Niñas y niños esperan en la cancha a Gary, el monitor. Unos juegan a la pelota y otros acarician a un perro callejero, mientras se escucha cumbia en las calles de la Villa El Caleuche de Puente Alto, situada a escasos metros del sector de Bajos de Mena. Un auto blanco llega, Gary se baja junto a su hijo y la veintena de chicos se acerca a saludarlo afectuosamente. "Silencio chiquillos, juntémonos en el círculo", dice el tutor. Hay respeto, orden y por sobre todo ganas de que empiece la jornada.

Es un día más del programa socio-deportivo creado por la Fundación Fútbol Más. Solo una de las 120 intervenciones (barrios, Sename, colegios, emergencias naturales y crisis humanitarias) que tienen repartidas por ocho países. Son 20 de los 12 mil niños y niñas que participan activamente del programa. Esta ONG nació en Chile, tiene alianzas con la ONU, la UNICEF, la FIFA y acaba de ser galardonada por los Beyond Sport Global Awards (organización que premia a las fundaciones que utilizan el deporte para cumplir objetivos de desarrollo de la ONU) en la categoría de "Ciudades y Comunidades Sostenibles". Un reconocimiento importantísimo, una especie de Oscar.

Para alcanzar este fructífero presente, la Fundación debió remar con todo. En 2007, dos ingenieros y un psicólogo, los tres fanáticos del fútbol, impulsaron el proyecto desde cero. "Sentíamos que los puentes sociales se estaban rompiendo. Hemos ganado en crecimiento y perdido en comunidad. Creíamos y creemos que el fútbol y la infancia son la mezcla perfecta para generar comunidad y reconstruir estos puentes rotos", relata Víctor Gutiérrez, director ejecutivo.

Comenzó todo en barrios con carencias de diferente tipo y con un marcado riesgo social. Las primeras canchas fueron en Huechuraba y Puente Alto. "Agarramos el auto y fuimos a recorrer comunas enteras en búsqueda de canchitas. Conversamos con muchos vecinos", cuenta Gutiérrez.

Con el proyecto puesto en marcha llegaron a la Villa El Caleuche, barrio que lleva nueve años de intervención y se encuentra en la fase final del programa llamado "Comunidades". Aquí llegó Gary Tapia, como un simple apoderado y vecino. Se interesó por la iniciativa, hoy es monitor barrial y está a cargo de las jornadas de entrenamiento de dos categorías. Es mercaderista de un supermercado mayorista, padre de dos hijos y realiza esta labor gratuitamente. "Quise ser líder por todo lo que se enseña en la cancha a los niños. Valores y cosas buenas para la vida", relata.

El modelo sustentable de Fútbol Más enseña las capacidades para que un barrio sea autónomo en un período de cinco años. Trabaja con niños y niñas de 5 a 16 años. El diseño contempla que el barrio vaya quemando etapas. A la inicial se le llama "primer tiempo" y la dirige un profesor de fútbol y un trabajador de la rama social (psicólogo o sociólogo) que se encarga del entorno del niño. Superada esta instancia, se cumplen diferentes objetivos hasta que finalmente los profesionales se retiran del barrio. Con esto, los encargados del proyecto pasan a ser los vecinos. Los líderes barriales dirigen los entrenamientos y otros forman la directiva, ambas funciones tras una larga capacitación por parte de la ONG.

Viviana Piñeda observa la jornada recreativa en El Caleuche. Se pasea alrededor de la cancha, conversa con vecinos y aprovecha de ver a su hijo, quien se divierte bajo la tutela de Gary. Trabaja de inspectora en un colegio de la zona, tiene dos hijos que participan de la iniciativa y es la vicepresidenta de la comunidad. "Nuestro compromiso es a nivel familiar. Nuestra vida gira en torno a esto, queremos rescatar a todos los niños, mantenerlos entretenidos haciendo deporte y formándolos con valores positivos. Cuando viene el aburrimiento, es cuando se meten en drogas o cosas malas", cuenta Piñeda.

"Aquí no sobra nada, es un contexto repleto de dificultades", cuenta David Salazar, coordinador de la fase "Comunidades" en la Región Metropolitana. Justamente, el modelo tiene como objetivo trabajar la resiliencia (capacidad humana para adaptarse a situaciones adversas) de los niños. "A través del fútbol trabajamos habilidades sociales para sobreponerse a la adversidad. Además de valores transversales del deporte: responsabilidad, alegría, trabajo en equipo y creatividad", cuenta Gutiérrez. Día a día, Gary hace esto: estimula cada valor positivo mostrado en los entrenamientos con la exhibición de la tarjeta verde, así los niños se dan cuenta de cada buena acción.

El modelo funcionó en la RM y actualmente está presente en nueve regiones de Chile. El siguiente paso fue llegar a otros países. "Desde que nació la fundación, soñamos con hacer una Copa América de barrios. Imagínate que los niños de las Favelas de Río jueguen con los niños de Alto Hospicio", cuenta Gutiérrez. Haití, Francia, Perú, Ecuador, Kenia, Paraguay y México forman parte de la red. "Esto es de todos", aclara Gutiérrez. Multiculturalidad a flor de piel.

La iniciativa no se quedó solo en el barrio, si no que incursionó en el fútbol profesional. Y con grandes resultados. La Copa América de 2015 fue testigo de la tarjeta verde (reforzamiento pedagógico positivo que se ocupa en los barrios intervenidos), que sirvió para que miles de personas durante la competencia respetaran los himnos. "Era un experimento social a nivel masivo. Demostró que si le das la oportunidad a la gente de generar un efecto positivo, se puede hacer", cuenta Víctor Gutiérrez.

Otra intervención a nivel del fútbol profesional fue el Círculo de Honor, donde jugadores y árbitros se reúnen en el círculo central tras el pitazo final y se guardan 11 segundos de silencio. La idea es calmar pulsaciones tanto dentro como afuera de la cancha. Se hizo en todas las categorías del fútbol chileno y hasta hoy perdura en todos los partidos de las divisiones inferiores. "Hemos tratado de tomar el fútbol en su totalidad", reafirma Gutiérrez.

Gary indica el final de jornada. Automáticamente los niños y niñas se dirigen al centro de la cancha. Hacen un círculo y escuchan atentamente al profesor. Sonrisas abundan, es que están entre amigos y compartieron durante noventa minutos diferentes juegos. El monitor da la señal y todos los niños corean: "¡Somos los campeones de Fútbol Más, pitbulls, peques, ganaremos más!". Luego de esto, algunos siguen jugando un poco, otros van directo a tomar agua y el resto son guiados hasta sus casas por niños de la categoría más grande. "Esto no termina cuando la pelotita deja de rodar. Va muchísimo más allá", remata Viviana Piñeda. Acá está lo lindo del fútbol, acá está lo lindo del deporte.