La pregunta que tiene que hacerse es simple. "¿Qué define su propia identidad?". Si usted responde que es su profesión, forma parte de un fenómeno que los sicólogos han bautizado como la "sobreidentificación" con la profesión.
El síndrome es relativamente nuevo, además de emocionalmente peligroso, dicen los expertos. Y no se refiere simplemente a ser trabajólico/a. Son los hombres y mujeres que se identifican de tal forma con su ocupación que, poco a poco, su actividad comienza a definir lo que ellos mismos son como personas y del resto de ellos queda poco y nada.
Una encuesta realizada a más de 12 mil personas en Canadá por el periódico The Globe and Mail reveló que el 31% de los consultados consideraba que su personalidad se definía mayormente por su carrera. Es decir, un tercio pensaba que su identidad estaba íntimamente ligada a la ocupación, el cargo o a los logros obtenidos en su trayectoria laboral.
Según la sicóloga organizacional de la U. de Los Andes, Sonia Olbrich, este fenómeno es producto de la modernidad. "La identificación con el trabajo siempre ha existido, pero la sobreidentificación es más moderna y tiene que ver con la competencia global", dice.
LOS RIESGOS
En su libro What next? Find the work that´s right for you, la siquiatra Barbara Moses describe con precisión el valor que le damos a la carrera laboral. "Es la vara con la que nos medimos. Tu profesión es tu puesto de trabajo, tu lugar en el mundo, es tu estatus, es tu sueldo, y si no lo tienes, ante el sistema no existes".
Los sicólogos advierten de los peligros emocionales de este fenómeno: el mundo se estrecha y, sin darnos cuenta, comenzamos a evaluar a las personas y a nuestras relaciones en función de cómo nos pueden ayudar en el trabajo. Inconscientemente, vamos restando energía y tiempo a otras áreas de la vida y los pensamientos respecto del trabajo no nos abandonan nunca. Pero quizás el más revelador síntoma es que cuando estamos fuera de la oficina quedamos emocionalmente vacíos. Y todo lo que sucede en ese lugar pasa a ser un asunto personal y no estrictamente profesional.
Los hombres son los más proclives a sufrir este síndrome. ¿La razón? Ellos están más predispuestos a definir su personalidad en torno a su estatus y a sus logros. "Tienen un pensamiento más lineal frente a las mujeres, que valoran tanto o más sus relaciones personales, la familia o los amigos", dice el sicólogo Jorge Sanhueza. Pero también pesa que la medida de "éxito" es diferente para ambos sexos. Mientras un hombre "exitoso" siempre lo será en torno a lo laboral, ellas son evaluadas socialmente por infinitas categorías: excelente madre, gran profesional, buena hija o, incluso, buenamoza.
RASGOS DE PERSONALIDAD
Quienes más tienden a identificarse hasta la obsesión con la profesión son los que "que de alguna manera están buscando compensar a través del trabajo otras carencias", dice Sonia Olbrich. Y el rasgo de la personalidad más proclive a la sobreidentificación es la baja autoestima.
"Si soy una persona que no me valoro a mí misma y viene mi jefe a felicitarme por mi trabajo, obviamente, eso me llega como un bálsamo", explica Olbrich. Por el contrario, si la persona es muy segura de sí misma, no va a necesitar reconocimientos externos y los halagos de los superiores no le llegarán con la misma fuerza que al inseguro.
Aunque para las empresas este tipo de involucramiento laboral es positivo, porque aumenta la productividad, para las personas es indiscutiblemente dañino. El más extremo ejemplo es lo que sucede con ellas cuando pierden el empleo.
"La persona cuya identidad está toda envuelta en su profesión tendrá que enfrentarse con mayores preguntas sobre el sentido de su vida", dice Marci Alboher, autora del libro "Una persona, múltiples carreras", y del blog Shifting Carrers en el diario New York Times. "Si tú eres al mismo tiempo analista financiero, padre comprometido y, además, voluntario de alguna organización, por ejemplo, a la hora de perder tu empleo vas a perder sólo eso, un trabajo. Dado que el sentido de quien eres no está limitado a la profesión, podrás tener una visión sólida de ti mismo y de tu objetivo en el mundo", dice Alboher.