas especializadas en televisión Carmen Rodríguez y Soledad Gutiérrez. Un trabajo de investigación que da cuenta de la historia de las teleseries chilenas de las últimas cuatro décadas a través de archivo, análisis y conversaciones con directores, guionistas y protagonistas de estas producciones, además de 16 entrevistas a actores y actrices nacionales que también se exhibirán en el salón a través de una pantalla.

El libro, que se subirá al sitio oficial del proyecto Pantalla Viva en formato digital, sirvió como base para la muestra, que se articuló a partir de la selección de 40 telenovelas locales que hicieron las autoras. Aquellas comedias, melodramas y thrillers -o a veces un poco de todo lo anterior- en formato episódico que, según explican en sus páginas, marcaron hitos artísticos, avances para la industria, temas de conversación en el país y un vínculo inolvidable con la audiencia.

Un lenguaje común

Si bien para encontrar el origen del género en la pantalla chica nacional hay que remontarse hasta comienzos de la década del 70, con títulos desarrollados por el dramaturgo Arturo Moya Grau y la productora Protab -como El Padre Gallo, J. J. Juez y Sol tardío-, el libro toma como piedra fundacional el estreno de La madrastra (1981), el fenómeno de audiencia que el mismo autor estrenó hace cuatro décadas en Canal 13 y que, además de paralizar al país mientras se acercaba el desenlace de la historia de Marcia Jones (Jael Unger), la mujer que volvió a Chile a recuperar a sus hijos tras pasar 20 años en la cárcel por un crimen que no cometió, consagró las bases del modelo de telenovela local que imperó en los siguientes 40 años. El de los presupuestos millonarios, la competencia entre canales, la franja horaria previa a los noticieros centrales y la consolidación de un star-system criollo.

También hay espacio en el volumen para otras recordadas ficciones como Los Títeres, Marta a las 8, La represa, Ángel malo y Bellas y audaces, las que en su momento supieron reflejar -a veces de forma solapada y en otras, más explícita- los horrores que se vivían en el país en dictadura, primero, y luego las transformaciones sociales, las deudas morales y las esperanzas de un país en transición, para terminar diversificando sus formatos, horarios y narrativas en el nuevo siglo.

Sonia Viveros, Javiera Parada y Tomás Vidiella en La Torre 10 (1984).

”Las telenovelas son parte de nuestra cultura, son un lenguaje común que une a generaciones”, señalan las autoras en el libro. “Están los que lloraron con la muerte de Nice y los que no olvidan el asesinato de Pelluco. Están los que rieron con la Martuca, se sorprendieron con el indomable Chingao, esperaron el beso de Tichi y Manuel o sufrieron buscando a Elisa. Están las nuevas generaciones que hoy consumen en YouTube A la sombra del ángel, dando un nuevo aire a una producción que en sus tiempos no fue un fenómeno de audiencia. Están las teleseries que muestran dramáticos problemas de hoy, envueltas con los ropajes del pasado, como Perdona nuestros pecados, El señor de la Querencia o Pampa ilusión. Están las que enfrentan cara a cara el presente, como Juegos de poder; y las que se adelantan a su tiempo, como Peleles, que reflejó la frustración de un grupo de trabajadores frente a un sistema laboral que consideraban injusto”.

Una larga historia de cuatro décadas que los actores entrevistados ayudan a calibrar, revelando decisiones artísticas y anécdotas del set. Como cuando Carolina Arregui cuenta que el célebre final de Ángel malo (1986) se grabó en una sola toma, sin indicaciones actorales y con todo el equipo técnico llorando. O los efectos que el malévolo personaje de Adriana Godan en Los Títeres (1984) tuvo en Gloria Münchmeyer, quien terminó en el psicólogo.

¿Dónde está Elisa?, el exitoso thriller de 2009 que TVN exportó a varios países.

También, por qué Pampa ilusión (2001) es la teleserie favorita de Claudia di Girolamo entre las decenas que ha protagonizado; las críticas que actores como Cristián Campos recibieron de sus pares por trabajar en televisión en los albores del género, a quienes tildaron de frívolos; la llegada de modelos a los elencos en los años 90 e incluso, más de una autocrítica, salida de libreto (“lo único que han aportado las teleseries es entretención, no es más que eso”, sentencia Mauricio Pesutic) o cuestionamientos a la industria actual.

Una mirada que cobra especial relevancia en días en que la otrora “guerra de las teleseries” nacionales quedó reducida a las apuestas de sólo dos canales de TV abierta, Mega y Canal 13, con el segundo trabajando hoy con una productora externa y en medio de un complejo presente para una industria que nunca antes lució tan melodramática y telenovelesca.

Marrón Glacé (1993)

La exposición Pantalla Viva estará abierta al público desde 24 de agosto al 10 de octubre en la Sala de artes visuales del Gam.

Las 40 teleseries seleccionadas para el libro y la muestra son: La Madrastra, La Torre 10, Los Títeres, La Represa, Marta a las 8, Ángel Malo, Bellas y Audaces, Volver a Empezar, Trampas y Caretas, Marrón Glacé, Ámame, Amor a Domicilio, Estúpido Cupido, Adrenalina, Sucupira, Iorana, Fuera de Control, La Fiera, Romané, Amores de Mercado, Pampa Ilusión, El Circo de las Montini, Machos, Puertas Adentro, Los Treinta, Papi Ricky, Alguien te Mira, El señor de la Querencia, Dónde está Elisa?, Esperanza, Pobre Rico, Soltera otra Vez, Secretos en el jardín, Pitucas sin lucas, Amanda, Señores papis, Verdades ocultas Perdona nuestros pecados, Pacto de Sangre y Juegos de poder.

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