El vasto mundo cinematográfico de David Lynch es parada obligada para cualquier cinéfilo. Su obra se está marcada por un sello muy distintivo, el que posee fuertes elementos freudianos, quiebres pesadillezcos y notables tintes surrealistas, los que dotan a su cinematografía de escenas fácilmente reconocibles, más no siempre fáciles de digerir.

Si bien su carrera comienza a cimentarse con diferentes cortos de terror estrenados durante los años 70, la aparición de su primer largometraje, Eraserhead (1977) significó la irrupción de su estilo onírico y perturbador en un filme para la gran pantalla, el que en sus comienzos no fue bien percibido por la crítica. De hecho, por aquellos años, fue descrita como una cinta “turbiamente pretenciosa” por el crítico Tom Buckley de The New York Times.

Nada de lo cual impediría ser reconocida en la actualidad como una película de culto, siendo incluso preservada por el National Film Registry, ente encargado de la conservación de cintas que se alojan en el catálogo de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. En este caso, por motivo de su valor estético y cultural.

Tres años más tarde de su primer largometraje, Lynch estrenó lo que fue su consagración crítica y comercial: El hombre Elefante (1980), cuyo argumento está basado en la historia real de Joseph Merrick, un hombre que sufrió de grandes malformaciones y que vivió durante el siglo XIX en Londres.

Tras el reconocimiento de su obra, durante los años posteriores el director estadounidense no paró de innovar y experimentar en diferentes formatos, inquietudes que lo llevaron a estrenar películas, series y largometrajes, incluso llegando a incursionar en spots publicitarios.

Entre blues y pesadillas

Sin embargo, existe un eje central en prácticamente todos sus proyectos, al que Lynch le asignó siempre especial cuidado, llegando a ser, inclusO, un personaje aparte dentro de sus producciones: la música.

De hecho, tal es el valor que posee este elemento en el universo de Lynch que sería prácticamente imposible desligar la banda sonora de su obra. Así, su mítica serie Twin Peaks (1990), el cortometraje Rabbit (2002), o su filme Mulholland Drive (2001) no podrían ser los mismos sin los notables acordes que acompañan a cada entrega.

Por ejemplo, cada escena en la que ingresaba Audrey Horne, la enigmática hija de Benjamin Horne en la serie Twin Peaks, estaba acompañada de una canción específica para su personaje, lo que intensificó el halo de sensualidad y misterio de Audrey dentro de la serie. La canción, así como el resto de la banda sonora, fue compuesta por Angelo Badalamenti.

De igual forma, en la misma serie, cada vez que se presentaban imágenes, recuerdos o sueños donde aparece la asesinada Laura Palmer, o se hace alusión a ella, comienza a sonar de fondo su música instrumental propia, elemento que podía provocar la presencia de su personaje, sin estar necesariamente en cámara.

Esta relación de colaboración entre David Lynch y el compositor Baladamendi nacería luego de que el primero no tuviera el presupuesto suficiente para incluir su canción favorita, la versión Song To The Siren de Tim Buckley grabada por This Mortal Coil, en su película Blue Velvet (1986). Tras esto, el director le solicitó a Baladamendi una canción parecida, y de esta forma, nacería no solo The Mysteries of love, sino que también una seguidilla de colaboraciones entre ambos, con letras del propio Lynch, las que, en sus versiones vocales, serían interpretadas por la baladista Julee Cruise, creando las atmosferas idóneas para cada propósito.

Esta fijación y especial atención en los elementos sonoros, llevó al director a recopilar a la fecha tres discos junto con incontables apariciones en álbumes de más de una decena de artistas, como Danger Mouse, Flying Lotus e Interpol, entre otros.

No obstante, su primer trabajo discográfico, fue lanzado bajo el título de BlueBOB (2001), disco con una notable carga de blues y música industrial, donde Lynch, en colaboración con el guitarrista John Neff, se encargaría de desarrollar íntegramente en un disco todo el peso melancólico e inquietante que ya se encontraba presente en los soundtracks de sus proyectos.

Ambos citarían al legendario guitarrista de blues John Lee Hocker como principal inspiración, destacando en el comunicado de su lanzamiento que el disco “es una idea musical basada en la maquinaria de la industria de las chimeneas y el nacimiento crudo y amplificado del rock and roll. La música está inspirada en máquinas, fuego, humo y electricidad”.

Tras diez años del lanzamiento de BlueBOB, David Lynch presentaría su segundo álbum, el que sería su debut en solitario, Crazy Clown Time (2011). En esta entrega, el cineasta prosiguió por la senda del electroblues, sin embargo, la novedad se encontraría en la inclusión de elementos de avant-garde y pistas de electropop.

El disco alcanzó el puesto número 3 en la lista de álbumes del ránking Billboard Heatseekers de Estados Unidos, trayendo consigo positivos comentarios por parte de la crítica de la época.

“El nombre del director de 64 años evoca un universo específico de imágenes y sonido como ningún otro y, aunque esta es su primera incursión en el medio de la música electrónica, es un logro magistral”, comentó Anna Wilson sobre Crazy Clown Time, en la revista Clash.

El estreno de la canción homónima al disco fue acompañado por un video minimalista grabado íntegramente desde un patio, y en su temática, muy al estilo de Lynch, se intercalan imágenes en movimiento de un grupo de jóvenes que, entre otras situaciones, se prenden fuego a ellos mismos, gritan y se agitan en una fiesta digna de las más perturbadoras escenas del director.

Finalmente, su último disco personal vería la luz en 2013, bajo el título de The Big Dream. En su última entrega Lynch trabajaría con el productor Dean Harley, quien estuvo encargado de la guitarra, destacando las canciones Sun can’t be seen no more, la que contó con la presencia de su hijo, Riley Lynch, también en las guitarras.

“A veces las letras son lo primero, pero en general es la música la que te habla sobre dónde quieres estar y luego las letras fluyen” comentó David Lynch sobre la composición de The big dream al medio Billboard, donde además destacó que todas las pistas salieron desde una seguidilla de sesiones de improvisación que el director mantuvo con Hurley.

Si bien The big dream, no fue tan bien recibido por la crítica, el proyecto mostró a un Lynch mucho “más seguro” en cuanto a sus habilidades musicales, según señalaría él mismo.

Tras el lanzamiento del disco, David Lynch ha seguido publicado recopilatorios y colaboraciones. Aún no existen anuncios por parte del director de nuevos proyectos en solitario. Sin embargo, su último sencillo fue lanzado durante el 2021 bajo el título de Gimme some a that, el que presentó una colaboración con el cantautor escocés Donovan.

Director de su estilo propio

No obstante, cabe destacar que su prominente trabajo como cineasta lo ha llevado a participar y dirigir diferentes videoclips musicales para renombrados artistas durante sus 56 años de carrera.

De hecho, una de sus colaboraciones más destacadas es el teaser que realizó para el video de Dangerous de Michael Jackson en 1991.

De la misma forma, participó como director en la canción Rammstein de la homónima banda alemana, así como también en Came Back Haunted de Nine Inch Nails.

(ADVERTENCIA: dado los patrones de luces, el video puede desencadenar ataques de epilepsia).

Ya sea como director de películas, series, cortos, animaciones, o en sus facetas de músico o dirigiendo videos musicales, en toda su obra desplegada, se puede apreciar ese mundo personal de Lynch, un universo con principios claros, claves bien definidas y contornos ruidosos.

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