Rondando los 40, Wally es el mejor amigo que Kassie podría querer. Compañero en las buenas y en las malas, le espanta a los pretendientes que considera inapropiados y escucha con atención cuando ella le cuenta que quiere tener un hijo y que recurrirá a un banco de esperma. Pero hay un problema: en medio de una borrachera descomunal, Wally cambia la muestra del donante original por una suya: ella no tiene idea qué pasó y a él ya se le ha olvidado, hasta que seis años después… Un modo amable de referirse a esta "dramedia" romántica, basada en un cuento de Jeffrey Eugenides, es subrayar su acercamiento pretendidamente reflexivo y adulto a ciertos temas que en otras cintas son excusas de baja estofa. Pero, dicho eso, su tono general de prédica contemporánea y de diagnóstico pontifical de los temas de la pareja y la comunicación, es desde la partida un lastre pesadísimo, amén de innecesario.

Agréguese un guión que descansa en el presunto ingenio de parlamentos a la medida, en virtud de la cual cada frase, incluyendo las del off, vienen a dar respuestas a preguntas que chapotean en lugares comunes revestidos de verdades "con onda". Contra cualquier lógica acumulativa de los sentimientos, Papá por accidente es una sucesión de escenas con grandes pretensiones, que por sí mismas marcan el paso de una intriga inerte y que poco aportan a un conjunto tempranamente desdibujado.