Marjane Satrapi abrió una vereda con Persépolis (el cómic sobre su vida en Irán). Le han seguido tantos ilustradores, que el cómic-protesta oriental circula ahora por autopista. Irán es un filón para los dibujantes y un drama para los derechos humanos, como comprobó Mana Neyestani, encarcelado tras una ilustración y protagonista de un episodio kafkiano que le hizo temer por su vida y que ha reflejado en la novela gráfica Una metamorfosis iraní .
Los autores de El paraíso de Zahra se refugiaron en el anonimato -la obra es firmada por Amir y Khalil- para sortear las represalias tras su relato de los crímenes contra los estudiantes que protestaron contra la elección presidencial de 2009. La madre y el hermano de Mehdi, un joven desaparecido en Teherán durante una manifestación, inician una desesperada búsqueda, que les revelará la burocracia y corrupción del régimen.
El cómic del chino Li Kunwu, Los pies vendados, no responde al mismo patrón de denuncia (trabaja para el PC de su país), pero se asemeja en la fuente biográfica, en la elección de una víctima como protagonista, en la vocación documental y en el uso del blanco y negro.
Unos pies de loto de oro no debían superar los 7,5 centímetros. Esa era la longitud ideal del pie femenino en Yunnan (China). No era simple vanidad. "Cuando eres pobre no te vendan los pies, y cuando no te vendan los pies te vuelves pobre". Contra tal argumento, de nada sirven la huida, los noes y los llantos de Chunxiu. La niña dejó de correr.
Li Kunwu dibujó la historia de Chunxiu, su niñera. En 1966, los comisarios de la Revolución Cultural obligaron a la familia de Li a prescindir de ella. Con sus pies deformes, la consideran "un arcaísmo feudal". Chunxiu murió, pobre y sola, en 1978.
En el caso de Mana Neyestani (Teherán, 1973), la víctima fue él mismo. "Necesitaba una terapia para evadirme de los recuerdos que me perturbaban y así los transfería a los papeles", explica desde Francia, donde se refugió tras salir de la cárcel. En 2005 incluyó en una ilustración a una cucaracha que pronunciaba una palabra azerí, que desató movilizaciones de la comunidad azerí, reprimidas por las autoridades que, a su vez, culparon al dibujante. El precio fueron dos meses de cárcel.