Regresar a casa luego de una fiesta infantil para descubrir que tus padres están en el centro de un escándalo de espionaje internacional parece la trama de una película de acción.
Sin embargo, para una niña de 11 años de edad, el incidente fue parte de la vida real la semana pasada.
La niña es uno de los seis hijos, todos menores de 18 años, de los diez espías rusos que fueron rápidamente deportados de EE.UU. este viernes, pocas horas después de declararse culpables ante un tribunal.
El hijo menor de los espías tiene tan sólo un año de edad. Hay también dos hijos adultos, con edades entre 20 y 38 años.
Las autoridades se mantuvieron en silencio sobre el destino de estos niños nacidos en Estados Unidos, excepto para decir que serán libres de entrar y salir de EE.UU., cuando así lo deseen.
Un abogado de la espía peruana Vicky Peláez dice que su hijo, de 17 años de edad, tiene la intención de quedarse en Nueva York.
Él es el hijo del matrimonio de Peláez y el agente ruso Mikhail Vasenkov y probablemente va a vivir junto al hijo mayor de Pélaez, que tiene 38 años y es producto de un matrimonio anterior.
Según los informes, es un talentoso pianista y podría optar por reunirse con su madre en la casa familiar ubicada en Perú, a donde ella dijo que volvería.
Juventud interrumpida
El periódico estadounidense The Boston Globe informó que los hijos de los rusos que se hacían pasar por Donald Heathfield y Tracey Foley -la pareja que vivía en Cambridge, Massachusetts - habían viajado a Rusia a principios de esta semana.
Tim Foley, de 20 años, es un estudiante de la Universidad George Washington en la capital estadounidense. Su hermano, de 16 años, va al colegio en Boston y aún es menor de edad bajo la ley estadounidense.
Los dos jóvenes fueron vistos en el tribunal de Boston al que acudieron sus padres, pero se abstuvieron de hablar con los periodistas.
Los espías que se hicieron pasar por Michael Zottoli y Patricia Mills estaban criando a dos niños, uno de un año de edad y otro de tres años, en su casa ubicada en el suburbio de Arlington, Virginia.
Los menores fueron colocados inicialmente bajo la atención de los servicios sociales porque la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) no tuvo tiempo suficiente para verificar los antecedentes de los amigos de la familia.
Desde entonces, la pareja estableció contacto con amigos en EE.UU., quienes han acordado junto a parientes en Rusia que los niños sean trasladados a ese país.
Aún se desconoce qué pasará con la hija de 11 años de "Richard y Cynthia Murphy", cuyos nombres reales son Vladimir y Lidia Guryev, y su hermana de siete años de edad.
Lo cierto es que ya sus vidas suburbanas como estadounidenses se interrumpieron.
Vivir una mentira
Robert Meeropol, director ejecutivo de la organización Fondo Rosenberg para Niños, dijo que se identifica con esta situación.
Meeropol es el hijo de Ethel y Julius Rosenberg, quienes fueron arrestados y acusados de dar información secreta a Rusia acerca de la bomba atómica cuando Robert tenía tan sólo tres años de edad.
Ethel y Julius Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica bajo el cargo de conspiración para cometer espionaje, en 1953.
Para ese momento, Meeropol tenía solo seis años y su hermano Michael, 10 años.
"Si usted puede crear un entorno estable para los niños, con adultos que los apoyen es mejor. Yo pasé de un lugar a otro", le dijo Meeropol a la BBC.
Los familiares de Meeropol acogieronn a los niños pues estaban preocupados de que se les implicara en la conspiración.
Finalmente Meeropol fue adoptado y cambió su nombre, de forma tal que pudiera tratar de vivir una vida normal.
Como adulto, Meeropol ha tratado de llamar la atención sobre las discrepancias en el juicio de sus padres.
Él sostiene que su madre era inocente, pero admite que su padre probablemente estuvo involucrado en actividades de espionaje que no estaban relacionadas con la bomba atómica.
Meeropol cree que es importante para los niños permanecer alejados de los medios de comunicación.
"Solía visitar a mis padres en la cárcel de Sing Sing, en Ossining, Nueva York, y cada vez que iba había un circo mediático y me recuerdo que lo odiaba", agregó.
Meeropol se preocupa porque los hijos de estos espías rusos pasarán momentos difíciles para adaptarse a un país foráneo y en la mayoría de los casos, a un idioma extranjero.
No obstante, tras el fin de la Guerra Fría, "yo no creo que vamos a enfrentar la clase de notoriedad que teníamos", añadió.
Dicho esto, no se sabe la profundidad de la cicatriz que quedará en sus vidas.
"Si creces viviendo una mentira, tarde o temprano ésta regresa para perseguirte", concluyó.