El 17 de junio de 2012, una tarde extremadamente lluviosa llenó los cielos capitalinos. Fue una jornada en la que se celebró el día del padre y también uno de los Superclásicos más extraños que se tenga memoria. Ocurrió en el Estadio Monumental, donde se cruzaron dos equipos con realidades totalmente distintas. Por un lado, el Colo Colo del interino Luis Pérez y, por el otro, la todopoderosa Universidad de Chile de Jorge Sampaoli. Sin duda, un partido que prometía, pero que tuvo un particular detalle: se jugó sin público, debido a una sanción que recibieron los albos por los incidentes protagonizados por su barra semanas atrás en La Florida.

Renny Vega; José Pedro Fuenzalida, Pablo Contreras, Christian Vilches, Bruno Romo; Álvaro Ormeño, Rafael Caroca; Mauro Olivi, Bryan Rabello; Carlos Muñoz y Esteban Paredes fueron los once caciques que saltaron a la cancha. Mientras que la U formó con Johnny Herrera; Osvaldo González, Albert Acevedo, Paulo Magalhaes; Matías Rodríguez, Charles Aránguiz, Marcelo Díaz, Eugenio Mena; Junior Fernandes, Ángelo Henríquez y Roberto Cereceda. Luego ingresaron Rodrigo Millar, Horacio Cardozo y Mathías Vidangossy en el dueño de casa; y Guillermo Marino, Emilio Hernández e Igor Lichnovsky, en la visita.

El local venía con la vergüenza del 5-0 que le habían propinado los azules, un mes y medio antes, la mayor goleada estudiantil ante el archirrival. Por eso, era imperativo borrar esa muy mala imagen ante un equipo que tenía la mente dividida con las semifinales de la Copa Libertadores, donde a mediados de la semana siguiente tenían la misión de remontar un 2-0 ante Boca Juniors, algo que finalmente no pudieron conseguir tras no pasar del 0-0 en Ñuñoa. Asimismo, los futbolistas del Cacique se motivaron viendo la foto del festejo de sus rivales haciendo la manita tras esa humillante caída del 29 de abril.

Antes de comenzar, ya se había establecido la primera polémica. El juez Eduardo Gamboa revisó tres veces la cancha, pero nunca vio si el balón corría con normalidad. Solamente con los jugadores en la cancha, ratificó la realización del encuentro. “La verdad es que fue bastante raro ese partido. Sampaoli esa vez reclamó mucho, no quería jugar porque la cancha no estaba en buen estado y por un par de situaciones más que al final el árbitro hizo lo contrario. Dijo que se jugaba, porque la pelota igual daba bote en algunos sectores”, recuerda Esteban Paredes, uno de los protagonistas de ese partido, quien agrega: “Fue bien particular, pero a la larga ganamos 2-0, que era lo que importaba. La mejor Universidad de Chile de ese entonces… Pero, así y todo, no nos pudieron ganar”.

El capitán, quien hoy asoma como titular, anotó un golazo esa tarde. Cuando se cumplía el cuarto inicial del primer tiempo, tomó el balón y desde 25 metros clavó un zurdazo imposible para Johnny Herrera. El delantero convertía el último tanto de su primer ciclo en Colo Colo, ya que había sido vendido al Atlante de México y no estaría para la revancha, pues en el minuto 60 sería expulsado tras una falta sobre Charles Aránguiz. “Me barro en el medio de la cancha. En ningún momento quise ir por atrás, sino que fui por el costado y el profe se apresuró en ponerme la roja directa”, recuerda el goleador histórico del fútbol chileno, quien abandonó la cancha besando el escudo albo y mirando hacia la tribuna, donde los dirigentes azules, habían pedido insistentemente la expulsión del artillero.

No fue la única fricción que hubo esa tarde. A los 35′, Álvaro Ormeño recibió la segunda tarjeta amarilla por un manotazo a Roberto Cereceda. El lateral, que en esa jornada fue puntero izquierdo, reconstruye aquella situación: “Tuve un accidente con Ormeño. Saltamos, él levanta el brazo, me pega en la nariz y me la quiebra. Caigo y me sangraba la nariz, tuve que salir en el entretiempo. Para mí no fue muy agradable ese partido, porque perdimos y salí con esta lesión. Fue un partido muy extraño, en el cual ellos fueron superiores”.

FOTO: OSVALDO VILLARROEL / AGENCIAUNO

Para el actual jugador de O’Higgins, la ocasión fue particular porque enfrentaba a su exequipo. “Fue mi primer clásico contra Colo Colo estando en la U. Tuvimos muy pocas llegadas; ellos no tuvieron muchas, pero las que tuvieron, las concretaron y se fueron con un 2-0 que les dio mucha confianza para el siguiente partido, en el cual no se esperaban que jugáramos de la manera en que jugamos en el Nacional”, sostiene.

La U entró a la cancha en el segundo tiempo con un jugador más que los albos. Sin embargo, cuando todavía no terminaban de acomodarse, un joven Bryan Rabello sentenció el partido. Apenas había transcurrido un minuto del complemento. Y si bien el DT azul utilizó lo mejor que disponía en la banca, el marcador ya no se movería y el cuadro laico perdería un invicto de cuatro partidos ante los albos.

Fuera de la cancha se vivía un partido aparte. Y bien caldeado. Por un lado, un puñado de dirigentes de Blanco y Negro hizo bastante ruido. “Se escuchaba todo, lo que decíamos nosotros, y arriba había 20 personas de Colo Colo, los dirigentes y algunos que trabajan en el club y también estaba la directiva de la Universidad de Chile”, añade Paredes. El más entusiasta de la mesa que presidía Carlos Tapia, el director José Tomás Errázuriz, quien se dedicó a molestar durante todo el encuentro al DT azul. “¡Sampaoli, te van a meter seis esta semana!”; “¡Sampaoli, al corral!” o “¡Gamboa, eres de la U!”, gritaba el líder de esa improvisada barra.

Por otra parte, se encontraba un grupo de medios partidistas de ambos clubes, lo que también tensionó los ánimos. De hecho, no estuvieron muy lejos de irse a las manos, a medida que se iba estructurando la victoria del Cacique y los comentarios iban subiendo de tono. “Fue especial y raro, a la vez, por lo que conlleva un clásico sin gente y lo que significa jugar sin público. Aparte, fue un día de lluvia, en el que solo se escuchaban los periodistas-hinchas”, recuerda Rafael Caroca, figura alba esa tarde, y que luego cruzaría a la vereda del frente, donde estuvo hasta el año pasado.

Dentro del circunstancial público, se encontraba nada más ni nada menos que Rudi Völler, la leyenda alemana que llegó a Macul como director deportivo del Bayer Leverkusen. Esa fue la primera vez que vio a Charles Aránguiz. Sin embargo, el que terminó partiendo a ese equipo fue Junior Fernandes, quien en la revancha sería la figura del 4-0 ante el Cacique, en un partido que se jugó con mucho público y que sería el penúltimo paso del equipo de Sampaoli en su camino a un histórico tricampeonato.