Edmundo Olfos (42) siempre quiso vivir para el rugby. Tanto, que estuvo en los dos mundiales de seven que ha disputado Chile; en 2001 como jugador y en 2018 como coach.

¿Los mejores días del rugby local?

Han sido días muy duros, emocionalmente, sobre todo esta última semana, tras ganarle a Argentina en Punta del Este y luego Viña de Mar. No tuvimos ni Pascua ni Año Nuevo, porque estuvimos evaluando y preparando todo. Muchos también venían del equipo quince, del partido contra los Maorí All Blacks...

¿Emocionalmente duro?

Es que ganarle a Argentina es duro. Sabíamos que queríamos llegar a la final, pero ganarle a Argentina no lo teníamos contemplado, porque nosotros llegábamos muy desgastados y la gran virtud de estos equipos, que están entre los 10 mejores del mundo, es su capacidad física de recuperación.

Y cómo la ganaron.

Por eso te digo. Y lo otro fue que, pese a esta victoria, al otro día ya estábamos trabajando en lo que estaba planificado para Viña. En la recuperación física de varios, otros que debían volver a trabajar. Fue duro.

¿Cómo se da esta mixtura entre el quince y el seven?

Es que no nos alcanza. Sigue siendo más importante el quince, a no ser que se replanteen los objetivos y se diga que no se puede competir ahí, porque es muy difícil. En el seven, en cambio, se puede estar entre los 10 mejores del mundo. Es difícil, ahora tendremos unas semanas de ajustes entre ambos. Mucha gente dice que nos dediquemos sólo al seven, pero no se puede, porque la World Rugby quita los recursos.

¿Qué camino seguirá la Federación?

No lo sé. Ahora se viene la Americas Rugby Championship para el quince y Las Vegas y Vancouver para el seven. La M20, que tiene varios chicos que queremos incluir en el seven, también tiene el Sudamericano. No sé qué ocurrirá a futuro. Puede que haya jugadores que digan que no quieren jugar en el quince.

Felipe Brangier negoció para quedarse solo en el seven.

Sí. Él fue negociando a través de los años, hasta que decidió que no le daba para viajar con las dos selecciones y se quedó con el seven. Principalmente, los que trabajan son los que tienen este problema. Pero fue Brangier el único caso que lo hizo, por un tema laboral.

¿Con la franquicia que llegará para la liga profesional que planea la Sudamérica Rugby podría acabarse este problema?

Claro. Ahora viene la franquicia e, imagínate, si a Felipe, por ejemplo, le ofrecen cinco mil dólares mensuales, ¿crees que dirá que no? A cualquiera le gustaría jugar profesionalmente y, encima, hacerlo en Chile, con tu familia, es algo soñado.

¿Está cerrado el tema de la franquicia?

Está cerrado, pero no estoy seguro de que estemos listos. De aquí a octubre debería tener partidos de preparación. En abril o mayo deberían tener los contratos y todo. Falta previsión, kinesiólogos… Está avanzado, pero no sé si estamos listos aún.

En Chile la estructura es tan amateur y los clubes funcionan más como un grupo de amigos, no en el alto rendimiento ¿Cómo se puede lograr este éxito en el seven?

Son muy pocos los clubes que han instaurado políticas, no sé si de alto rendimiento, pero sí de cuidarse físicamente. Antes, en mi época, la cosa era darle para adelante y que el más perro sobreviviera. Hoy, en cambio, todos son individuos, personas, con sueños y familias. Todo comenzó a cambiar hace cuatro años, cuando se comenzó a pensar en qué podía hacerse de forma más profesional y que no requiriera dinero.

¿Por ejemplo?

Cuidarnos más; aprender a comer; si se bebe, que sea para una ocasión especial y muy poco, evitando todo tipo de destilados; evitar las drogas sociales, la marihuana, porque ahora hay doping. Todo eso no es compatible con el alto rendimiento y así, de a poco, el jugador se fue haciendo competitivo a nivel internacional. Ahora, sin ser pagados, te digo que somos profesionales, nos enfrentamos de igual a igual contra jugadores que se les paga, incluso más, porque tenemos más hambre al hacerlo sin dinero a cambio.

Ese es un gran cambio de mentalidad.

Claro. Antes, hace ocho años, terminaba Punta del Este y nos íbamos a tomar a la disco hasta las cuatro de la mañana. Después, había que viajar a las ocho y prepararse para Viña ¡Y jugábamos, ah! Le poníamos huevos, pero con huevos no basta.

¿Y este cambio de mentalidad fue suyo también?

Es que yo me dediqué al rugby profesional, entonces ya traía este chip. En cambio, aquí son todos amateurs y créeme que es difícil quitarle, además de todo lo que ya le quitas a un jugador, el carrete. Al final, tuvimos que cambiar el estilo de vida. Y cuando lo hicimos, nos dimos cuenta de que sí podíamos competir.

¿Así se comportan ahora los Cóndores 7? Un jugador, por ejemplo, terminó peleándose después de un torneo en Temuco. Estuvo excluido y luego volvió.

Ese fue siempre un caso muy problemático. Venía de un club especial, como es Stade Français, que cultiva esa cultura antigua del rugby, de aguantar y ser macho. Se crió en un ambiente donde el alcohol y las drogas eran comunes. Él llegó así, con grandes condiciones deportivas, pero con problemas de higiene y cuidado personal. Tuvo varios problemas, como ese de Temuco. Terminó jugando muy poco en el quince, medio apartado del seven, y ahí le vino un bajón muy grande. Tanto, que su familia decidió meterlo a terapia. Esto fue entre 2015 y 2016.

¿Entro a terapia por adicciones?

A terapia por alcoholismo y drogadicción. No sé ni dónde ni cómo, pero estuvo un par de meses en eso. Parte de su tratamiento fue cambiarse de club, dejar a esos amigos, que no digo que sean malos, pero están en la misma que él y no se dan cuenta de que perjudican. Ahí se fue al Country Club e hizo el cambio de switch.

¿Qué ocurre con los más chicos? Lucas Westcott, Benjamín de Vidts y Alfonso Escobar vienen a pelear duro por un puesto.

Sí. Aún no están preparados para quitarles el puesto a Felipe (Brangier) o al Nacho, pero sí es lo que debería ocurrir. Tienen que concentrar juntos, para que se empapen de todo el proceso, con jugadores que se entrenan desde hace 10 años, que ya son maduros. Tenemos que transformar a estos soldaditos, que llegan de sus clubes como rockstars, pero aquí no existen. Ahí entienden que los verdaderos rockstars, que son los grandes, trabajan callados y con humildad.

¿Y lo entienden así los más chicos?

Claro. Andan atentos, llevan los implementos del equipo, el agua, ayudan. Entienden esto súper rápido. Y el que no lo entiende, lamentablemente, no sigue. Ese es el primer filtro.

¿Cuál es el objetivo en Las Vegas y Vancouver?

Tener una buena preparación para Hong Kong. También aprovechar de competir, ganarles a potencias y estar entre los 10 o 12 mejores. Sé que es una locura, pero ya le ganamos a Rusia, a los All Blacks.

¿Y en Hong Kong?

Ganar. Solo Ganar.

¿Es este el momento de Chile?

Sí. Esta base ya no estará para el otro año o durará para 2020. Pipe ya está en el final, en cualquier momento se casa; yo no sé si seguiré, porque me están considerando para la franquicia, también hay ofertas de otros equipos que me quieren, pero de rugby quince.