Director del documental sobre Antares de la Luz y sus exseguidores: “En esta historia las víctimas se transforman en victimarios”

Director del documental sobre Antares de la Luz y sus exseguidores: “En esta historia las víctimas se transforman en victimarios”

Santiago Correa, el realizador detrás de Antares de la Luz: La Secta del Fin del Mundo (Netflix), detalla a Culto la trastienda del largometraje, desde las gestiones para entrevistar a Pablo Undurraga –exintegrante del grupo– hasta los posibles ángulos que consideraron. “El equipo en general pensaba que era muy importante esa pieza que nunca se había mostrado: cómo alguien puede caer en algo como esto y terminar siendo el esclavo de otro”, indica.


En el juicio en contra de los exmiembros de la secta de Collihuay hubo dos condenados a penas de cárcel efectiva. Uno de ellos fue Pablo Undurraga, un joven que antes de conocer a Ramón Castillo Gaete –o Antares de la Luz– fue un estudiante aplicado que sufrió bullying y encontró a sus primeros amigos recién cuando salió del colegio.

Su interés en la espiritualidad y en talleres de medicinas alternativas lo llevó a cruzarse con Castillo Gaete, a convivir a diario con él y más tarde a transformarse en su mano derecha al interior de una organización que consumía ayahuasca y tenía un discurso sustentado en la sanación del mundo. La misma que, posteriormente, en noviembre de ese año, sacrificó a un niño recién nacido por orden de su líder y meses después consternó a la esfera pública.

Pablo Undurraga. Foto: Courtesy of Netflix ©2024

Su testimonio es uno de los ejes de Antares de la Luz: La secta del fin del mundo, el documental dirigido por Santiago Correa y recién estrenado en Netflix. Desde que salió de prisión (recibió el beneficio de libertad condicional en 2019), Undurraga nunca había aceptado dar una entrevista, por lo que acceder a él lucía como una posibilidad muy remota. Pasados más de diez años desde que el caso estalló, el realizador y el equipo de la productora Fábula hicieron su intento. “Fue un desarrollo muy delicado”, afirma.

En diálogo con Culto, Correa detalla que primero se contactó con Jaime Undurraga, papá del exintegrante del grupo (también entrevistado en el filme) y autor del libro Mi hijo atrapado por una secta (2014). Sostuvieron una conversación telefónica en que hablaron sobre el foco que quería darle al largometraje, sobre el control mental destructivo y sobre las particularidades de las agrupaciones sectarias.

“Me dijo que a él ya lo había convencido, pero que tenía que hablar con su hijo. Un día estaba paseando a mi perro y recibo un llamado de un número desconocido y era Pablo. Nos quedamos conversando como una hora y media”, relata.

“Yo creo que hubo varios cosas importantes que surgieron de esa conversación. Una de ellas es que Pablo vio en mí a alguien que de verdad le interesaba conversar desde el punto de vista más psicológico, desde el control mental destructivo, y no tanto desde el crimen, que había sido una constante durante todo este tiempo”.

Santiago Correa. Foto: Juan Queirolo

El director piensa que también ayudó que tenían una edad similar y que él conocía de cerca el mundo en el que había crecido. “Entendí que venía de un colegio en donde el bullying es bien macabro. Entendí que era este personaje que nunca pudo pertenecer mucho a nada. Y yo creo que fue desde esa perspectiva que de alguna u otra forma empezó a confiar en mí y en lo que podía pasar en una entrevista. Después de un largo proceso, tras por lo menos unas seis reuniones por Zoom, finalmente accedió a dar la entrevista”, explica sobre el preámbulo a concretar tres encuentros con Undurraga, quien hoy vive en el sur con su familia.

“El equipo en general pensaba que era muy importante esa pieza que nunca se había mostrado, que era la pieza vivencial, en primera persona: cómo alguien puede caer en algo como esto y terminar siendo el esclavo de otro. Pablo era la clave para poder entenderlo”. Y enfatiza: “Yo cuando empecé a indagar en este caso no sabía con quién me iba a encontrar y me encontré con un personaje tremendamente inteligente. En complemento con lo que había leído, empecé a entender que esto no se trata de carencia intelectual, se trata de carencia emocional”.

En su afán por contar esta historia desde un ángulo diferente, el largometraje se adentra en el control mental destructivo. En el contexto de las sectas, el término alude a la destrucción de la identidad y la personalidad de sus miembros, condicionando su autonomía y su individualidad. Correa profundizó en ese término leyendo libros y conversando con el escritor estadounidense Steven Hassan y con el psicólogo clínico español Miguel Perlado.

Miguel Ampuero. Foto: Courtesy of Netflix ©2024

De hecho, el tema le interesaba tanto que incluso pensó en hacer un filme de acento mucho más académico, “porque sentía que el control mental destructivo era lo más fascinante de todo. Pero finalmente, como pasa en los documentales, el documental me fue pidiendo y pidiendo, y llegamos a un punto en donde, cuando ya teníamos los primeros actos armados, el tercer acto orgánicamente, o por línea estructural, tenía que ser sobre cómo se juzga a estos personajes”.

El listado de entrevistados intenta representar ese arco narrativo, donde conviven diferentes voces. Aparecen Juan Emilio Gatica, el fiscal del caso, y los policías que investigaron el crimen, pero también surgen personajes que aportan sus opiniones desde distintas áreas: la periodista Verónica Foxley (autora del libro Cinco gotas de sangre), la psicóloga Isabel Soublette, el psiquiatra Otto Dörr, Gustavo Gaete (el tío de Antares de la Luz) e Ismael Gomberoff, el dueño del fundo en que sucedió el crimen.

Reveses y alcances

Así como el equipo de Antares de la Luz: La secta del fin del mundo sumó aciertos, también vivió algunas frustraciones. Una de ellas fue la imposibilidad de acceder a los familiares más directos de Ramón Castillo Gaete. Eso limitó que el largometraje se transformara en una especie de perfil del líder de la secta.

“Nosotros vimos todas las alternativas posibles. Esa era muy interesante, pero era difícil, porque la familia de Antares es muy encriptada. El vocero oficial es el tío de Antares, que es un personaje muy especial. Él mismo reconoce en algún momento que no lo conocía tanto. También fuimos a hablar con los exintegrantes de Amaru, que era su banda. Estuvimos varios días conversando con ellos, e incluso los entrevistamos, pero no entraron en el documental”, señala.

Correa asegura que pudieron conversar con todos los exmiembros de la secta, pero eso no desembocó en que aceptaran ser entrevistados a cámara. Frente a esa barrera, la solución que encontraron para incluirlos en el relato fue basarse en las declaraciones que entregaron durante el juicio –presentes en la carpeta investigativa– y ocupar a actores y actrices para que les dieran voces. Eso aplicó en el caso de David Pastén, Carolina Vargas y Natalia Guerra. Esta última, la madre del niño sacrificado, fue la otra persona que en 2017 recibió una condena que involucró pena de cárcel efectiva.

La labor de contactarla quedó en manos de Valerie Schenkman, responsable de la investigación y el guión del documental. “Tuvimos un par de reuniones con ella, donde en un principio dijo que estaba dispuesta a hablar. Después dijo que no, porque no se sentía preparada. Estábamos entrando en una zona tan delicada que decidimos no ser majaderos y lo dejamos en mano de ella. En algún momento Valerie volvió a comunicarse y dijo que no podía y pidió que no la llamáramos más”, describe el cineasta.

“Por otro lado, es muy peligroso tener a alguien que emocionalmente sigue en un proceso, porque puede que la sientes frente a cámara y sea todo para peor. Que no te entregue la perspectiva que tú esperabas, que sea un drama. Entonces, decidimos no molestarla tanto. Pero, como te digo, sí nos comunicamos con ella, conversamos profundamente y nos dio su perspectiva. En base a eso, rescatamos ciertas cosas en Fiscalía, que después recreamos con una actriz. Creemos haber sido lo más objetivos con la historia de Natalia”. Aunque agrega: “Como realizador, me dolía mucho no poder contar con ella”.

Verónica Foxley. Foto: Courtesy of Netflix ©2024

Terminado el proceso del documental, ¿cree que los exdiscípulos fueron cómplices de un crimen y, al mismo tiempo, víctimas de Antares de la Luz?

“Definitivamente”, responde Correa. “Este caso se presenta como una historia especial, porque las víctimas se transforman en victimarios. Eso hacía que esta historia se metiera en una zona de grises, en donde cada uno tiene su propia interpretación. Siento que la capacidad de reflexión de algunos va a ser distinta a la de otros. Siento que en cada casa va a haber un Miguel Ampuero (PDI) y va a haber una Isabel Soublette. Eso es lo interesante, que el debate que se va a generar va a ser desde esos dos polos y va a haber posiciones intermedias”.

El director piensa que la reflexión que plantea el documental trasciende los grupos sectarios y no se circunscribe sólo a nuestro país. “Esto también se da en las parejas en las que un miembro maltrata al otro y este sigue volviendo al victimario. También te puede ocurrir si entras en una crisis y caes ante alguien que puede aprovecharse de ti. Hay que entender que esto no solamente pasó una vez en Chile, sino que pasa constantemente alrededor del mundo”.

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