"Por entonces, todos andábamos mal de la cabeza", recuerda Adam Walker mientras agoniza. Una leucemia le pisa los talones. Lo obliga a escribir rápido. Antes de partir, quiere terminar un libro sobre el hombre que lo marcó de por vida: Rudolf Born, un inquietante profesor suizo que conoció en una fiesta en Nueva York, el año 1967. Era un joven aspirante a poeta que cayó seducido por el entusiasmo desbordante de Born. La amistad terminó mal: una noche, al borde del río Hudson, Born apuñala a un ladrón inexperto que los ataca. Walker no pudo detenerlo. "Todo empezó aquella noche", recuerda.

Empieza la agonía que perseguirá a Adam Walker y también se echa a andar la trama de Invisible, la nueva novela de Paul Auster (62). Se trata de una actualización de las manías del autor de Leviatán: escritores atormentados, novelas dentro de novelas, secretos del pasado, juegos sicológicos, ecos del policial y giros en la trama que sorprenden al lector. Recién llegada a nuestro país, Invisible fue definida por The New York Times como "el mejor libro que ha escrito Auster".

Es la historia de Adam Walker y, sobre todo, la de un manuscrito en que trabajo en los días finales de su vida. Supuestamente, una no ficción de punta a cabo. Al menos 30 años después de toparse con Born, Walker escribe buena parte de sus vivencias. Es una historia de sexo, misterios y arbitrariedades. Como esta: a pocos días de conocerse, Born le propone a Walker que cree y dirija una revista literaria. El la financiará. Meses después, sucederá el incidente a orillas del Hudson.

Con ese texto, la primera parte de su novela testimonial, Walker se acerca a Jim Freeman, un viejo compañero en la Universidad de Columbia, que se ha convertido en un escritor de fama internacional. Le pide ayuda para terminar su libro. Inician una correspondencia, en la que Freeman alcanzará a leer hasta el segundo de los tres capítulos planeados. El más inquietante: una semana en que Walker y su hermana Gwyn viven como amantes en Nueva York.

Asustado y débil, Walker le pide a Jim Freeman que termine el libro en caso de morir. Para hacerlo, le deja una serie de anotaciones (tan Auster ¿no?) para escribir el último capítulo. Y Freeman, inquieto con la tarea, se pone a investigar la historia de su amigo. Pero algo falla: Gwyn, la hermana de Walker, niega haber tenido el romance. Aún más, los datos que tiene para finalizar el volumen lo llevan hasta París, donde se encuentra con familiares de Rudolf Born. Tampoco calza la narración de Walker.

Novela de espejismos, historia de incesto que apuesta por diluir los límites de la ficción, para Paul Auster Invisible es un viaje a las fallas de la memoria: "Es una de las cosas más frágiles del mundo. Incluso nuestra propia memoria se destruye mientras trabaja nuestra experiencia. Y descubrimos más cosas conforme nos hacemos mayores. Es fascinante. La memoria juega con nosotros", aseguró.