Hace unos meses se cumplieron diez años desde que Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux se transformaron en las primeras actrices en recibir la Palma de Oro del Festival de Cannes. El jurado de la edición 2013 del certamen, presidido por Steven Spielberg, determinó que los atributos de La vida de Adele eran tan descomunales que las intérpretes reunían los mismos méritos que el director Abdellatif Kechiche para obtener el galardón.

Así, debido a esa decisión sin precedentes en la historia del evento, los tres fueron catapultados a la cima del festival más celebre del mundo. Luego, sin embargo, enfrentaron meses de polémicas, debido a que la cinta incluía largas escenas de sexo explícito y a que las protagonistas cuestionaron los métodos del cineasta durante el rodaje y él contraatacó con declaraciones virulentas.

Aunque ha reconocido que le costó reponerse tras esa experiencia, en la década siguiente Exarchopoulos construyó una filmografía robusta y se convirtió en una de las actrices europeas más solicitadas. El director estadounidense Ira Sachs (Por siempre amigos) pensó en ella cuando la vio en Sybil (2019), de Justine Triet. La contactó para plantearle que encarnara a Agathe, una profesora que juega un rol clave en Pasajes, su primera película grabada en Francia (ya disponible en cines locales y próximamente en Mubi).

“No escojo guiones o proyectos por estrategia o enfoque político. Creo que es acerca de la sensación que tengo después de leer el guión. A veces percibo que es peligroso, a veces sé que no es perfecto, a veces sé que es torpe, pero quiero adentrarme en esta aventura y tratar de conectarme con sus personajes”, dice a Culto.

Cuenta que aceptó la propuesta de Sachs, porque había visto parte de su trabajo, que incluye títulos como Keep the lights on (2012) y Love is strange (2014). “Me encanta el hecho de que él hace películas sobre un momento, que no implican un juicio. Me encanta el cine que se trata de cosas simples y banalidades”, explica.

La trama de Pasajes es sencilla pero con un detonante explosivo: Tomas (Franz Rogowski), un cineasta de origen alemán, conoce a una profesora (Exarchopoulos) en una fiesta e inicia una aventura amorosa con ella. Ambos profundizan en su relación a pesar de que él está casado con Martin (Ben Whishaw), un artista inglés que no se quedará de brazos cruzados.

La actriz aborda el inusual vínculo de su personaje con el protagonista. “Creo que ella ama la libertad de él y que corra riesgos, y creo que ella ama todo lo que no entiende. A veces (en la vida) amas más la experiencia que a la misma persona. Y a veces amas a las personas solo por la forma en que ellos te aman. Creo que ella (Agathe) ama lo que él la hace sentir”.

Debido a que es la tercera en el juego, afirma que una de sus preocupaciones consistió en que su personaje no quedara reducido al rol de víctima. “La manera en que la construí fue en torno al hecho de que ella está impulsada por sus sentimientos por Tomas. También en que son de culturas diferentes y que él es alguien que puedes sentir que tiene un gran ego, pero también complejidad”, apunta, aunque reconoce: “Me costó encontrar dignidad en una historia como esta, pero al mismo tiempo, puedo sentir que ella tiene eso. También empatía”.

La intérprete se abre a realizar un paralelo entre su filme más célebre y su nuevo estreno. “Creo que la relación entre esas dos películas, si tuviera que encontrar una, es el amor. La conexión entre las personas es un tema realmente interesante y, al mismo tiempo, una forma de ver dónde están nuestras sociedades. La vida de Adele se trata del primer amor y Pasajes se trata de la transición en la vida. Agathe está tratando de aceptar cosas por amor y por curiosidad”, define.

“Para mí esta es una película sobre preguntas que están en nuestro interior y de eso hablamos mucho con Ira. Por ejemplo, por qué ella acepta esta situación o por qué quiso convertirse en profesora”, cuenta sobre el proceso, que incluyó indagar en los asuntos más medulares del largometraje.

“Creo que no hay códigos en el amor. Por supuesto, los triángulos existen, y si no existen físicamente, existen en nuestras cabezas, a veces por un segundo, a veces por años. Es un cuestionamiento a nuestra forma de amar. Y no creo que haya una sola forma”, opina.

Ira Sachs se mueve con fluidez por el entramado que propone, urdiendo una cinta tan sexy y divertida como aguda. Son imágenes que expresan que en ningún momento se sintió superado por el reto de filmar con tres actores de diferentes países y rodar en una ciudad ajena.

“Creo que para él fue liberador trabajar en París, porque no es su tipo de territorio. Y, al mismo tiempo, para mí fue liberador trabajar en inglés. Incluso si uno puede sentirse frustrado cuando no es su idioma, porque no sueño en inglés y no pienso en inglés, tienes que mantenerte natural”, indica. “Entonces, creo que todos intentamos encontrar libertad en nuestro espacio de frustración y deseo mientras hacíamos esta película. Y esta película es acerca del deseo”.

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