"Miro la tabla de posiciones y no puedo creer dónde está Chile", dijo textual el gran Charles Aranguiz. No puedo hacer otra cosa que coincidir con este comentario, pues claramente yo tampoco lo creo. Y seguramente muchos de ustedes tampoco. El asunto ahora es saber cómo se sale de este embrollo. En mi opinión para esto hay dos opciones. La primera es continuar con la inercia ganadora de los últimos años (inercia que se vio en tela de juicio en las últimas dos fechas). La segunda es reinventar en un corto tiempo esta Selección.

Ante el escaso tiempo que tiene para trabajar, claramente la solución está en una conjunción de estas dos opciones. Pizzi no tiene tiempo para una reingenería que ofrezca cambios sustanciales, pero tampoco se puede dar el lujo de la supina complacencia paternal de las últimas fechas. Declarar que el partido frente a Bolivia no era definitorio fue un craso error. Solamente negó la realidad, pensando que con eso desaparecería y enfocaría a nuestros futbolistas. La evidencia es brutal y nos dice que hoy Chile ni siquiera está en zona de repechaje.

El laissez faire se hace inmensamente insuficiente. Entiendo la protección que ofrece el DT a sus jugadores, pero eso no le va a dar la clasificación a Chile. Ni tampoco la confusión general del público que empata la crítica con el chaqueteo. Hoy no se puede hacer cuestionamiento alguno sin que algún hincha esgrima el "típico chaqueteo" como único y pobre argumento, el cual recogen nuestros próceres en las redes sociales buscando proteccción e, incluso, victimización. Nadie con dos dedos frente quiere ver a Chile fuera del Mundial, menos los que amamos esto.

El escritor argentino Osvaldo Soriano dijo: "Simplemente se dejaba estar esperando que pasara algo (…) no tenía suficiente coraje para ir más lejos ni para volver atrás". Hoy Juan Antonio Pizzi está en esa situación, en ese limbo, donde debe tomar una decisión. La que no tomó en La Paz con un triste y apesadumbrado Alexis. La inercia se termina y este extraordinario trasatlántico se está quedando en nada.

Paraguay y especialmente Bolivia nos dieron una demostración de que hoy con la camiseta no se gana. Los jugadores tienen mucho que decir, pero el que tiene el sartén por el mango es Pizzi. Su coraje, o la ausencia de él, nos dirá si estamos listos para Rusia 2018.