Un amanecer tuerca

Fanáticos tuercas Concepción

La aventura de ver en ruta a los monstruos del WRC que encantaron a los fanáticos tuerca y a los no tanto.



Son las cuatro y media de la mañana y varios vehículos enfilan hacia el sur del Biobío. La primera especial del Rally de Concepción parte a las 8.00 en El Pinar y esos viajeros son los rezagados. Los asegurados pasaron la noche a la orilla de ese camino forestal. Ver pasar a Ogier, Loeb, Mikkelsen, Tänak... es un premio mayor para un sacrificio que incluye dormir en carpas o, en el mejor de los casos, alguna casa rodante. En el peor, a la intemperie, pero junto a una parrilla que no se apagó en toda la noche.

Los que van tarde llegan a las 6.00 a El Pinar. La curiosidad incita, pero el frío manda. No es hora de bajarse del auto para buscar una buena ubicación: afuera la temperatura es de 4 grados.

Una vez aparecida la luz, el "calor" aparece: unos 10 grados y es posible saber que desayunan sobre la pick up de su camioneta Juan Aguilar, su hijo Cristóbal y dos amigos (en la foto inferior). Vienen desde Hijuelas, en la V Región. Lo suyo es el enduro en moto, pero el WRC es imperdible. Más allá, un grupo de peruanos (en la foto superior), que llegó a las 2.00 por una vía alternativa mucho más larga y complicada que la ruta de carrera. A esa hora, el camino oficial ya estaba cerrado.

Encontrar un lugar seguro es fácil. La mayor parte de los que están aquí, a unos 10 kilómetros de la partida, las usan, mientras otros se adentran en el bosque. Estar a cierta altura y en la parte abierta de la curva basta.

Se acercan las 8 y un par de espectadores aún pisa la ruta; no la sacan gratis, pues los comisarios los retan con energía. No deben quedar dudas, pues la conducta del jueves, antes de la carrera, fue mala y eso no puede repetirse.

No falta, claro, quien decidía cambiar peligrosamente de posición, como un fotógrafo aficionado que se para en una semirrecta, delante de un árbol.

A las 8.08 pasa Neuville, líder del Mundial, y la gente no lo puede creer. Las curvas son como rectas y eso de poner el auto de cola antes de acelerar aparece fácil y obvio. El público no consiguió el orden de salida y pregunta o adivina quién vendrá después. Se trata de Ogier y, con intervalos de dos minutos, Tänak, Meeke y Evans. Ninguno es Loeb, el más esperado. Incluso por Matías Pilasi. Sí, el ex piloto del rally nacional era uno más entre los árboles y analizaba para sus cercanos a las estrellas del WRC que pasaban a solo unos metros.

Pasan los 11 WRC. Luego, y aunque está plagada de chilenos, decae la efervescencia cuando se exhiben los RC2. Ni hablar luego con las categorías únicamente locales. La diferencia de lo visto minutos poco antes es enorme.

Tras el paso del último inscrito, la gente espera, pues sabe que el auto rastrillo vendrá avisando el fin de la jornada, pero demora y solo un par de minutos después todos ya caminan por la pista. Ya pasa el rastrillo pasa sin importarle el público en fila.

Todos se van felices y ya planeando a qué otra especial ir, quizás hoy.

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