Reseña de libros: de Yoko Tawada a Idea Vilariño

La escritora japonesa Yoko Tawada.

El Emisario, la novela de rasgos distópicos de la premiada escritora japonesa; Nocturnos, la reedición de un poemario definitivo de la poeta uruguaya, y Brotes entre el Cemento, un lúdico libro de poemas e ilustraciones, en las lecturas de la semana.


El Emisario, de Yoko Tawada (Anagrama)

De niño, a Yoshiro le gustaba tumbarse boca arriba en la pradera y mirar el cielo. Entonces, el aire era cálido; la hierba, fresca, y a lo lejos oía el sonido de los pájaros. Ahora es un anciano centenario y su bisnieto Mumei nunca ha corrido en el campo, ni una sola vez. Un día el muchacho le propuso pintar las paredes de la casa: “Pintémoslas de color azul, como el cielo. Añadamos también unas nubes y nos pájaros”, le dijo. “Quieres hacer un picnic en casa?”, le preguntó Yoshiro. “Bueno, fuera es imposible, no?”. No, tal vez dentro de unos años ni siquiera podrán salir a la calle y tendrán que contentarse con vivir rodeados de paisajes pintados. En un futuro indeterminado, Japón vive un colapso ambiental: la vida en el exterior es prácticamente inviable. Los animales se extinguen, las plantas mutan, los seres humanos cambian de género. En ese ambiente, el lenguaje también se deteriora: el mismo idioma muta y pierde palabras. Con ecos de ciencia ficción sombría, la novela recoge la mirada angustiada y nostálgica de Yoshiro y la visión jovial de Mumei que descubre la vida. Escrita en una prosa tersa y elegante, ganadora del National Book Award 2018, la novela de Yoko Tawada encierra una reflexión profunda y armoniza con destreza momentos de humor y desoladora belleza.

Nocturnos, de Idea Vilariño (UDP)

El título del poema es sugerente, Noche de sábado. La vida brilla y vibra en las calles, y en su cuarto la poeta escribe: “Toda la viva vive/ toda la noche es noche/ el mundo mundo/ todos/ están afuera están/ fuera de aquí/ de mi ámbito”. Para todos es sábado, pero en su mundo privado es la soledad, y “a veces/ un sábado de noche/ me invade a veces una/ nostalgia de la vida”. Versos breves y transparentes, pulsados a un ritmo propio y distintivo; versos que giran en torno al dolor, la soledad y la muerte dan forma a Nocturnos, el libro donde Idea Vilariño consolidó su voz poética. Publicado en 1955 y reeditado por Ediciones UDP, recoge un conjunto de poemas delineados por las imágenes de las noches desiertas, fantasmagóricas, asediadas por el vacío, y “nadie a quien poder/ abrazarse llorando”. En un poema dedicado a sus hermanos, se pregunta: “Quiénes son quiénes son/ metidos en mi vida/ imponiendo ternura/ espectros como yo/ momentáneos y vanos/ iguales a las hojas que pudre cada otoño/ y no dejan memoria”. Este es un poemario de esperanzas muertas y de una muerte que ronda y “me aparta de los otros/ me marca/ me precisa/ para mejor borrarme”. Pero la noche puede ser también un “pozo suave”, una zona donde se derrumba las miserias del día: “La noche pozo suave”.

Brotes entre el Cemento, de Ángeles Quinteros y Cristian Garrido (Hueders)

Una cita de Jorge Teillier hace de epígrafe del libro: “”Los niños juegan en sillas diminutas, los grandes no tienen nada con qué jugar”. La cita dispone el ánimo para la lectura de un libro de poesía e ilustraciones que tiene el espíritu del juego en el corazón de sus versos y sus imágenes. La voz de los poemas busca brotes y rastros de la naturaleza entre las calles. “Soy un bicho de ciudad/ que al borde de la calle/ busca el brote/ improbable”, dice al inicio. “En una maceta/ busco/ el aroma del hogar,/ las raíces que perdí, las raíces que nunca tuve”, dice, y al atardecer, cuando la luz se desvanece y se riegan los jardines, el sonido de los grillos se convierte en una plegaria nocturna que le recuerda los bosques. El espíritu lúdico brota especialmente en Juegos cruzados: “Dentro de la casa de muñecas/ hay otra casa de muñecas/ que juegan a que un niño/ las invita a tomar té”. En el jardín el limonero no da sombra sino luz, y de noche “las muñecas leen cuentos/ sobre gigantes y monstruos/ bajo el resplandor del limonero”. Y aun así, “el niño sigue creyendo/ que es él quien juega con las muñecas/ y no al revés”. Un libro escrito con delicadeza que respira humor y creatividad y donde hasta las imágenes fueron el resultado de juegos con papeles, palitos y colores.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.