En las islas Malvinas hay alrededor de 3 mil habitantes, de los cuales cerca de 250 son chilenos que dejaron su vida en el continente para instalarse en un lugar donde, en muchos casos, no conocían a nadie más.
En el caso de Fernanda Tapia, ella se enteró de las Malvinas por su madre, quien había estado allí, y le aconsejó que las fuera a conocer. "Venía por un año y me quedé por 10", cuenta.
"Es un lugar pequeño donde no hay violencia y puedes andar por la calle a la hora que quieras, porque nadie te va a asaltar", dice respecto a uno de los puntos que considera más favorables al momento de vivir en Malvinas.
Coincide con ella Miguel Barrientos, un puntarenense que llegó hace 8 años para enseñar español: "no existe la inseguridad que hay en las ciudades grandes. La última vez que perdí mi billetera, la encontré intacta, billetes incluidos".
Barrientos, que se dedica a hacer clases y traducciones, y en verano trabaja como guía turístico, añade que "como en cualquier lugar un poco alejado de otros y con pocos habitantes, la mayoría se conoce o sabe quién eres, y por esta razón el trato entre las personas es más relajado".
Esto representa, además, una oportunidad de conocer a personas de distintos países y culturas, que también decidieron migrar hasta el austral destino. "No tengo ningún problema con los argentinos que hay acá, puedo hablar con gente que es de Rusia, hay peruanos, hay españoles", comenta Tapia.
Aún así, se nota la influencia británica en la vida cotidiana de las personas, o al menos así lo recalca el administrador hotelero Alex Olmedo, que llegó hace 21 años a las Malvinas e incluso obtuvo nacionalidad británica. "Todo el background y toda la herencia es británica", asegura, y añade que "actualmente, tenemos a nacionalidades de todo el mundo viviendo acá, pero la mayoría son británicos".